Punto de Fisión

Los indultos de la discordia

Manifestación por la libertad de los políticos presos catalanes, en Barcelona, en julio de 2018. REUTERS/Albert Gea
Manifestación por la libertad de los políticos presos catalanes, en Barcelona, en julio de 2018. REUTERS/Albert Gea

Si los indultos, tal como dice Pedro Sánchez, pretenden normalizar la convivencia política del país y devolver las aguas a su cauce en Catalunya, no parece que la jugada esté funcionando muy bien del todo. Por supuesto, nadie esperaba que la derecha se contentara con la medida, pero tampoco que cientos de independentistas se lanzaran a las calles de Barcelona a protestar y a llamar "traidor" al presidente del Gobierno. Probablemente montar un acto este lunes en el Gran Teatre del Liceu, sin la presencia de un solo representante del Govern, no ha sido la decisión más inteligente: Sánchez cantaba su aria del reencuentro después de traspasar un arco de botes de humo y lo que se oía mayormente, fuera y dentro, eran los gritos de los manifestantes pidiendo "amnistía" y "libertad". Es lo que ocurre con la ópera, que nunca faltan críticos.

Oriol Junqueras, líder de ERC, asegura que los indultos muestran "la debilidad de los aparatos del Estado". Pere Aragonés, presidente de la Generalitat, los contempla como un primer paso, necesario aunque "insuficiente para resolver el conflicto político catalán". Diversos representantes de la CUP, Junts, PDeCAT, ERC y otras organizaciones civiles acusan a Sánchez de haber ido a Cataluña a hacer teatro. Incluso Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, bromeó con su mano vendada diciendo que cuando se aprobaran los indultos, le iba a doler todo el cuerpo. El indulto en España sigue siendo una figura más taurina que jurídica y Sánchez, como buen diestro, ha olvidado que las corridas de toros están prohibidas en Cataluña. Prácticamente, después de su fiasco barcelonés, podría decir lo mismo que aquel torero que salió entre una lluvia de almohadillas de la plaza: "Hay división de opiniones, unos se cagan en mi padre y otros en mi madre".

Da lo mismo que la vergonzosa lista de indultados en España incluya a auténticos golpistas y a terroristas de estado, entre otros muchos casos de flagrante injusticia. Alfonso Armada, general condenado a 26 años y 8 meses de cárcel por su participación en el 23-F, fue indultado en 1988. José Barrionuevo, ministro del Interior, y Rafael Vera, secretario de Estado de Seguridad, consiguieron sus indultos respectivos tres meses después de entrar en prisión, en 1998, a pesar de su implicación en diversos crímenes de los GAL. Puesto que dos errores no constituyen un acierto, tres tampoco, un argumento que puede usarse tanto en relación con los indultos fallidos como con las condenas desproporcionadas por montar un referéndum ilegal.

Por supuesto, quien está disfrutando como un loco con el tema es Pablo Casado, quien ha tronado contra los indultos, contra Sánchez y hasta contra la CEOE mediante un sinfín de exabruptos y chascarrillos, entre los que destaca el calificar una medida de gracia como un "golpe de gracia". Más gracioso no puede ser el tío. Tal y como ha aumentado el apoyo al nacionalismo catalán en los últimos años, multiplicándose gracias a las porras de la policía y a los mazazos judiciales, el de Casado es uno de esos discursos que echan gasolina al fuego: no va a sumar ni un solo apoyo al constitucionalismo pero cada vez que abre la boca nace un nuevo independentista catalán. En ocasiones, incluso por debajo de la línea del Ebro. El catalanismo nunca se lo agradecerá bastante.

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