Punto de Fisión

Broncano y el teleplanismo

 

Broncano y el teleplanismo

Decía Groucho Marx que la televisión es un instrumento muy educativo, ya que cada vez que alguien la encendía, él se iba a otra habitación y se ponía a leer un libro. Y eso que, en la época a la que se refería Groucho, la televisión no había alcanzado las cotas de imbecilidad, bajeza y repugnancia con que nos deleita hoy día. Tiempos hubo -no demasiado lejanos- en los que podían asomarse a la pantalla escritores, científicos, artistas y filósofos; que entrevistaban a Cela, o a Dalí, o a Zambrano, y luego montaban una tertulia de intelectuales en lugar de una tertulia de chismosos, de periodistas vendidos o de Esperanza Aguirre.

Aparte de la misa dominical, de los informativos y de un boletín sobre toros, no hay nada que perdure de aquellos viejos tiempos de la caja tonta, lo que demuestra que España sigue siendo católica, apostólica y taurina hasta las trancas. A duras penas sobreviven unos pocos programas de literatura, de música y de cine con los que la televisión pública intenta colmar el desierto cultural de la parrilla. Lo cierto es que, como asegura Groucho, resultan muy educativos, no porque den ganas de ponerse a leer un libro sino porque a los cinco minutos dan ganas de arrojar la tele por la ventana.

Anda ahora la peña revolucionada porque en Masterchef un concursante defiende el modelo terraplanista sin más argumentos que un delantal y una barba. Dice el hombre que no sabemos cómo es exactamente la Tierra y que le cuadran más las vías alternativas que ha oído por ahí que la teoría que la ciencia "nos ha vendido hasta ahora". Ponte tú a explicarle a un cenutrio que la ciencia no es una tienda de ultramarinos y que las fotos de nuestro planeta tomadas por la NASA o por la Agencia Espacial Soviética en los años 60 y 70 no pueden estar editadas por ordenador porque los ordenadores de entonces eran sólo un poco más sofisticados que un frigorífico. Razonar con alguien así es una pérdida de tiempo, de argumentos y de masa encefálica. Lo mismo que ocurre con las vacunas, o con la conquista de la Luna: es muy difícil convencer a un tonto cuando se le mete algo en la cabeza, más que nada porque los tontos son muy ingeniosos.

Por otra parte, cabe preguntarse si alguien piensa que en un programa de cuecehabas como Masterchef iban a desfilar astrónomos, matemáticos, neurocirujanos o especialistas en física cuántica. Lo triste es que este festival de humillaciones públicas, especializado en el maltrato de concursantes y la defensa de la esclavitud hostelera, lleve más de diez años en antena a costa de las arcas públicas. Sin embargo, la noticia de la semana en el apartado audiovisual es el fichaje de Broncano por parte de RTVE, todo un escándalo para quienes consideran que la millonada que va a llevarse la productora estaba mucho mejor invertida hace unos años, por ejemplo, con las entrevistas jabonosas de Bertín Osborne a lumbreras de la talla de Jose Mari Aznar y Mariano Rajoy.

Desde El hormiguero, Pablo Motos y su equipo aseguran que el traslado de La resistencia a TVE es una maniobra destinada a eliminarlos de la parrilla, posibilidad muy remota pero que nunca ansiaremos bastante. En cierto modo, Broncano y Motos son muy similares en cuanto a lo insustancial y lo chabacano de su enfoque, pero al menos el primero no se dedica a hacer exhibiciones de machismo, a incomodar hasta la náusea a las actrices y cantantes entrevistadas, y a defender pseudoterapias o teorías conspiranoicas de chichinabo. Sí, hubo un tiempo en que la televisión pudo ser una ventana abierta al mundo. La lástima es que ahora sea como mirar una lavadora.

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