Punto de Fisión

Feijóo enseña las tetas

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la reunión con los nuevos diputados y senadores de su partido, en el Congreso. EFE/ Mariscal
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo durante la reunión con los nuevos diputados y senadores de su partido, en el Congreso. EFE/ Mariscal

A punto de alcanzar el primer cuarto de siglo y de milenio, el escándalo del verano es que una cantante haya enseñado las tetas en un concierto. Esto es lo que pasa cuando dejas que el Opus Dei siga a los mandos de la televisión, la radio y los periódicos: la nostalgia del burka, de la mantilla y de las tetas de clausura. A lo mejor la noticia es que Amaral había enseñado las dos tetas al mismo tiempo en lugar de ir por partes. Por si fuera poco, lo hizo en un escenario. Como uno ya va para viejo, se acuerda con nostalgia del pezón amartillado de Janet Jackson que aterrorizó Estados Unidos y de la teta bamboleante de Sabrina durante una Nochevieja que dejó a media España bizca. Por favor, las tetas de una en una.

La de Janet Jackson estaba preparada, pero la de Sabrina fue un tetazo a traición, inconsciente y repentino, un fugaz meteorito de carne que repetía en clave pop la estela de esos sacrosantos pechos de Vírgenes renacentistas dando de mamar al espectador, digo, al Niño. Los inquisidores de la época preferían las tetas de Santa Águeda, rebanadas y servidas en una bandeja, una variación bastante gore del desnudo femenino, tan sanguinaria que ni siquiera puede encontrarse en Pornhub. En cuestiones de parafilias, el catolicismo siempre ha sido la polla. También las Vírgenes de los retablos barrocos y los lienzos renacentistas mostraban sólo una teta, porque las dos juntas ya sería pasarse.

La exhibición de Amaral me recordó aquel pasaje de La saga/fuga de J. B. en el que José Bastida está dando clases de gramática a una alumna muy maciza y muy bruta y de vez en cuando a la chica se le sale un pecho de la bata. "¡No mire, no mire!" dice la chica, mientras coloca el pecho en su sitio, excepto una vez en que, por lástima, decidió sacar a pasear el otro: "Después de todo, el pobre también tiene derecho a saber cómo son unas tetas". Es un párrafo hilarante que, además, resume la educación sexual en España durante varios siglos.

Después de su éxito en las urnas, para seguir llamando la atención, finalmente Feijóo también ha enseñado las tetas. Lleva todo el verano embarcado en un estriptís lento, muy lento, que empezó allá por junio, cuando le preguntaron si cobraba algo más que el sueldo del senador y Feijóo respondió con unos movimientos lánguidos y sensuales, mostrando el escote, como diciendo "¿lo enseño o no lo enseño?" A mediados de junio, casi sin quererlo, lo enseñó y entonces supimos que, aparte de los 70.000 euros como senador, el PP le pagaba 39.000 más en concepto de gastos de representación, pura calderilla si tenemos en cuenta el esfuerzo que debe suponer hacer el ridículo a tiempo completo.

En efecto, nos parecía poco dinero, muy poco dinero, y por eso ahora hemos descubierto que Feijóo se lleva limpia otra propina de 31.800 euros como jefe de grupo en el Senado. Es normal que esta gente se oponga a las subidas de sueldo, de las pensiones y al ingreso mínimo vital, porque, con semejantes ubres encima, la pasta se nos va toda en sostenes. Las tetas hay que enseñarlas despacio, una a una, para no sobresaltar al personal. De ser posible, al ritmo de Paquito el Chocolatero. Lo peor de todo es que seguramente todavía no hemos llegado al culo.

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