Punto de Fisión

El Senado como estorbo

Como muchos otros peatones y ciudadanos, nunca he tenido muy claro para qué sirve el Senado. Según la Constitución, representa al pueblo español, aunque entonces no queda muy claro cómo, por qué y para qué nos representa también el Congreso: debe de ser que los españoles somos muy propensos al teatro. A mediados del siglo XIX, la cámara alta se denominaba muy pomposamente Estamento de los Próceres del Reino y estaba ocupada por príncipes, infantes, aristócratas y altas jerarquías eclesiásticas, probablemente para que tuvieran algo en qué entretenerse.

Que se trata básicamente de un pasatiempo de señoritos y niños de papá me lo demostró hace muchos años un amigo senador que me invitó varias veces a visitar el Senado. Lo que más me llamó la atención fue el Salón de Pasos Perdidos, una lujosa galería decorada con lienzos históricos cuyo nombre ya lo dice todo. Mi amigo era senador prácticamente perpetuo por una provincia española en la que no sólo no residía ni con la que no guardaba el menor vínculo, sino a la que no iba ni de casualidad, ya que corría el riesgo de que un día sus electores lo conocieran y no volvieran a votarlo.

Lo más jugoso de aquellas conversaciones tenía lugar en el comedor, atiborrado de senadores y senadoras en el acto de mover el bigote. Podían haberlos retratado en otro lienzo que luego colgarían también en el Salón de Pasos Perdidos, aunque era una lástima que no llevasen los uniformes, las medallas y condecoraciones de los senadores decimonónicos. Me recordaban al capitán Stubing y al resto de la tripulación de Vacaciones en el mar, que se pasaban el día cenando.

Esta semana hemos descubierto que el Senado posee al menos una función básica: la de estorbar las leyes y decisiones aprobadas en el Congreso. El PP y Vox han registrado una propuesta con el fin de retrasar e incluso suspender la tramitación del proyecto de Ley de Amnistía. Otra cosa no, pero lo de suspender leyes y mandatos constitucionales es una especialidad de la derecha española: no hay más que ver lo que ocurre con el Consejo General del Poder Judicial, que debe renovarse cada cinco años y lleva cuatro completamente bloqueado, una Bella Durmiente jurídica que va camino de prolongarse indefinidamente sin que se rompa la Constitución, ni se hunda España, ni se caiga el cielo a cachos.

Tantos años con los mismos jueces, sin ducharse ni cambiarse de togas, huele ya a sacristía, a cloaca y a golpe de Estado, pero ahora el PP y Vox pretenden anestesiar directamente un proyecto de ley que retrasaría o invalidaría la más que probable investidura de Pedro Sánchez y la formación del próximo gobierno. Ya se sabe que las amnistías en la democracia española no son trajes de corte y confección sino levitas cortadas a medida para defraudadores fiscales, ministros de los GAL y militares díscolos con afición por sacar los tanques a la calle. En España siempre ha habido clases: golpistas e independentistas, senadores y diputados, delincuentes y delincuentes, amnistiados y amnistiados. Por suerte, ya sabemos para qué sirve el Senado.

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