Dominio público

Cuba en el corazón

Luis Yäñez-Barnuevo

LUIS YÁÑEZ-BARNUEVO

01-09.jpgDesde muy joven sentí que la libertad era una necesidad vital del ser humano que se valora especialmente cuando no se tiene, y entonces en España carecíamos de libertad. Ingresé en el clandestino PSOE en 1962, con 19 años, para luchar por la libertad. Quiero decir con ello que un demócrata, antes que socialista, popular, liberal, cristiano o de cualquier ideología, debe ser un defensor de las libertades. Es decir, poner a las personas por delante de abstracciones como la Patria, el Partido, Dios, la Revolución o las Ideologías, como nos enseñara Albert Camus. Como socialista o socialdemócrata considero que no se pueden desarrollar políticas sociales ni de igualdad, ni contra todo tipo de discriminaciones, sin un marco de libertades, de democracia, sin un sistema legal garantista, sin una división de poderes en el que cada uno, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, conserve su autonomía e independencia en relación a los demás o con cualquier otro poder de los llamados

fácticos. Ya conocía el librito de Fernando de los Ríos en el que relata su viaje a Moscú en 1920 (Mi viaje a la Rusia soviética) y su conversación con Lenin, quien, a las preguntas del socialista andaluz sobre las libertades en la nueva URSS, contestó: "¿La libertad para qué?", a lo que el ilustre profesor de derecho político replicó: "La libertad para ser libres".
Por todo ello, para mí la lucha contra la patología totalitaria de la derecha –que es el fascismo– y la patología totalitaria de la izquierda –que es el comunismo cuando llega al poder– es la misma lucha. No hay socialismo sin libertad pero es que, además, el comunismo en el poder empobreció, y empobrece, las condiciones materiales de sus pueblos, además de privarles de la libertad. Y, hablando de libertades, recientemente he condenado el golpe de Estado en Honduras en este mismo periódico, porque era y es un gravísimo atentado contra la democracia y la soberanía popular. Entonces el PP español apoyó el golpe e IU lo condenó. Con Cuba se cambian las tornas. CiU y PNV son más consecuentes porque siempre han sido defensores de la democracia.

¿No podríamos PP, PSOE, IU, PNV y CiU mantenernos unidos en la defensa de la libertad allí donde se conculca, sea cual sea el disfraz que adopten los liberticidas?

Público me ha invitado, cosa que agradezco, a escribir este artículo a raíz de mi expulsión de Cuba el pasado 3 de enero desde el aeropuerto de La Habana, adonde acababa de llegar provisto de visado emitido por el consulado de Cuba en Sevilla con la intención de pasar cinco días con mi mujer en esa bella ciudad a la que amo tanto y donde tengo tantos amigos. No me dieron la menor explicación y, sólo dos días después, el embajador de Cuba en Madrid, Alejandro González, convocado por el Secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de la Iglesia, declaró que mi viaje "no era inocente" (sic) y que estaba en juego la Seguridad Nacional y la soberanía de Cuba. Un viaje privado que pretendía ser discreto, sin la menor intención publicitaria, se convertía así, por decisión del Gobierno cubano, en un asunto de Estado. Creo que erró en el cálculo.

Pero lo más preocupante de las palabras del embajador es que dijera: "Sabíamos lo que Yáñez pensaba hacer en Cuba".

Enseguida me acordé del libro de George Orwell 1984 y en la predicción del Gran Hermano que sabe hasta lo que piensan sus súbditos. En realidad yo no había organizado ninguna cita o reunión en Cuba, pero sí "pensaba" (¿leyeron en mi cerebro?) llamar a algunos de mis amigos como Manuel Cuesta Murúa, líder de la Corriente Progresista de Cuba, miembro de la Internacional Socialista, o Elisardo Sánchez, presidente de la comisión cubana de Derechos Humanos, ambos partidarios de la reconciliación nacional y del diálogo con el Partido Comunista de Cuba, en el poder desde hace 52 años.

Lo criticable no sería visitarlos, sino ignorarlos. Ambos han sido invitados durante años por el Grupo Socialista del Parlamento Europeo sin que les hayan permitido salir de la isla. Como tampoco pueden salir las Damas de Blanco, esposas de presos políticos de la primavera negra de 2003, a las que el Parlamento Europeo concedió el Premio Sajarov en 2005 y no pudieron ir a recogerlo. Por el contrario, altas autoridades del poder cubano entran sin problemas en Europa y realizan su agenda en el Parlamento Europeo sin la menor cortapisa. Esa es la grandeza de la democracia. Para una información completa sobre la Cuba de hoy recomiendo el libro del reconocido periodista Vicente Botín, Los Funerales de Castro (Ariel), que, salvo el título –no muy fino en mi opinión– es un magnífico relato sobre la realidad cubana que yo no puedo hacer aquí, y que además la escribe quien ha vivido en Cuba durante cuatro años (2005-2008) como corresponsal de TVE.

A mi juicio, la dialéctica simple castrismo-anticastrismo y menos el embargo que practica EEUU desde el principio de la revolución y que tanto daño ha hecho al pueblo cubano, aunque no tanto como la demencial política económica del castrismo, no son el camino para la salida del colapso que sufre Cuba hoy. El embargo ha proporcionado la coartada antiimperialista al régimen y ha contribuido a impedir cualquier avance en reformas que conduzcan a un mayor bienestar del pueblo y a una transición pacífica y ordenada a la democracia para la que hay que contar, sin duda, con muchos de los que hoy se consideran revolucionarios y comunistas. Lo contrario sería apostar a la catástrofe, al caos o a algo peor. El futuro de Cuba le corresponde decidirlo a los cubanos. Desde fuera, a los que tenemos a Cuba en el corazón nos toca expresarles nuestra solidaridad y simpatía.

Luis Yáñez-Barnuevo es eurodiputado socialista

Ilustración de Javier Jaén

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