Del consejo editorial

La educación en la crisis económica

JORGE CALERO 

Los procesos educativos son especialmente sensibles al entorno económico y social en el que se desarrollan. Como el canario en la mina de carbón, dan señales tempranas de los riesgos, y algunas de las señales que se perciben en la educación española son preocupantes.

Un acercamiento al día a día de las escuelas nos permite observar las dificultades que tiene un número creciente de familias para hacerse cargo de los costes complementarios de la educación. Me refiero, por ejemplo, a los costes de comedor: estamos comprobando cómo, incluso las familias que reciben una beca parcial para cubrir los seis o siete euros diarios que supone el servicio de comedor, no pueden hacerse cargo del copago (dos o tres euros), cuando este existe. Algunos niños dejan de comer en la escuela los últimos meses del curso por no poder afrontar esta aportación; llegan incluso a regresar a sus casas y ya no asistir a las clases de la tarde. Los maestros y maestras nos dicen que, para muchos chicos, la comida en el comedor escolar es la única comida caliente del día. La crisis está poniendo en riesgo este recurso.

La señora Thatcher se ganó su sobrenombre de "milk snatcher" (la que roba la leche) en 1970. Como Secretaria de Estado de Educación, una de sus primeras medidas fue la supresión del vaso de leche que se ofrecía a los escolares de primaria británicos. Una medida universal que, según el ideario (neo)liberal, resultaba superflua: la leche de los niños la debe comprar la familia; el gasto en leche, además, es una carga innecesaria para el presupuesto público. Pero esos principios son más que discutibles en situaciones extremas. Muy extremas fueron, por ejemplo, en Argentina durante los años 2001 y 2002, cuando muchas escuelas debieron dar prioridad a las necesidades de alimentación de los niños por delante de a sus necesidades educativas. Y la actual crisis está poniendo a algunas familias en nuestro país en situaciones de necesidad que ya afectan a la educación de sus hijos.

La escasez de los recursos de las familias para afrontar todos los costes de la educación y la escasez de los presupuestos actuales para solventar la situación está erosionando, también, la cohesión social. La mayoría de los programas de becas de comedor y transporte educativo son competitivos, es decir, no se reconoce un derecho a la beca cuando se reúnen las condiciones objetivas, sino que se establece una lista de acceso en función de la situación del resto de demandantes. Muchas familias que no acceden a una beca sienten un agravio comparativo con respecto a las familias inmigrantes: los "culpables" quedan identificados de un modo suficientemente claro. Aquí, la xenofobia no requiere de grandes oportunidades para salir a la luz.

Este ha sido el primer curso de un sistema educativo tocado por la crisis económica. Al menos, el próximo también lo estará. Conviene estar atentos a que las situaciones de mayor necesidad no lleguen a bloquear el acceso real a la educación de grupos sociales con poca visibilidad y menos voz.

Catedrático de Economía Aplicada 

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