Dominio público

La prostitución en la agenda feminista

Rosa Cobo

Profesora de Sociología de la Universidad de A Coruña y escritora feminista.

Pixabay.
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Las agendas feministas tienen una duración indeterminada. Surgen de la realidad social, es decir, de las opresiones más lacerantes que viven las mujeres, del clima cultural y político instaurado en esas sociedades, de las alianzas políticas que establece el movimiento feminista, de las políticas públicas que se aplican o de las alianzas que establecen los movimientos antifeministas contra las mujeres. Hay muchos factores que están detrás de la creación de las agendas feministas, como hay muchos factores detrás de las agendas de los partidos políticos o de los movimientos sociales. Las agendas se suelen consolidar en torno a alguna vindicación feminista. Cada ola feminista se ha articulado históricamente alrededor de una vindicación que se consideraba fundamental para la libertad y la autonomía de las mujeres, pero con otras muchas a su alrededor. Ahora que el feminismo es una realidad global, hay agendas específicas, pero también una lógica vindicativa global en la que se inscriben las agendas particulares. Esa lógica global, en el siglo XXI, no la articulan los países en los que el feminismo ha tenido mayor desarrollo en el pasado. Surge de la desigualdad y malestar que millones de mujeres sufren en todo el mundo. Es una opresión de la que necesitamos librarnos para vivir, que lastra nuestras vidas y priva de moralidad la vida colectiva. No es difícil identificar la violencia como el nervio de esa lógica feminista en el marco de la cuarta ola.

En nuestra sociedad, el aborto articuló durante décadas del siglo XX la lucha feminista. El feminismo analiza la expropiación de nuestros cuerpos como el origen del dominio masculino. No fue fácil que el feminismo diese espacio a otra vindicación que no fuese el aborto. Sin embargo, la violencia se abrió paso en la agenda feminista con una enorme fuerza. Las mujeres necesitábamos mostrar y sacar a la superficie esa herida tan profunda en nuestras vidas. La sociedad empezó a comprender que no todo es lícito en las relaciones de pareja, que lo privado no puede estar completamente blindado cuando hay violencia. No importaba que hubiese mujeres que no denunciasen. Aunque no lo hicieran, el feminismo comprendió que no era el consentimiento lo que mantenía a las mujeres en una relación de violencia.

Ahora estamos viviendo con la prostitución un fenómeno similar al que ocurrió cuando no parecía que fuese tan relevante políticamente la violencia patriarcal frente a la lucha por la legalización del aborto. Como en los años noventa, estamos viviendo un momento de transformación de la agenda feminista. En el marco de esta cuarta ola, la violencia contra las mujeres se ha agrandado como vindicación política y se ha identificado la violencia sexual como una de las grandes opresiones que lastran la vida de las mujeres, pero también como un factor de deslegitimación de las democracias. Como todas las vindicaciones, ha surgido de abajo, del malestar de tantas mujeres que han sufrido violencia. Esta lógica analítica y política de lucha contra la violencia sexual nos ha conducido a la identificación de la explotación sexual. Y esa es la razón por la que una parte del feminismo está luchando por colocar en un lugar central de la agenda feminista la abolición de la prostitución. No hubo consentimiento, aunque no hubiese denuncia, en las relaciones de violencia, ni tampoco hay consentimiento en mujeres que no tienen más que su cuerpo para sobrevivir en la prostitución.

La pregunta de por qué la prostitución debe ocupar un lugar visible en la agenda feminista tiene que ver con varias cuestiones. La primera es que la prostitución mercantiliza los cuerpos de las mujeres. ¿Es lícito que una sociedad segregue a un grupo de mujeres para uso sexual de los varones? ¿Debemos aceptar la regla patriarcal de que hay dos tipos de mujeres, las públicas y las privadas, las decentes y las indecentes? ¿Y que cada una de nosotras debamos mirarnos en uno de los dos espejos en función de dónde hayamos nacido? ¿Es éticamente asumible que los únicos cuerpos que no importan, los que se mercantilizan, sean los cuerpos de mujeres sin recursos y mayoritariamente de sociedades con altas tasas de pobreza? ¿Es aceptable semejante privilegio patriarcal? Pregunto a la izquierda si todo debe estar en el mercado, incluso los cuerpos de mujeres y niñas. ¿La sanidad debe estar fuera del mercado y los cuerpos de mujeres y niñas dentro?

La segunda cuestión está relacionada con el hecho de que la industria de la explotación sexual tiene un carácter central para el capitalismo más criminal, aquel que promueve la economía ilegal como estrategia de desarrollo. El capitalismo neoliberal, y los bárbaros del patriarcado que lo representan, promueven las economías ilegales como forma de obtener altos y rápidos beneficios y como forma de contribuir a los procesos de acumulación capitalista.

¿Por qué habría de importarnos a las feministas el destino de miles de mujeres con escasos recursos y sin apenas posibilidades de sobrevivir cuando, además, la mayoría ni siquiera son españolas? En primer lugar, porque todas las mujeres son nuestras hermanas y porque el destino de unas pocas nos compromete a todas. En segundo lugar, porque el segmento femenino formado por esas ‘otras’ no hace más que crecer e indudablemente llegará a muchas mujeres autóctonas y sin recursos. En tercer lugar, porque los sectores más duros del sistema patriarcal no quieren que los varones pierdan el ‘derecho natural’ de disponer de mujeres para su uso sexual. En cuarto lugar, porque hay que decir al capitalismo que no todo puede estar dentro del mercado, que nuestros cuerpos no son mercancías, que no aceptamos la segregación patriarcal que significa poner a un grupo de mujeres con pocos recursos y pertenecientes en su mayoría a comunidades inferiorizadas culturalmente en el mercado para uso sexual de todos los varones.

El movimiento abolicionista reclama una ley que penalice a proxenetas y puteros y exige el fin de los burdeles y pisos para la prostitución, pero también una renta universal para que las mujeres no se vean obligadas a sobrevivir en la industria de la explotación sexual. La lucha contra la prostitución ha entrado en la agenda feminista y ha venido para quedarse. No se va a ir porque la prostitución crece y la violencia alrededor de la prostitución también. El destino de un grupo de mujeres nos compromete a todas, igual que el asesinato de George Floyd en EE.UU. compromete a toda la comunidad negra.

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