Punto de Fisión

Lástima que se acabó

Me da mucha pena que hayan investido a Pedro Sánchez presidente, para qué vamos a engañarnos. Nos lo estábamos pasando tan bien con los espumarajos jurídicos de Abascal, las cencerradas poéticas de Feijóo y con Ayuso musitando "hijo de puta" ante las cámaras, que es una lástima que esto se termine. Desde que la derechita cobarde y la ultraderechita valiente ganaron las elecciones en la imaginación para perderlas luego en la realidad por unos miserables puntos -como en los últimos segundos de una final de baloncesto-, todo ha sido un no parar de reír, un festival del humor involuntario e irresistible. La política española no era tan divertida ni tan folklórica al menos desde que Manuel Fraga se bañó en Palomares embutido en un saco de cuello alto. 

Es cierto que, como se decía en tiempos de Fraga, Spain is different, porque en casi todas las democracias del mundo los políticos aceptan la derrota y a veces incluso hasta felicitan al rival que les ha vencido por la mano. "Estados Unidos ha hablado alto y claro" dijo hace unos años un candidato estadounidense después de comprobar que, tras el recuento de votos, se quedaba a las puertas de la Casa Blanca. En España, aparte de los toros y la paella, tenemos la marca distintiva de una derecha cavernícola, una derecha de mierda que ha preferido el método de Trump de enviar muchedumbres de búfalos bípedos al asalto del Capitolio. Ya quisiéramos contar con una derecha civilizada y liberal como en otros países europeos, pero aquí a Vox y al PP, como podemos ver cada noche en Ferraz, los representan el pollo franquista, el saludo nazi, las muñecas hinchables y el rezo del rosario. 

Además del juego limpio, el buen perder y el sentido común, hay un evidente déficit aritmético en los líderes de la derecha española, dos personajes que contaban una y otra vez con los dedos los diputados que les faltaban para la investidura sin hacer caso de las lecciones del Conde Draco. Les sobraban dedos. Tras su investidura fallida, Feijóo llegó a decir que no era presidente porque no le daba la gana, una exhibición de humildad parecida a la mía cuando aseguro que no soy Premio Nobel de Literatura porque no me gusta quitarle el pan a nadie. En el debate del miércoles se puso en ridículo por enésima vez corrigiendo a Sánchez, que había citado un verso de Antonio Machado, con un añadido que él también creía del poeta sevillano pero que resultó ser del cantautor Ismael Serrano. Asombra pensar que los gallegos han tenido tantos años al frente de la Xunta a un señor que ignoraba lo que sabía todo el mundo: que su amigo Marcial Dorado se dedicaba al narcotráfico. Lo mismo podían haber elegido de presidente a un pulpo a feira

Tampoco es que yo tenga muy buena opinión de Pedro Sánchez, un tipo muy guapo que no es más que un vulgar trilero de tres al cuarto, un tentetieso que siempre cae de pie, pero la verdad es que Sánchez, al lado de Feijóo y de Abascal, parece una mezcla entre Metternich y Pericles. No me gusta ni un pelo la maniobra con que ha decapitado a Unidas Podemos, colocando en su lugar a Sumar como un sucedáneo de progresismo, una especie de Ciudadanos de izquierda trufado de traidores y errejones. Ojalá me equivoque, pero ya veremos si, con el tiempo, Yolanda Díaz resulta ser algo más que un eco del PSOE. 

En cualquier caso, da mucha lástima que se acaben las manifestaciones nocturnas en Madrid, con la Santa Compaña vestida de punta en blanco y el desfile de fachas desatados. Un amigo me comentó que él va cada noche con la peña de los Ultrasur no tanto por protestar la ley de amnistía sino por correr delante de los antidisturbios como si fuesen miuras. Con un poco de suerte, pueden seguir cuatro años parando el tráfico y dando la barrila, y entonces el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo debería promocionarlos para que los extranjeros vayan a ver todas las noches otra muestra impagable de folklore hispánico. Unos sanfermines castizos, sí, pero sin Hemingway.  

Más Noticias