Dominio público

Entonces, ¿cuándo toca redistribuir?

Miren Etxezarreta

Monedas de céntimos de euro. PIXABAY
Monedas de céntimos de euro. PIXABAY

Se está generalizando la idea de que estamos en puertas de una recesión económica. Todos los indicadores económicos y políticos globales y  los de Europa, en particular los de la UE, apuntan a una significativa desaceleración de la economía. Aunque parece que la economía española de momento, y a pesar de los avatares políticos, resiste bastante y mejor que otros países, es obvio que se va a ver afectada en su capacidad de generar riqueza.

Por lo tanto, las voces que recaban prudencia y moderación en los asuntos económicos se amplían. Especialmente respecto a las reivindicaciones de los trabajadores, muchos de los cuales todavía sufren las consecuencias de la crisis de 2008 y sus ajustes correspondientes. Al mismo tiempo  se acepta también de forma bastante mayoritaria que en la corta fase de recuperación (2015-2019), se ha restablecido la economía (es decir la capacidad de producir riqueza del país), han mejorado los beneficios empresariales, incluso  hasta la recaudación impositiva, pero la situación económica de la mayoría de los trabajadores no ha vuelto siquiera a la situación anterior a la crisis,  ni las clases medias, cuya suerte se ha deteriorado fuertemente han mejorado. La globalización, las externalizaciones, las subcontratas, la imprescindible competitividad mundial se han utilizado para explicar que no podía mejorar la situación social.  Testigo de ello es el nivel actual de los salarios, especialmente los de los nuevos empleos, la extensión y aceptación del empleo precario, y la fuerte inestabilidad de la recuperación del empleo.  Y ello sin mencionar siquiera como se ha deteriorado la situación no laboral a causa de los ajustes en el gasto público y otras políticas. Mucho menos todavía ha mejorado en proporción al aumento del  crecimiento, como debiera ser, porque ¿para qué se quiere crecer si no?

Es tan evidente esta situación que entre los estudiosos y los observadores que se ocupan de estos temas (incluso por políticos conservadores)  se observa una amplia y recurrente preocupación por el incremento de la desigualdad y la amplitud de la pobreza. No sólo en el Estado español, sino en todos los países ricos

Pero ahora resulta que de nuevo entramos en un periodo difícil cuando se vuelve a argumentar que ‘no se pueden’ hacer concesiones a la parte social. Se sostiene que no se pueden  exigir mejoras sustanciales en las condiciones de trabajo y los salarios en estas circunstancias. Mejoras absolutamente necesarias para recuperar, siquiera muy modestamente, todo lo perdido con la crisis y con unas políticas neoliberales de austeridad realizados en estas décadas por empresas y gobiernos. Y las instituciones internacionales siguen recomendando la austeridad.

¿Cuándo llega entonces  la época propicia a un reparto más justo  de la renta producida? Resulta que en el capitalismo actual, cuando llegan las crisis o las recesiones es imperativo apretarse el cinturón, pero en los breves momentos de auge logran no revertir la situación de todos aquellos que viven de su trabajo. Parece que son muy pocas las gotas que caen de la copa de champan del crecimiento.  Si, como es sabido, en el capitalismo las crisis y las recesiones son recurrentes e inevitables, se producen en periodos cada vez más cortos y, en los periodos de bonanza ni siquiera se recupera lo perdido ¿Qué pueden entonces esperar las clases populares (incluyendo las clases medias) de este capitalismo supermoderno, superglobal,  con todas las tecnologías más y más avanzadas? ¿Cómo es que incluso en los periodos de recesión se mantienen o aumentan los beneficios pero no se  diseñan formas de distribución que permitan condiciones laborales suficientes, ya que no satisfactorias, para quienes han de trabajar?

¿Cuáles son las perspectivas para los trabajadores?  Muchas de las graves turbulencias políticas y sociales  que están produciéndose en los países ricos, ¿no serán fruto de estas dinámicas más que debidas a la incapacidad o locura de los gobernantes o las dificultades de la economía?  ¿No será imperativo el plantearse este tipo de problemas en lugar de dejarnos atenazar por las turbulencias que presenta la escena política? Si en los periodos de auge aumenta la desigualdad, ¿cómo se va a resolver el tema de una distribución de la riqueza no ya justa, imposible en el capitalismo, pero que por lo menos permita una vida material sin grandes angustias e incertidumbres? Parece absolutamente necesario no dejarse dominar por las sucesivas coyunturas y abordar el tema de la distribución de la renta en una panorámica global, extremadamente competitiva,  en la que muchas personas no logran un salario suficiente y otras muchas nunca llegan a trabajar.

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