Punto de Fisión

El Equipo A de Almeida

El Equipo A de Almeida
Almeida, Casado y Ayuso, en Colón. EFE/David Fernández

Madrid es una ciudad de aumentativos, a veces hasta de superlativos, una urbe hecha a base de hipérboles y de circunvalaciones que esconde un fondo inequívocamente provinciano debajo de la contaminación igual que la caspa bajo la boina. Cela la llamó "poblachón manchego" y más adelante especificó que se trataba de una mezcla entre Navalcarnero y Kansas City, una apreciación que quizá pretendía molestar a los madrileños pero que ofendió profundamente a Kansas City y a Navalcarnero. Anthony Burgess corroboró la comparación en una breve visita a la capital a finales de los ochenta. "Es verdad", dijo fumando un puro desde la ventana de un hotel que daba a la Castellana, "tiene algo de Kansas City".

Debido probablemente a un complejo de inferioridad endémico o a una timidez mal gestionada, Madrid tiende a la exageración, a solucionar los problemas urbanísticos, circulatorios o identitarios a base de aparatosas operaciones de cirugía estética: perforando durante años y años carísimas redes de túneles, levantando rascacielos horrendos o plantando una bandera española del tamaño de un campo de tenis en la plaza de Colón, por si algún despistado se equivoca y piensa que ha llegado caminando hasta Andorra. Cuando los próceres de Madrid no saben qué hacer para tapar algún desaguisado tiran por la calle de en medio y se sacan de la manga algo bien gordo y bien feo, una noria descomunal, un Eurovegas o unas grúas gigantescas para combatir los atascos. Tras el fracaso de la candidatura del Madrid Olímpico, con su chorro de millones tirado por el vertedero, lo mejor era envidar órdago y lanzar otra candidatura de Madrid Olímpico y otro chorro de millones por el vertedero.

Lo de las grúas gigantescas es otra ocurrencia genial de Almeida, quien ya intentó paliar alguna frustración terrible de su infancia mediante el diseño de un parking monstruoso en el parque del Retiro. Puesto a elegir entre salvar la selva amazónica o Notre Dame, Almeida eligió Notre Dame para gran desesperación de los parvulitos; sin embargo, ante el problema insoluble de los atascos en la capital prefiere la selva amazónica y promete una solución tecnológica que iría apartando los coches averiados de la circulación lo mismo que King Kong desbaratando helicópteros a manotazos.

No se sabe si esto es una iluminación personal del alcalde o una propuesta conjunta de su equipo de asesores, a quienes nos imaginamos asomados a un scalextric y una maqueta de la M30, sudando la gota gorda y proponiendo ideas una detrás de otra como los ingenieros de la NASA ante la catástrofe del Apolo XIII. Con todo, el proyecto definitivo más bien parece sacado de un episodio del Equipo A: el Equipo A de Almeida. Ya se sabe que cuando alguien contrataba al Equipo A para que le salvara un concesionario de coches y una gasolinera, al final le destrozaban seis coches, le follaban a la hija y le quemaban la gasolinera.

Entre Almeida haciendo el papel de King Kong y Ayuso el de Godzilla, en Madrid siempre hay que pensar a lo grande: libertad con mayúsculas, norias gigantes, grúas titánicas, terrazas kilométricas. No podemos conformarnos con remedios de medio pelo porque la capital es la esencia misma de la hispanidad, un Bilbao más grande incluso que Bilbao, una España a escala donde la gente de fuera viene a aprender y a sentir envidia, ya que no todos los españoles tienen la suerte inmensa de ser madrileños.

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