Dominio público

Salir de casa por humanidad y salud

Juanjo Rubio

Ingeniero biomédico. Exgerente del servicio navarro de salud – Osasunbidea. Exdirectivo del servicio de emergencias de la comunidad de Madrid

Un hombre cruza la madrileña calle de Serrano, prácticamente desértica, durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. REUTERS/Sergio Perez
Un hombre cruza la madrileña calle de Serrano, prácticamente desértica, durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. REUTERS/Sergio Perez

Salir de casa es imprescindible por salud física y mental; es además un derecho humano compatible con el distanciamiento físico necesario para disminuir contagios.

Obligándonos a permanecer confinados en nuestras casas sin salir, el gobierno central se está equivocando: vulnera su compromiso con los derechos humanos y perjudica gravemente la salud de toda la población. La declaración universal de los derechos humanos garantiza en su artículo 13 la libertad de movimiento para todas las personas; esto incluye desde la libertad para salir de casa hasta garantizar el pasaje seguro para las personas que buscan refugio. La salud es también un derecho humano universal, y es multidimensional; la necesidad de evitar contagios de un nuevo virus debe ser compatible con cuidar el conjunto de necesidades biofísicas, emocionales, mentales, funcionales, sociales y espirituales que también integran nuestra salud.

Ante la magnitud de la tragedia inmediata, con decenas de miles de personas fallecidas, el sistema de salud colapsado y el ecosistema económico despeñándose, el gobierno tiene que afrontar también su responsabilidad promoviendo la salud de la ciudadanía. Sin duda, prolongar un confinamiento estricto supondría un incremento en suicidios, depresiones y complicaciones en enfermedades crónicas, así como la pérdida de muchos años de vida.

Las personas mayores confinadas en soledad sufren un gran deterioro físico, social y mental; es urgente garantizar sus salidas autónomamente o acompañadas de sus familias, profesionales de servicios sociales o personas voluntarias con los medios de protección que puedan hacer falta. Los niños necesitan salir para correr y jugar; debería garantizarse de inmediato la libertad de salir en familia, todos juntos como ya están en casa; y donde sea posible, cuanto antes, debería poder organizarse el encuentro de niños para jugar garantizando la necesaria distancia física con la ayuda de educadores y voluntarios, o incluso llegando a tocarse con los medios de protección necesarios disfrazados si hiciera falta de astronautas. Maximizar los años de vida ajustados a calidad de las personas con enfermedades crónicas, requiere hábitos saludables como caminar; impedirlos es una negligente falta de atención sanitaria con gravísimas consecuencias funcionales, económicas y vitales. Hacer deporte, pasear, soñar, socializar, subir al monte, navegar, bucear, jugar con las olas o disfrutar de esta primavera sin que nos roben el mes de abril, deberían ser también opciones de nuestra libertad.

Es innegable que el confinamiento domiciliario ha sido una medida eficaz para disminuir contagios; ojalá se hubiera iniciado antes y es hora ya de hacerlo compatible con salir al exterior. En cada etapa, el gobierno debería definir unas reglas básicas para evitar contagios; sin embargo, como solo a nivel local se conocen las necesidades y posibilidades de la población, las soluciones concretas para salir de casa deberían delegarse a cada municipio porque no es lo mismo organizar salidas para personas mayores en un pueblo con pocos habitantes, que paseos para adultos en el parque de una ciudad o juegos infantiles en un polideportivo. El gobierno central podría definir claramente en qué circunstancias hay que llevar mascarillas o mantener distancias físicas, y se equivocaría dictando instrucciones generales limitando salidas de casa en todo el estado; dejar pasear solo a quien tiene perro o permitir desplazamientos únicamente para trabajar, demuestra falta de equidad e imaginación, y es inconsistente con el objetivo de evitar contagios. Es imprescindible y urgente delegar a cada municipio la capacidad de organizar horarios, espacios y procesos para que todas las personas puedan salir al exterior; en pueblos y barrios poco poblados y con mucho espacio, las soluciones serán muy sencillas; en zonas con alta densidad de población, quizás sea necesaria más imaginación coordinando con comunidades de vecino y utilizando medios tecnológicos como objetos físicos, semáforos lógicos o aplicaciones digitales.

Hemos fallado en casi todo, y aún nos está faltando compasión. Es inhumano e innecesario dejar morir solas a las personas en hospitales, residencias y domicilios; estamos sembrando una nueva fosa común de dolor en nuestra memoria colectiva. No hay limitaciones técnicas ni logísticas que impidan vivir con seguridad física las despedidas; para las miles de personas que aún van a morir con este virus, sería muy fácil habilitar espacios, diseñar procesos y contar con los medios físicos de protección que sean necesarios para que puedan estar en compañia de seres queridos hasta su último suspiro. Los rituales de despedida en comunidad son también necesarios por salud comunitaria, y no hay ninguna razón sanitaria para prohibirlos o limitarlos a un arbitrario número de personas; en cada municipio se pueden encontrar espacios y medios protección adecuados para que grupos de personas puedan reunirse en entierros y funerales sin contagios; incluso los abrazos pueden ser seguros contando con equipos de protección individual adecuados.

Liderar y delegar es clave para garantizar y promover nuestra salud. El gobierno central es responsable de definir las normas básicas, y puede confiar en la capacidad descentralizada de nuestra sociedad para organizarse responsable y eficazmente si se le delegan funciones. La ciudadanía está demostrando su compromiso social y generosidad autoorganizándose en redes solidarias de ayuda y equipos de trabajo para fabricar equipos de protección como pantallas de plástico y mascarillas de tela que se pueden lavar y reutilizar; cualquier protección es mejor que la desprotección.

Para salir de esta crisis, mucho más que pensamiento único y suficiente distanciamiento físico, necesitamos imaginación colectiva, acercamiento social, confianza y cooperación; en cada municipio podemos minimizar contagios maximizando nuestra salud y humanidad con salidas de casa y despedidas seguras.

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