Del consejo editorial

Comprando tiempo

PERE VILANOVA

Catedrático de Ciencia Política

Las expectativas de que "esta vez" las negociaciones en curso entre el Gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina lleguen a buen puerto, no es que sean pobres, es que son inverosímiles. Claro, los focos están en el fin de la moratoria sobre nuevos asentamientos, pero cuando algo puede ir mal, va mal, y en este caso hay otro factor que va a complicar las cosas. Este pasado domingo, el Gabinete israelí aprobó (y el Parlamento lo hará en breve) el proyecto de ley sobre el Juramento de Lealtad al Estado Judío. Una anterior tentativa fue rechazada en mayo de 2009.

Dicho proyecto implicará modificar la actual legislación sobre nacionalidad, de modo que cualquiera que quiera adquirir la ciudadanía israelí deberá jurar lealtad al Israel como Estado democrático y como Estado judío. Hasta ahora, el trámite legal exigía lealtad (acatamiento de sus leyes e instituciones) al Estado de Israel, según una fórmula habitual en derecho comparado. Ello era compatible con el hecho de que algo más de un 20% de sus ciudadanos son árabes israelíes. La nueva exigencia no se aplicará, por cierto, a los extranjeros judíos que se acojan a la Ley de Retorno, pues se les concede automáticamente la ciudadanía.

Esta discriminación es denunciada (incluso por muchos judíos israelíes) como una provocación adicional e innecesaria a los árabes israelíes y a los palestinos de Cisjordania y Gaza en concreto. Israel ya tiene muchos problemas de credibilidad democrática (de hecho, si se compara con hace treinta años, cada vez más) por el tema de la ocupación. Pero ya que afirma ser un Estado democrático y de derecho, entremos en ese terreno: ello implica el principio de igualdad ante la ley, y por ello Israel tendrá que acabar decidiendo si es un Estado de derecho de ciudadanos libres e iguales, o de ciudadanos judíos, con lo que sus nacionales no judíos serán de otra categoría.

Netanyahu pretende situarse como "centrista" y "moderado" en un Gabinete con "extremistas" como Libermann. Barak se ha mostrado en contra y ha reiterado que debe mantenerse la moratoria. Y, al final, más de lo mismo. Y, sobre todo, más asentamientos y menos negociación. ¿Piensa este Gobierno que el tiempo jugará indefinidamente a su favor? Lo pone muy difícil a todos los que creen (dentro y fuera de Oriente Próximo) que cualquier solución pasa por dos Estados, pero viables y seguros los dos.

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