Dominio público

El proyecto del catalanismo federalista

Miquel Iceta Llorens

MIQUEL ICETA LLORENS

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El catalanismo es un sentimiento cívico compartido, difuso y transversal, un sentimiento de aprecio por la tierra, la cultura, la historia y la lengua catalanas, que parte del convencimiento de que desde el autogobierno de Catalunya podemos construir una sociedad próspera y avanzada, libre, segura, justa y solidaria, un país en el que todos podamos desarrollar en plenitud nuestros proyectos de vida e intentar ser felices.

Por ello resulta ridículo el esfuerzo de Artur Mas y los suyos por intentar monopolizar el catalanismo y encerrarlo en las cuatro paredes de un único proyecto político, llevando hasta el extremo su vana presunción cuando afirman que quieren refundarlo como quien redecora su propia casa. Pero también debemos evitar otro error. El error de la radicalización estéril. Porque hay atajos que no llevan a ninguna parte. Y excesos de velocidad que se pagan caros.

Radicalizando a una minoría no movilizaremos a la mayoría. Contrariamente a lo que parecen querer algunos, no se trata de convertir a los nacionalistas en soberanistas o independentistas, sino de conseguir que el catalanismo sea atractivo para la inmensa mayoría, que se convierta en un sentimiento cívico ampliamente compartido, el proyecto nacional de la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya. Éste es el reto del catalanismo de hoy. En una sociedad que ha pasado, en un santiamén, de la Catalunya de los seis millones a la de más de siete millones y medio.

Precisamente uno de los méritos del catalanismo ha sido históricamente su carácter integrador, su capacidad de convertir en catalanistas a gente no nacida en Catalunya. Esta dimensión será todavía más importante en el futuro. El catalanismo sólo podrá prevalecer si es capaz de fabricar catalanistas. Y esto no se consigue ni por la vía de la imposición ni de la exclusión. Y todavía menos si, como propone Artur Mas, a partir de ahora ya no baste con vivir y trabajar en Catalunya para ser considerado catalán.

La gente apreciará el autogobierno si éste se asocia a buen gobierno. Del mismo modo, hace falta convencer a todo el mundo de la necesidad imperiosa de fomentar el conocimiento y la difusión de nuestra lengua, sin contraproducentes imposiciones. Si el catalán aparece como mera obligación administrativa, desaparecerá. Si es un instrumento de comunicación útil y prestigiado, prevalecerá. Si el autogobierno es visto como garantía de progreso, todo el mundo lo defenderá; si aparece estrictamente como el campo de batalla para dilucidar quién es más catalanista, se convertirá en algo estéril e inoperante.

La cuestión sobre el futuro del catalanismo se puede reducir a dos grandes perspectivas que, lógicamente, admiten muchos matices: o bien trabajar por un mejor autogobierno en el marco español (en base al desarrollo estatutario y de la evolución del Estado de las Autonomías en un sentido federal) o bien apostar por el soberanismo y la autodeterminación, preparando un acto de soberanía que separe a Catalunya del resto de España para constituir un nuevo Estado con la voluntad de incorporarse a la Unión Europea.

Ciertamente, o España se reconoce plenamente como plural y diversa o puede convertirse en un marco fracasado para la convivencia entre los pueblos que la integran. Todo depende de si se acaba imponiendo la actual reacción autoritaria, centralista y uniformadora que impulsa el Partido Popular, o de si se avanza en la vía de desarrollo de los nuevos Estatutos, tomando el federalismo como guía para la solución de los problemas pendientes y de los que en el futuro puedan plantearse; un federalismo adecuado a la realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüística de España.

Catalunya sólo puede sentirse cómoda en la España plural, y sólo podrá seguir siendo motor del desarrollo económico, social y cultural de España, si puede ser ella misma y es reconocida como tal, si obtiene el carbón necesario (financiación, infraestructuras e inversiones) para seguir siendo una gran locomotora de España, una punta de lanza europea desde la euro-región Pirineos-Mediterráneo, si puede reconocerse mejor en las instituciones comunes del Estado (Senado, Tribunal Constitucional) y si puede hacer sentir su voz y su lengua en las instituciones españolas y europeas.

El socialismo catalán reclama más autogobierno para Catalunya a través del pleno desarrollo del nuevo Estatuto, y más federalismo en España y Europa. Ideas que son a la vez utopías posibles y caminos de progreso y libertad. Para avanzar debemos tener una idea clara de la España que queremos construir, y con qué aliados pretendemos hacerlo. Para los socialistas de Catalunya está claro por dónde hay que empezar: con una nueva derrota del PP en las próximas elecciones generales y con un reforzamiento de las posiciones federalistas en el seno de la izquierda española y, en particular, del PSOE.

Pero avanzar en esta dirección exige también que en el resto de España se muevan las cosas, que los sectores progresistas y de izquierdas, empezando por el propio PSOE, lejos de acobardarse ante la ofensiva patriotera y neocentralista de la derecha y la extrema derecha, afirmen con valentía un proyecto español inclusivo en el que la cohesión no impida a los territorios más dinámicos seguir ejerciendo de motor y de vanguardia, en el que el pleno reconocimiento y el fomento de la diversidad cultural y lingüística no sea presentado de forma ridícula como amenaza para la pujante lengua castellana, y en el que los diversos grados de identificación nacional no impidan compartir el proyecto común de una España entendida como nación de naciones.

Miquel Iceta Llorens es viceprimer secretario y portavoz del PSC

Ilustración de Patrick Thomas

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