Punto de Fisión

Ayuso: susto o muerte

No tengo hijos, por suerte para ellos y para mí, así que quizá no pueda comprender en toda su terrible intensidad el dolor y la desesperación de esos padres que llevaron a un bebé a un centro de Urgencias en Paracuellos la víspera de Nochebuena -un centro donde no había ningún médico- y regresaron a casa con un cadáver de nueve meses en los brazos. La experiencia de perder a un hijo resulta tan espantosa que ni siquiera existe una palabra en ningún idioma que nombre ese desamparo del modo en que lo hacen la viudez o la orfandad. Sin embargo, puedo hacerme una idea, no ya por mi entrenamiento como escritor, lector o espectador, sino porque de no alcanzar a vislumbrar aunque fuese un eco del sufrimiento de esa pareja de desdichados tampoco merecería pertenecer a la familia humana.

Desde luego, quien no imaginó nada ni sufrió lo más mínimo fue el responsable de la Consejería de Sanidad, el mismo que respondió a la noticia del ABC explicando a los redactores que mentían como bellacos, que el bebé había llegado sin vida al centro y que además sí había médico, sólo que estaba de baja. No cuesta mucho elucidar, entre semejante guisote de excusas, el intolerable tufo de la incompetencia y el hedor repugnante de la psicopatía. Ni una sola nota de condolencia, ni un mínimo gramo de empatía, ni siquiera un amago de responsabilidad por lo sucedido. ¿Pensaban que alguien en la Comunidad de Madrid iba a conmoverse por un niño muerto por culpa de un médico de más o de menos? ¿La misma gente que dio la orden de no sacar a los enfermos mayores de edad de las residencias durante la primera oleada del covid, que los dejó abandonados a su suerte y que provocó la muerte de casi siete mil ancianos?

Esta última semana Ayuso ha salido en tantas cadenas televisivas y en tantos programas diferentes que da la impresión de que le ha quitado el puesto a Santa Claus. Estaba en la final de Got Talent, en Telecinco, aplaudiendo a una de las niñas, y un par de días después aparecía en TVE, en MasterChef, ese campo de concentración a base de croquetas. Es una lástima que todavía no se les haya ocurrido montar un reality sobre primeros auxilios en el que la presidenta exhiba sus habilidades a la hora de atajar un infarto o una peritonitis. De momento, está haciendo mucha falta, casi tanto como un especial de bricolaje que enseñe cómo fabricar ataúdes caseros. Hubo un momento en que parecía que, en lugar del rey, el discurso navideño iba a darlo Ayuso. Apagabas la televisión y seguía brillando su sonrisa demencial, como otro gato de Cheshire.

A lo mejor, cuando los madrileños votaron masivamente por un programa que les daba a elegir entre comunismo o libertad no entendieron que la libertad consistía precisamente en esto, en no cubrir las bajas médicas, en dejar las urgencias convertidas en tanatorios y en que un enfermero tenga que completar la carrera de Medicina en el tiempo en que un bebé se le muere entre las manos. Deberían haberlo pensado mejor o bien contratar una de esas sociedades privadas que el PP lleva promocionando desde que Esperanza Aguirre decidió cargarse la sanidad pública en la capital con el fin de echar una mano a unos cuantos amiguetes. Los madrileños eligieron entre comunismo o libertad a la buena de Dios, lo mismo que en aquel chiste en que daban a elegir entre susto o muerte. Haber elegido susto, hombre.

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