Del consejo editorial

La derecha, condenada a la corrupción

JORGE CALERO

Catedrático de Economía Aplicada

Desde hace pocos años, se ha incorporado al acervo de verdades políticas establecidas la idea de que los partidos de derechas no son penalizados por sus votantes por los casos de corrupción. Estadísticamente la afirmación es cierta, aunque siempre me ha dado la sensación de que el fenómeno se daba por descontado como una ley de la naturaleza o que se explicaba por medio de una supuesta falta de ética del votante de derechas. Los motivos para esta transigencia, sin embargo, están más bien en el ámbito de lo racional, de los intereses reales del votante característico de un partido de derechas. Siendo racional la respuesta del votante, podemos esperar que se mantenga a lo largo del tiempo si el entorno no cambia sustancialmente. Podemos también esperar que los partidos beneficiados por esa respuesta tomen buena nota y no sientan la necesidad de atajar la corrupción en sus filas. Todo ello conduce a que la derecha, en efecto, esté hoy por hoy condenada a la corrupción.
¿Qué motivos racionales dejan a un determinado tipo de votante indiferente ante la corrupción? Señalaré sólo tres de entre una lista bastante más extensa. Primero: ese votante defiende lo suyo al votar (sus recursos, sus rentas) pero no considera que el sector público, del que la corrupción detrae recursos, sea algo suyo. Siempre que sea posible, ese tipo de votante intentará huir de los servicios prestados directamente por el sector público (educación, sanidad, por ejemplo). Segundo, adicionalmente el votante al que me refiero no considera suyo algo que no contribuye a financiar de forma muy intensa: una presión fiscal baja, un sistema fiscal poco progresivo y amplias posibilidades para el fraude fiscal actúan en este sentido. Tercero, el votante considera que probablemente él caería en la corrupción de estar en una posición adecuada: al percibir al sector público como poco menos que un lastre para la economía y la sociedad, el saqueo aparece incluso como algo deseable.
Visto lo visto, ¿tiene realmente un partido como el PP incentivos para poner freno a la corrupción entre los suyos? Parece que no, que le puede ser rentable la actitud tibia que ha tenido hasta ahora. En su momento, Aznar pronunció la vana afirmación de que "el PP es incompatible con la corrupción". Como desiderátum, podría no estar mal. La realidad, sin embargo, nos ha ido acercando al actual paraíso de imputados.

Más Noticias