En relación con la polémica del caso Rubiales, en las redes sociales han rescatado un video del pasado mayo donde el presentador del telediario de Antena 3, Manuel Sánchez, confesaba sus dudas respecto al comportamiento que debía adoptar un hombre en diferentes actos de interacción con una mujer. ¿Sería machismo que un jefe aceptara el beso o el abrazo de una empleada al darle una buena noticia? ¿O ayudarle a colocar el equipaje a una mujer en un vagón de tren? ¿O dejar pasar delante a una señora al abrir la puerta del ascensor? ¿Es mejor estrecharle la mano o dar dos besos a una mujer en una entrega de premios?
Son, al parecer, preguntas inquietantes, interrogantes metafísicos que cuestionan la condición masculina universal, aparte de esas ancestrales costumbres que Manu Sánchez encapsula bajo el epígrafe "como toda la vida". Se trata, sin embargo, de dudas muy fáciles de resolver: ni siquiera hay que rebuscar en un manual rápido de feminismo sino tirar de sentido común. Si una mujer te ofrece un beso o un abrazo, acéptalo, aunque suena bastante raro que lo haga en el ámbito laboral. En el tren, pregunta primero a quien sea si necesita tu ayuda antes de quitarle la maleta de las manos y subirla de un empujón. En un ascensor, deja pasar primero a los que estén a tu lado, sean mujeres u hombres: es una cuestión de educación elemental. En una entrega de premios, lo mismo que en cualquier otra parte, mira a ver si la mujer te ofrece la mano o la mejilla y actúa en consecuencia.
Lo de "como toda la vida" no significa precisamente un marchamo de calidad; hay muchas cosas que hombres y mujeres llevamos haciendo toda la vida y están mal, muy mal. Por ejemplo, pagar a las mujeres menos que a los hombres, estimarlas únicamente en función de sus atributos físicos, maltratarlas, discriminarlas, ridiculizarlas. Y, por supuesto, matarlas. Por ejemplo, las mujeres llevan toda la vida callándose los malos tratos sufridos en el trabajo o en el hogar, aguantando comentarios estúpidos sobre su anatomía, asumiendo el fardo milenario de una cultura que las considera poco menos que un receptáculo biológico al servicio del macho, una nodriza, una sirvienta o un ama de cría.
Sin ir más lejos, ahora mismo acabo de abrir uno de esos videos breves con los que Facebook te diluvia apenas se te escapa el dedo y aparece la imagen de un informativo latinoamericano, una joven presentadora que da los buenos días y le pregunta a su compañero qué tal ha despertado. "Ojalá pudiera despertar contigo cada mañana, Manuela" dice el tipo, sonriendo, y se queda tan ancho. Hay formas más estrafalarias de cagarla con un piropo, pero no demasiadas.
El hecho de tener 50 años no es obstáculo para seguir aprendiendo, Manu, yo tengo 56 y prácticamente cada día me descubro tropezando y metiendo la pata con pequeños tics y automatismos machistas que hago sin darme cuenta, por la sencilla razón de que he sido educado en una sociedad patriarcal, bajo parámetros obsoletos que aceptamos sin haberlos cuestionado en ningún momento. El feminismo, para nosotros, no es una cárcel virtual ni una camisa de fuerza sino un soplo de aire fresco, una renovada lección de vida con la que mirar a las mujeres cara a cara, aprender a convivir con ellas sin complejos de superioridad ni paternalismos de baratillo.
Aparte de esa ola de feminismo con que nos bañamos día a día, no hay muchos sitios donde instruirse en el laborioso proceso de ir desembarazándose del machismo y los estereotipos patriarcales, básicamente porque toda civilización –la occidental y la oriental, la europea y la africana, la que se te ocurra— está bañada de una misoginia profunda, incrustada hasta el tuétano mismo de nuestra cultura. Incluso los más grandes pensadores y escritores, casi todos ellos hombres, han pronunciado alguna vez un epigrama asquerosamente machista y digno de lástima.
Schopenhauer dijo que "las mujeres son animales de pelo largo e ideas cortas". Nietzsche: "Todo en la mujer es un enigma y todo en la mujer tiene una solución: se llama embarazo". Faulkner: "Una mujer no es más que un órgano genital dotado de habla y de la facultad de gastar todo el dinero del marido". Pitágoras: "Hay un principio bueno, que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo, que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer". Lutero: "No hay manto ni vestido que peor siente a una mujer que querer ser sabia". Tolstoi: "Es evidente que todos los desastres, o una enorme proporción de ellos, se deben al carácter disoluto de las mujeres". Ortega y Gasset: "El fuerte de las mujeres no es saber sino sentir". Confucio: "Tal es la estupidez del carácter de la mujer que en todas las cuestiones le incumbe desconfiar de sí misma y obedecer al marido". Balzac: "Emancipar a las mujeres es corromperlas". Voltaire: "Una mujer amablemente estúpida es una bendición del cielo". De Freud y de la envidia del pene ya hablaremos otro día. Como toda la vida, Manu.
Comentarios
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