El pasado jueves, en el programa 24 Horas de RTVE, Xabier Fortes entrevistó a fondo a Macarena Olona, una conversación tan larga y minuciosa que por momentos, en vez de una entrevista, aquello parecía propaganda electoral de Vox. No es que Macarena dijera nada bueno de Vox, tampoco es que dijera nada realmente malo, lo que pasa es que Vox es como las Kardashian: sólo necesitan que hablen de ellos a todas horas y luego, si ha lugar, una de ellas se casa con un negro admirador de Hitler. También es una lástima que un informativo de una televisión pública malgaste tres cuartos de hora en indagar en los pensamientos de Macarena Olona cuando con cinco minutos basta y sobra, pero es que las Kardashian tienen mucho tirón, más todavía si a una la han expulsado del clan y anda por ahí buscándose la vida. Es normal que Pablo Iglesias haya tenido que fabricarse una televisión a su medida, porque a prácticamente ningún medio le interesaba la opinión de un vicepresidente del gobierno recién dimitido, menos aún si publicaba un libro.
Cuando le preguntaron por segunda o tercera vez si iba a regresar al ruedo político, Macarena soltó una frase sorprendente, "intento no mentir", lo cual alude tanto a la cantidad de ocasiones en las que anteriormente ha faltado al octavo mandamiento como a la dificultad de mantenerse en un territorio más o menos cercano a la verdad. De lo segundo no está libre nadie que se dedique a esto de la política; de lo primero da fe la estrambótica campaña andaluza en donde empezó empadronándose en Salobreña por control remoto y acabó arrojando a la basura la solemne promesa que hizo a sus votantes sobre que no les iba a dejar tirados. Es posible que Macarena ya no esté dentro de Vox, pero Vox sigue dentro de Macarena; por eso afirma que no se presentará a las elecciones autonómicas bajo ninguna bandera y que luego, a partir de mayo, estará disponible para cualquier proyecto de ultraderecha, verbenas, bautizos o fiestas infantiles.
No está nada claro por qué razón Macarena se fue (o mejor dicho, la largaron) de Vox aparte de problemas de ego y choques de testuces. En la entrevista hubo un maravilloso momento Corleone en el que confesó que tuvo que responder a la campaña de difamación que sus antiguos camaradas montaron contra ella amenazando con desvelar las fuentes de financiación, sin especificar si se trataba de las fuentes de financiación del partido, las fuentes de financiación de Ortega Smith o del gimnasio de Ortega Smith. Después admitió que presentarse a la campaña autonómica en Andalucía fue un grave error: "Con la información que hoy tengo, mi actuación no habría sido la misma". No le falta razón, porque con la información que hoy tiene -su apoteósico hostiazo en las urnas-, habría dejado la peineta y el vestido de faralaes en el chino donde los compró.
Con todo, la verdadera sorpresa de esta entrevista ha sido descubrir a una Macarena Olona completamente distinta a la amazona chulesca y pendenciera que prendía fuego a los micrófonos y la liaba parda en el Congreso día sí y día también. Era como ver a Hulka una vez se le pasa el ataque de mala hostia, reconvertida en una abogada modosita y ursulina, Hulka sin la chupa paramilitar, sin la tirantez del moño y atiborrada de trankimazin. Esta metamorfosis angelical fue una demostración asombrosa de hasta qué punto la política hoy en día está regida por asesores de imagen y de cómo Vox es, ante todo, una película de Sáenz de Heredia trasvasada a la factoría Marvel y con muchos cambios de guion. La semana pasada, para acentuar el cambio de personaje, Macarena condenaba los ataques repugnantes contra Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez, asegurando que hay líneas rojas que nunca se deben traspasar y que ésa es la diferencia entre la crítica y la miseria moral. No se acordaba de que ella misma, apenas un año atrás, ponía varias veces en su cuenta de Twitter "COLETAS RATA" en referencia a ya saben ustedes quién. Era el efecto Hulka, esa señora verde que te quiero verde, que se volvía verde de rabia, verde de envidia y verde de Vox.
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