Del consejo editorial

Alquileres sin paquete

JOSÉ MANUEL NAREDO

El paquete de ayudas a los parados con problemas de pagos por vivienda,
que hoy se aprueba en el Consejo de Ministros, muestra un olvido significativo: los
parados que viven en pisos de alquiler. Lo que es grave, cuando el colectivo
de inquilinos en paro alberga muchas veces situaciones más
precarias que el de los que se han comprometido a acceder a la propiedad
de sus viviendas y dista mucho de ser despreciable en las grandes
ciudades. Dos razones pueden explicar este olvido. Una, que el apoyo a las personas
sea sólo una coartada para apoyar de nuevo a las entidades financieras, rebajando la morosidad
que se les viene encima, cuando estas entidades ya se habían visto bien
inyectadas, avaladas y arropadas por el Estado. Lo que no pasa con
las pobres personas que viven en  alquiler,por muy necesitadas que estén.
La otra razón sería el mero continuismo de una política que ve en la
vivienda en propiedad el único modelo digno de ser apoyado, aunque
cuente ya con muy notables apoyos. Pues las desgravaciones fiscales por
compra de vivienda superaron en 2007 los seis mil millones de euros,
afectando a seis millones y medio de declarantes (casi el 40%).
La creación franquista de un Ministerio de Vivienda orientado a
promover la vivienda en propiedad como vacuna contra la inestabilidad
social dio buenos frutos. Con la retórica falangista del momento, el entonces
ministro de Vivienda e ideólogo de Franco José Luis Arrese, decía
que para hacer "gente de orden" y asegurar el conformismo de la población,
había que facilitar su acceso a la propiedad de la vivienda,
atándola, además, con responsabilidades de pago importantes. Se desplazó, así, el régimen de tenencia
de las viviendas desde el alquiler hacia la propiedad. Pues el alquiler era entonces aplastantemente

mayoritario en las ciudades. Según datos del Censo 1950, en Barcelona,
sólo el 5 % de las viviendas estaba ocupado por sus propietarios,
en Madrid el 6%, en Sevilla  el 10 %, en Bilbao el 12 %, etc.
El empeño de promover la vivienda en propiedad vino a culminar
medio siglo después de haberse iniciado y un cuarto de siglo
después de muerto Franco. Si algo quedó bien atado después de
su muerte, fueron la política de vivienda y la práctica del "pelotazo"
inmobiliario. Un continuismo digno de mejor causa permitió no
sólo cambiar la cultura de alquiler a favor de la propiedad, sino convertir
a España en líder europeo en este campo y hacer del negocio
inmobiliario la verdadera industria nacional. Solamente se abandonó
la promoción pública de "alquileres baratos" vinculada al paternalismo
franquista, hasta el extremo de hacer de España el último
país europeo en porcentaje de vivienda social. Pero si la situación se forzó en un
sentido, también podría reorientarse en sentido contrario. Cuando la avidez de "invertir en ladrillos"
se apuró hasta el final, generando un stock de viviendas sobredimensionado
que nuestra población no alcanza ya a comprar, ni a habitar, es el momento de invertir
el modelo y no de persistir en él. La regulación y el fomento del
alquiler y la vivienda social son el medio razonable de paliar la delicada
situación actual. Son la única salida razonable para rebajarla presión financiera a la que se
ven sometidos los propietarios de ese enorme stock actual de viviendas
invendidas, desocupadas o infrautilizadas. A la vez esta opción resolvería la contradicción que supone
el hecho de que siga habiendo graves necesidades de vivienda en España, cuando es el país
que cuenta con más viviendas per cápita de toda la UE.

José Manuel Naredo es Economista y estadístico 

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