Punto de Fisión

Almeida y Ayuso en el arca de Noé

Almeida y Ayuso en el arca de Noé
Varios coches durante la lluvia en Madrid este domingo 3 de septiembre de 2023. Violeta Santos Moura / Reuters

Madrid (no es la primera vez que lo digo) es una sucursal de Macondo donde se cumple de vez en cuando aquella hipérbole de que, tras una franquicia del diluvio universal, "no volvió a llover en diez años". Años no, pero unos cuantos meses sí llevábamos en la capital sin catar apenas agua, sobreviviendo al estilo cactus, como esas ranas de las que hablaba Chiquito de la Calzada que andan por ahí con una cantimplora a la espalda. Eso que los reptiles denominan "buen tiempo". Necesitábamos un chaparrón de la hostia, una tormenta de las de antes, de las que ahora llaman DANA, para limpiar un poco el ambiente.

Gracias al efecto doble bombo con que se amplifica cualquier suceso en el centro neurálgico del país, la alerta por lluvias en la capital pasó a ser noticia de primera plana cuando la verdadera noticia es que lleváramos tres o cuatro meses de sequía a palo seco. El monzón se esperaba desde hace varios días, una semana por lo menos, pero también esperábamos que Almeida no reaccionara hasta que el daño ya estuviera hecho. En efecto, cuando lo hizo, ya había caído una riada suficiente para cortar carreteras e inundar túneles.

Fue el momento en que Ayuso y Almeida, saltándose todos sus principios libertarios, recomendaban a los madrileños encerrarse en sus domicilios, salvo en casos de emergencia o fuerza mayor. El motivo era que probablemente "se va a batir el récord histórico de precipitaciones en la ciudad de Madrid", dijo Almeida. Por su parte, Ayuso compartía el mensaje de la Agencia de Seguridad y Emergencia 112 recomendando a los madrileños que permanecieran en sus casas, que evitaran trasladarse en vehículos particulares y que estuvieran atentos a las próximas actualizaciones a través de mensajes telefónicos. Es muy posible que las alarmas en los móviles de los ciudadanos provocaran más daños que las lluvias, porque parecía que Madrid estaba sufriendo un terremoto acuático o un ataque terrorista con pistolas de agua. Y todo por una puta tormenta.

No deja de tener su gracia que Ayuso y Almeida, dos de los adalides que más tronaron en su día contra la orden de confinamiento a causa del coronavirus, cierren la capital a cal y canto un domingo y rueguen a los madrileños que no salgan a la calle, no vaya a ser que se mojen. Serán fascistas, sí, pero saben gobernar. Debe de ser porque con el coronavirus, aparte de que se trataba de una pandemia mundial, sólo había peligro de muerte, mientras que ayer –horror de los horrores— había riesgo de ducha.

No se podía esperar otra cosa de una mujer que solicitaba a cada madrileño poner una maceta en la ventana para luchar contra el calentamiento global a base de fotosíntesis. Imposible contabilizar las víctimas en la hostelería madrileña este domingo negro, por no hablar de las tapas de calamares echadas a perder. Afortunadamente, no se produjo una manifestación de automóviles en la Castellana clamando contra la reclusión por lluvia y reclamando "libertad" a bocinazos. Al alcalde y a la presidenta sólo les faltó rescatar una pareja de cada uno de los animales del Zoo de Madrid y embarcarse con ellos en una barca del Retiro. A las seis y pico de la tarde, cuando el tiempo escampó, habrían soltado, en vez de una paloma, una gaviota.

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