Para que no falte nadie y los interesados puedan ir reservando plaza en las mejores agencias de viajes, el gobierno ha anunciado que la exhumación de Franco tendrá lugar este jueves a las diez y media de la mañana. Durante un tiempo dijeron que lo harían por sorpresa, un poco al estilo de The Police cuando se reunieron a traición en un teatro de Los Angeles como aperitivo de una gira póstuma en la que el público pudo jugar a la nostalgia y comprobar que The Police, efectivamente, estaban muertos. Sin embargo, al final Pedro Sánchez ha optado por el suspense en lugar de la sorpresa, consciente de que cuando el público sabe que hay una bomba debajo de la mesa se obtiene mucha más emoción al decirle que la bomba va a explotar exactamente el jueves a las diez y media de la mañana.
A Sánchez le ha faltado salir a un balcón de La Moncloa con un cornetín, como los pregoneros de antaño. Después de todo, el PSOE es un partido que se toma sus promesas con mucha calma, desde derogar la reforma laboral del PP a asegurar el nivel de renta básico, pasando por la Ley contra la violencia de género, la regulación de la eutanasia, la Ley de Transición Energética, la lucha contra el cambio climático, la supresión de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla, la derogación de la Ley Mordaza o la retirada de medallas y pensiones a egregios torturadores franquistas. Es decir, como siempre, el programa electoral prácticamente al completo. También es verdad que lleva mucho tiempo cumplir estas cosas, aunque no tanto como prometerlas; por eso causa pasmo la rapidez que se están dando para intentar cuadrar en unos días ese proyecto faraónico que llevan postergando décadas. No es que quiera pensar mal, pero me da en la nariz que tantas prisas igual son por las elecciones.
Últimamente los fachas tienen la agenda sobrecargada. Deben ir el domingo a misa al Valle de los Caídos, acudir el jueves a reventar una manifestación independentista en Barcelona, pasar el sábado por Madrid a liarla parda en un acto de apoyo a los catalanes y regresar el jueves al Valle de los Caídos con suficientes piedras en la mochila para derribar un helicóptero. Es un no vivir, una reedición de la Ruta del Bakalao con bacalao en salazón incluido. Quién sabe, a lo mejor se trata de una estrategia policial para despistarlos y que lleguen con el brazo cansado.
A Franco, igual que a Gengis Kan, se le enterró con un coro de millares de víctimas inocentes que le hicieran compañía en el más allá, y por la misma razón ahora sus admiradores piden que lo vuelvan a enterrar con banda militar, salva de cañonazos y honores de jefe de estado. No quieres Franco: dos tazas. Mucha gente fue al primer entierro sólo para asegurarse de que estaba difunto del todo y ahora otros tantos piensan repetir en el segundo con el temor de que el Ínclito todavía respire. Sacar a Franco de la tumba no es que sea tarea fácil, pero sacarlo de las instituciones, del gobierno, de los tribunales y de la Constitución va a ser misión imposible.
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