Dominio público

¿Por qué es tan complicado y sencillo a la vez reducir la amenaza del Daesh?

David Perejil

Periodista y responsable de análisis de la Secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos

David Perejil
Periodista y responsable de análisis de la Secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos

No, no es una paradoja ni el autor de este artículo ha perdido, excesivamente, sus cabales. Las amenazas del Daesh —término despectivo que utilizan la mayoría de los árabes para convertir en "el que pisotea" las ansias de representar un Estado Islámico del grupo fanático— son muy difíciles, y a la vez muy sencillas, de afrontar para reducirlas y poder combatirlas con resultados.

Eficacia es precisamente aquello con lo que se contragolpea cuando se ponen sobre la mesa aquellas opciones que pasan por reducir el caldo de cultivo en el que el Daesh ha crecido, el caos de las guerras en Siria e Irak y su gigantesca financiación, con un presupuesto anual que podría rondar los 2.000 millones de dólares según diversas fuentes. No sólo se trata, que también, de reducir al máximo su apoyo social y fortaleza económica, para que el "pez se quede sin agua". Estos dos aspectos reflejan muy bien por qué ha crecido en estos años en medio de las miradas hacia otro lado de muchos países al oeste y norte del Mediterráneo.

Cuando se pone sobre la mesa la necesidad de que un diálogo político con todos los actores implicados concluya con la sangría en que ha devenido el conflicto en Siria y la combustión permanente de Irak, así como en la necesidad de que las soluciones vengan de un marco multilateral, algunas voces critican la supuesta irrealidad de la propuesta. Similar perplejidad muestran cuando se alude a la necesidad de reducir sus fuentes de financiación. Para esas voces, todo lo que no suponga una escalada de acciones militares parece condenado al fracaso. ¿Hay que recordar, acaso, que las intervenciones militares extranjeras en Afganistán, Irak, Libia o Yemen han tenido unos resultados desastrosos? ¿Hay que preguntarles a esas personas lo evidente? ¿Estamos hoy en más seguros que hace 5, 10 o 15 años en este rincón de Europa? ¿Lo están en Oriente Medio? ¿No es también clara la relación entre las dos últimas preguntas?

Digámoslo otra vez, alto y claro. El Daesh es un hijo bastardo de la desastrosa intervención militar liderada por EEUU en Irak en 2003, como reconoció, hace apenas unas semanas, hasta Tony Blair; del caos de la actual guerra regional intermediada en que ha devenido el conflicto en Siria, provocado en primer lugar por Bashar al Asad y luego acrecentado por, los hasta, 11 países que hoy bombardean el país, incluido el propio régimen y Francia desde septiembre; y de las ideologías fundamentalistas religiosas, en su versión wahabí, que lleva expandiendo Arabia Saudí en la región en los últimos 35 años.

Remarquemos otra lección que confirma cada nuevo desastre en la región. Abierta la ventana de impunidad internacional con la invasión de Irak liderada por el trío de las Azores, los muros de los marcos multilaterales de resolución de conflictos, necesitados de cambios, han saltado por los aires en la región. Como demuestra que Arabia Saudí resuelva sus conflictos políticos en Yemen con otra coalición militar que está arrasando ese país, o que Rusia se haya sumado a los bombardeos en Siria. De la impunidad de uno, se ha pasado a la de varios, con desastrosas consecuencias.

Repitámoslo de nuevo. En 2006 las amenazas de al Qaeda en Irak se redujeron a la mínima expresión, no sólo por la muerte de su líder Abu Musab al Zarqaoui sino por el mejor trato a las poblaciones suníes del país. En 2011, durante las manifestaciones pidiendo reformas en las calles de Dera'a y otras ciudades sirias no había ni atisbo del Estado Islámico. Tampoco lo había en el Iraq anterior a 2003.

Escribámoslo también una vez más. En 2011, en medio de las manifestaciones que derrocaron a Ben Ali y Mubarak, durante unos meses los cantos de sirena de los extremistas quedaron ahogados por las ansias de cambio de muchas personas. No desaparecieron de un plumazo, pero sí perdieron el oxígeno de conflictos en que pueden expandir su despreciable visión de la vida. Es más, cuando los partidos islamistas nacidos de la experiencia histórica de los Hermanos Musulmanes comenzaron a ganar elecciones, también perdieron parte del espacio en que predicar que su visión fanática de la religión.

Los movimientos que han permitido crecer al Daesh

Recordémoslo. En medio de la partida que están jugando las potencias regionales -Arabia Saudí, Irán, Catar y Turquía, entre otras- y mundiales -EEUU, Francia, Gran Bretaña y Rusia- el EI se aprovechado del hueco en que varios países han jugado a no combatir con firmeza al "enemigo de sus enemigos", mirar para otro lado o, directamente, dejar crecer un monstruo que, desde hace tiempo golpea y es combatido por las propias poblaciones locales: árabes, kurdas, asirias y yazidíes de todo tipo de confesiones musulmanas y cristianas. Lo ha recordado recientemente Ignacio Alvárez Ossorio.

Este juego ha estado encabezado, en primer lugar, por el régimen de Bashar al Asad, que excarceló yihadistas en 2011 al inicio de las protestas. Mientras arrasaba localidades enteras de su propio pueblo por el mero hecho de estar en el bando opositor, se cuidaba de no bombardear Raqqa o los avances desde el desierto hacia Tadmor (Palmira). En segundo plano, han estado aquellos actores —grupos paraestatales o personas— que decidieron financiar las milicias más extremistas entre las opositoras al régimen sirio, como hicieron los países del Golfo árabigo-pérsico, preocupados porque el vector democrático de las revueltas árabes alterara su posición en la región. Otros, simplemente dejaron hacer, como la permisividad para cruzar la frontera turca, especialmente señalada por el contrabando de petróleo. También, aquellos que no se preocuparon en exceso de investigar transacciones financieras desde Europa hacia la región, nuevamente a través de personas del Golfo. Con especial atención a la relación privilegiada de muchos países europeos y EEUU con Arabia Saudí, relación que el primer ministro británico David Cameron ha defendido en su parlamento bajo la necesidad de vender armas y comprar petróleo. Petróleo y donaciones siguen siendo cruciales para reducir las posibilidades del autodenominado EI ahora. Pero fueron cruciales en un primer momento, para evitar la rápida consolidación en los territorios conquistados por  Daesh y para evitar la diversificación de sus fuentes de ingresos:  venta de obras de arte, "impuestos" al transporte o refugiados, secuestros...

No se han librado del juego aquellos actores que han usado también el temor creciente y el rechazo del Daesh para justificar su acción armada en la región. El último caso es el de los bombardeos rusos, la mayoría de las veces en zonas opositoras con la nada velada intención de apoyar las zonas  controladas por el régimen. En la misma línea actuó Turquía el pasado verano. Tras sufrir graves atentados en su frontera, anunció también bombardeos contra el "terrorismo", que dirigió hacia zonas kurdas, pese a que los atentados apuntaban a la autoría del EI y se habían cometido contra kurdos en su territorio. Más complicado ha sido el papel de Hezbulá, cuya milicia manchó su prestigio en el mundo árabe, ganado en la última guerra contra Israel, con su intervención con tropas en Siria en el momento de máxima crudeza del régimen de al Asad en 2013. Sólo la irrupción del Daesh, le ha permitido recuperar parte de su respaldo, incluso en comunidades cristianas de Líbano ante el temor al mal mayor de Líbano. Y también de Israel, con su connivencia con Jabat al Nusra en la frontera del Golán. Lo ha recordado Santiago Alba Rico al citar que las alianzas son cada vez más promiscuas en la región.

Las palancas del cambio

Así que cuando oímos a alguien en algún debate esconderse bajo una capa de firmeza para decir a regañadientes que eso de ahogar la financiación es necesario, pero difícil, y aún más complicado es sentar a las potencias regionales y locales a negociar el fin de las guerras en Siria e Irak, debemos recordar varias lecciones.

Es complicado, y a la vez sencillo, actuar contra el Daesh si hay una verdadera voluntad, o hay tantas presiones sociales y políticas para que logremos que se investigue a fondo las relaciones entre los gobiernos europeos y sus aliados en la región. En cuanto a los desastres en la región, si no hay soluciones diplomáticas, sólo queda el incremento de la desastrosa escalada que vivimos. El último episodio, el derribo del caza ruso por Turquía, revela hasta que punto los límites de este juego. Con países destrozados, otros en tensión constante como Líbano o Jordania, y una guerra regional abierta, es el momento de presionar políticamente para lograr el menos malo de los acuerdos. Así lo recordaban fuentes diplomáticas en Beirut hace unos meses al evocar el fin de la guerra civil en ese país como un ejemplo para el fin del conflicto. También hay que recordar el éxito de las negociaciones entre EEUU e Irán que han evitado desastres aún mayores en una zona con demasiados fuegos abiertos.

Tengamos todo esto presente cuando la receta que se nos presenta para afrontar los desafíos exteriores de la amenaza del Daesh sean los mismos que nos han traído a un escenario mucho peor que hace 15 años. O cuando se califique las propuestas de Pablo Iglesias y Podemos frente al pacto antiyihadista como de análisis ajustados, pero "buenistas" o imposibles de llevar a cabo. Como si para resolver problemas complejos no hubiera que combinar corto, medio y largo plazo, soluciones de integración y mejoras en la inteligencia en nuestra Europa con una mutación de la política exterior en Oriente Medio.  Como si esas propuestas no estuvieran basadas en el runrún de  reflexiones y actividades de periodistas de la región, expertos y expertas, organizaciones de todo tipo -desde derechos humanos a militares.  Como si repetir el mismo esquema -jugar con fuego mediante alianzas que alimentan monstruos y pisotear cualquier legitimidad e intento de cambio desde las sociedades árabes- no fuera parte de las causas y no del conjunto de soluciones al  problema.

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