Dominio público

Sobre el cierre de Garoña

Jesús Caldera

JESÚS CALDERA

dominio-07-04.jpgEl Gobierno acaba de anunciar el cierre de la central nuclear de Garoña en 2013, una decisión que, siendo controvertida, en mi opinión es valiente y acertada, y que marcará un punto de inflexión positivo en la transformación de nuestro modelo energético de futuro.

Durante los meses previos a la decisión, el debate se polarizó en torno a dos posiciones, la de los partidarios de un cierre inmediato y la de los que solicitaban una prórroga por diez años más. Hoy, tras una decisión políticamente coherente y económicamente inteligente pensando en el largo plazo, el debate permanece en los extremos, pero se apagará mediáticamente en pocos días.

En todo caso, soy de la opinión de que las discusiones en torno a un tema con tantos matices como el del mix energético que debe tener un país deberían siempre enmarcarse en un contexto más amplio. Hoy, cualquier decisión en el ámbito de la energía debe tener como objetivo primordial la lucha contra el cambio climático y la necesidad de avanzar hacia un modelo económico y energético plenamente sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

El modelo energético español actual emite demasiados gases a la atmósfera y además se caracteriza por sufrir una enorme dependencia del mercado exterior, lo que nos condena a sufrir de una manera permanente los vaivenes del mercado internacional de crudo y de gas natural. De continuar apostando por el modelo energético actual, y teniendo en cuenta que las principales reservas de petróleo, gas natural y uranio mundiales se agotarán en cuestión de décadas, nuestro modelo será insostenible.

En este contexto han surgido algunas voces que ven en la energía nuclear la solución ideal para estos problemas. Sin embargo, la energía nuclear sigue presentando interrogantes que desaconsejan su utilización masiva. Los más importantes son: el problema del almacenamiento de los residuos a miles de años vista, las cuestiones de seguridad y proliferación nuclear y la escasez de uranio para abastecer la demanda mundial a medio plazo. Sin ir más lejos, la central de Garoña, a la que se acaba de poner fecha de cierre, produce el doble de residuos radioactivos que las centrales que aún permanecerán abiertas en España.

Por tanto, las decisiones políticas en materia energética no son una cuestión de preferencias caprichosas, sino que se trata de una cuestión de previsión económica para garantizar el suministro energético futuro, así como la sostenibilidad del planeta tal y como lo conocemos hoy.

Por eso la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña es un paso determinante para cambiar el modelo energético de España y avanzar a grandes pasos hacia un modelo plenamente sostenible, libre de emisiones de CO2, y de residuos radioactivos. La clave está en que el hueco de la energía nuclear y la procedente de los combustibles fósiles la vayan ocupando las energías renovables. Como destaca el informe presentado por la Fundación Ideas el pasado mes de junio, España ya es líder mundial en este terreno, pero puede consolidarse aún más y apostar por un futuro energético basado en un 100% de energías renovables. Las decisiones deben ser las adecuadas. Y el cierre de Garoña va claramente en esa buena dirección.

Además de las consideraciones estratégicas sobre el mix energético que debe tener nuestro país, hay algunos datos concretos que merece la pena destacar para entender la procedencia de esta decisión de cierre.

En primer lugar, la central nuclear burgalesa está llegando al fin de su vida útil de diseño de 40 años. Se cerrará con 42 años, para facilitar la transición por razones técnicas y laborales en la zona. Pero aquellos que protestan por no haberla prorrogado diez años deben tener en cuenta que la edad media de cierre de las 117 centrales cerradas en el mundo hasta hoy ha sido de 22 años.

En segundo lugar, Garoña ha protagonizado un tercio de los 17 incidentes notificados en España en el primer trimestre de 2009, lo que pone en entredicho la seguridad a largo plazo de la misma.

Además, se trata de una central pequeña que apenas produce un 1,35% de la electricidad en España. Por eso es perfectamente sustituible por fuentes energéticas alternativas. Nuestro país exporta energía desde 2004. El año pasado España exportó el equivalente al triple de la electricidad producida por Garoña.

Finalmente, una prórroga por más de los cuatro años que quedan hasta 2013 para el proceso de reestructuración económica del Valle de Tobalina sería un verdadero obstáculo para el cambio de modelo energético porque desplazaría inversiones potenciales en el sector de las energías renovables.

Es comprensible que, tanto por parte de la industria nuclear, que quería la prórroga hasta 2019, como por el mundo ecologista, que quería el cierre en 2011, haya cierta insatisfacción con el resultado. Pero en este tipo de decisiones hay que buscar el compromiso prudente entre las convicciones personales y un sentido más amplio de responsabilidad política y social. En este caso, creo que el Gobierno ha logrado un equilibrio entre la voluntad del presidente del Gobierno de convertir nuestro modelo energético en uno de los más modernos del mundo y la responsabilidad social de mantener los puestos de trabajo y favorecer el desarrollo económico de la zona. La decisión de cerrar la central en 2013 es una respuesta que tiene en cuenta los intereses de ambos lados de una manera muy ponderada, sin renunciar al compromiso político de abandonar la energía nuclear en nuestro país.

Así, el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, toma una decisión que posiciona a España junto a los países más avanzados en esta materia, como Alemania o Dinamarca, y que permitirá que nuestro país siga siendo la referencia del presidente Obama para explicar su apuesta personal por las energías renovables a nivel mundial.
La central de Garoña se abrió en la época de Franco, y Zapatero ha ordenado su cierre asegurándose que el camino hacia un modelo energético plenamente sostenible no tiene marcha atrás en nuestro país. Creo que, más allá de los intereses particulares, todos debemos alegrarnos.


Jesús Caldera
es vicepresidente de la Fundación Ideas

Ilustración de Patrick Thomas

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