Punto de Fisión

La nada nadea y Ana Rosa tardea

La nada nadea y Ana Rosa tardea
La presentadora Ana Rosa Quintana. (Mediaset)

Según el Diccionario de la Real Academia, el verbo "tardear" tiene dos acepciones. La primera, detenerse más de la cuenta en hacer algo por mera complacencia, entretenimiento o recreo del espíritu. La segunda, referida al ámbito taurino, vacilar antes de embestir francamente. Nunca dejará de asombrarme la precisión milimétrica de la RAE, que en esta última definición añade el adverbio más pertinente y eficaz desde el punto de vista histórico e ideológico. Ignoro a quién se le habrá ocurrido la feliz idea de bautizar el nuevo engendro televisivo de Ana Rosa Quintana con el nombre de TardeAR, pero hay que felicitarlo efusivamente. Le va que ni pintado.

Por un lado, suena como una de esas órdenes de la mili que lanzaba el sargento de turno con el pulgar metido en el cinturón: "Derecha... ¡Ar! Izquierda... ¡Ar! Tarde... ¡Ar!". Durante la mili se tardeaba mucho, principalmente en la primera acepción, una experiencia patriótica que, pese a su desmesurado amor a España, se perdieron Jose Mari Aznar y Santi Abascal, y que ya no se arregla de ningún modo, ni siquiera metiéndose en guerras ajenas ni enfundándose camisetas del Ejército de Tierra dos tallas más pequeñas. Una de las grandes lecciones del servicio militar era no hacer hoy lo que podías hacer mañana o pasado mañana. También te enseñaban a vacilar antes de embestir francamente, sobre todo contra el sentido común.

Me doy cuenta de que también yo estoy tardeando lo mío a la hora de entrar en harina, no por mera complacencia, entretenimiento o recreo del espíritu, sino por la pereza tremenda que me da escribir otra vez sobre Ana Rosa Quintana. Nunca me he fiado mucho de los índices de audiencia, más aún desde que me enteré que la empresa que se dedica a husmear qué demonios ve la gente en casa utiliza un sistema de audímetros que no ha variado mucho desde que se ideó, allá por los años 40. Por lo visto, hay unos cinco mil audímetros instalados en toda España y cada uno de estos aparatos pretende representar aproximadamente a diez mil espectadores. Con una precisión similar se podría calcular la audiencia anotando las veces que una paloma caga en una antena durante la emisión de un programa. De hecho, me fiaría más de la paloma.

El caso es que los primeros datos de audiencia del programa de Ana Rosa no son los esperados en Telecinco, donde han visto con preocupación que el estreno se ha quedado muy por debajo de los números de Sálvame, su anterior apuesta para la siesta vespertina. Se conoce que los telespectadores roncaban mucho mejor con los alaridos teatrales y los despellejamientos ficticios de Jorge Javier y sus muchachos. Sin embargo, la apuesta cultural de Telecinco no cesa y se rumorea que uno de los próximos fichajes en TardeAR será Manuel Díaz, "El Cordobés", a quien no hay que confundir con Julio Benítez, "El Cordobés", ni con Manuel Benítez, "El Cordobés", el primero de la saga. Manuel Díaz nació en Arganda del Rey, pero el campo de atracción gravitatorio de Córdoba resulta demasiado fuerte para resistirse, hasta el punto de que en la casa natal de Antonio Gala en Brazatortas, Ciudad Real, hay una placa que anuncia: "En esta casa nació el ilustre escritor cordobés Antonio Gala".


Con Manuel Díaz, "El Cordobés", la segunda acepción de TardeAR, la taurina del vacile y la embestida, debería estar asegurada. Mientras tanto, Ana Rosa se consagra en exclusiva a la primera acepción, demorándose en el recuerdo de aquellas mañanas en que reinaba sin discusión en las telecloacas. Le va a costar adaptarse al nuevo horario, pero seguro que triunfa otra vez con su ración diaria de inmundicia informativa. Heidegger escribió una vez que "la nada nadea" y, salvo exégetas muy aguerridos, nadie está muy seguro de lo que quiso decir, aunque probablemente intentaba disimular que, aparte de uno de los grandes filósofos del pasado siglo, también era nazi hasta las trancas. La nada nadea y Ana Rosa tardea, francamente.

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