Dominio público

G-8: es hora de pasar a la acción

Eveline Herfkens

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Hoy se clausura en Italia la Cumbre del G-8, a la que España ha sido invitada para discutir, durante estas últimas sesiones, medidas que garanticen la seguridad alimentaria en todo el mundo y reducir así la extrema pobreza y el hambre.
El mundo se enfrenta a una crisis que ha superado ya el ámbito financiero, trasladándose a la economía mundial con graves consecuencias. Entre ellas que, a seis años de que venza el plazo fijado para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en el año 2015, el actual clima económico amenaza con deshacer o incluso invertir el progreso alcanzado hasta la fecha en la lucha contra la pobreza en el mundo. Tomar medidas de inmediato podría salvar decenas de millones de vidas.

Los países más pobres, los que menos han tenido que ver con el origen de esta crisis, se están llevando la peor parte. Antes de esta crisis, el mundo parecía estar en el buen camino para alcanzar, al menos, el primero de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio y reducir a la mitad el número de personas que viven en la pobreza extrema. Se habían registrado también avances muy significativos en muchos otros frentes, como la escolarización o la salud infantil. Ahora este progreso está en peligro: se estima que, en 2009, 100 millones de personas más de lo previsto antes de la crisis pasarán a vivir en la pobreza extrema. Tomar medidas de inmediato podría salvar decenas de millones de vidas.

Los gobiernos de los países en desarrollo tienen la responsabilidad, frente a sus ciudadanos, y, en particular, frente a los más pobres, de destinar la mayor cantidad posible de sus propios recursos a la lucha contra la pobreza. Pero el esfuerzo principal para atajar los efectos de esta crisis deben hacerlo los países ricos. Junto al argumento solidario, cabe recordar que la cooperación al desarrollo es también una inversión en nuestra propia seguridad y futuro. Hay asuntos que requieren una respuesta global, como el cambio climático, las presiones migratorias y el crimen organizado. Es, pues, nuestro propio interés actuar ahora.

En estos días, el G-8 ha tratado de dar respuesta a esta crisis discutiendo asuntos como la puesta en marcha de nuevos mecanismos de financiación, la seguridad alimentaria, la salud mundial y la educación. En su declaración final los líderes del G-8 reiteran que los Objetivos de Desarrollo del Milenio deben ser la hoja de ruta de sus obligaciones internacionales. Sin embargo, la mayor parte de las medidas anunciadas estos días por el G-8 forman parte de antiguos
compromisos.

No obstante, cabe reconocer que en este G-8 se ha dado un paso decisivo hacia la transparencia al publicar un informe por países en el que se evalúa el cumplimiento de sus compromisos en relación a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. También debe darse la bienvenida al acuerdo sobre establecer una evaluación internacional en 2010 que sirva para fijar las medidas necesarias para alcanzar los ODM en 2015.

Hoy, el G-8 y varios países invitados, entre ellos España, discuten además medidas para garantizar la seguridad alimentaria en todo el mundo y así cumplir al menos con el primero de los ODM –reducir la extrema pobreza y el hambre–. En este sentido, el G-8 ya ha reconocido la urgencia de que la Alianza Global para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria sea lanzada antes de que finalice el año. España ha sido un férreo defensor de esta iniciativa, en la que hasta el momento se han puesto 13.000 millones de dólares, y se espera que en la reunión que está teniendo lugar hoy se pongan sobre la mesa nuevos recursos. Sin embargo, no se podrá garantizar la seguridad alimentaria sólo con ayuda; es necesario que esta sea eficaz y coherente con el resto de políticas, especialmente las comerciales.

Por ello, es importante reconocer el esfuerzo del G-8 por intentar acelerar los compromisos existentes para mejorar la eficacia de la ayuda, esenciales a la hora de redoblar esfuerzos en la lucha contra la pobreza. Queda pendiente, no obstante, avanzar en el compromiso de que la ayuda sea predecible. Mejorar la calidad de la ayuda permitiría redoblar el valor de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y que esta pudiese desempeñar un papel catalizador en la asistencia a los países en desarrollo para alcanzar los ODM.

Otro cabo suelto es la Ronda de Doha sobre comercio, que sigue estancada mientras la práctica del proteccionismo continúa en alza, a pesar de las declaraciones que se han escuchado en esta reunión. Las necesidades de los países en desarrollo deben ser el centro de las negociaciones, como se prometió desde el principio. En particular, ya que la mayoría de los pobres del mundo vive en zonas rurales y depende de la agricultura, es hora de eliminar los subsidios a la exportación de los países ricos que distorsionan el comercio agrícola. La crisis de los precios de los alimentos de 2008 se fundamentó en décadas de políticas de este tipo, que han acabado por desalentar la producción en los países en desarrollo. El cambio de estas políticas debe ser el centro de cualquier esfuerzo internacional para mejorar la seguridad alimentaria.

Los pobres del mundo no necesitan más cumbres internacionales de las que surjan nobles declaraciones. Lo que necesitan es que nuestros gobiernos pongan a la práctica y de manera inmediata todas las medidas a las que se han comprometido –una y otra vez– para alcanzar los ODM.

Eveline Herfkens es ex ministra de Desarrollo en los Países Bajos y fundadora de la Campaña del Milenio de Naciones Unidas

Ilustración de Iker Ayestaran

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