Dominio público

¿Crisis del mercado o del bienestar?

MANUEL GRACIA

Seguramente, lo único bueno que tiene –si es que tiene algo– la crisis económica global que estamos viviendo es que puede ser la oportunidad para comenzar a pensar y actuar en otro modelo de crecimiento económico y bienestar social, para poder preservar lo ya conquistado y para superar los errores del pasado inmediato.

A mi juicio, no es el Estado del bienestar lo que está en cuestión, sino un modelo económico que se ha basado en la actividad especulativa y no en la productiva. Ese modelo es el que ha entrado en crisis desde el estallido de la burbuja financiera, y de lo que se trata, desde una perspectiva progresista, es de poner los cimientos para un nuevo modelo no especulativo, que asegure la pervivencia de la redistribución, que tenga como fin último una sociedad en la que todos los seres humanos tengan iguales oportunidades para ejercer con plena libertad sus derechos fundamentales.

El Estado del bienestar fue el resultado de una convergencia de largo alcance entre la socialdemocracia y la democracia cristiana en la Europa de la posguerra. A partir de los años ochenta del siglo pasado la hegemonía del pensamiento ultraliberal cuestiona la viabilidad financiera y fiscal  de ese modelo; es esta derecha defensora a ultranza del mercado como único factor no sólo de producción sino además de distribución, quien rompe de facto el acuerdo sobre el Estado del bienestar, y quien propugna sucesivas oleadas "reformadoras" para su desmantelamiento progresivo. Aunque si ahondamos un poco, lo que verdaderamente se esconde tras este "reformismo" es la voracidad de la especulación financiera, que tras devorar el ladrillo busca ahora el apetitoso bocado de la atención sanitaria y las pensiones de jubilación de los centenares de millones de habitantes de la Unión Europea.

El mercado, incluso con mayores dotes de regulación que en la actualidad, no basta para garantizar la igualdad real de oportunidades; cada vez la brecha de la desigualdad se ahonda. El riesgo de la izquierda europea y española es que, abocada a asumir los recortes en las políticas de redistribución como coyunturales y necesarios para soportar las embestidas de los mercados, podría llegar a asumir que esos recortes son requisito para la viabilidad del Estado del bienestar, lo que llevaría a su desmantelamiento.

El nuevo modelo tiene que ser sostenible económicamente, garantizar un progreso que no lleve dentro de sí el germen de nuevas crisis sistémicas y apostar por un crecimiento basado en el conocimiento y en nuevas fuentes renovables de energía. Tiene que ser sostenible socialmente, garantizando los derechos de todos y haciendo de la educación y la innovación la base del progreso social. Y tiene que ser sostenible medioambientalmente para que la explotación de los recursos naturales sea racional, y darle así una oportunidad a las próximas generaciones. La cuestión, pues, es llegar a una nueva alianza que renueve el Estado del bienestar sin renunciar a sus fines, y para ello es inexcusable que se analicen los intereses en juego entre los distintos sectores, clases y grupos de las sociedades actuales, para a partir de ahí tejer una red de complicidades que sirva de sustrato para las posteriores alianzas sociales y políticas.

Viendo qué sectores sociales son más directamente castigados por la crisis podemos obtener algunas pistas de quiénes serían los sujetos de esa hipotética alianza: los demandantes activos de empleo, los autónomos y las pymes afectados por las restricciones crediticias, las mujeres y los hombres que necesitan conciliar vida laboral y familiar, los jóvenes que necesitan emanciparse, los trabajadores con empleos precarios de escasa cualificación, los auténticos emprendedores y las empresas de economía social, los preocupados por el agotamiento de los recursos naturales, todos ellos –por citar algunos– están objetivamente interesados en una salida a la crisis que comporte una renovación del Estado del bienestar.

La tarea para la izquierda europea y española es conseguir que los intereses objetivos de esos grupos y sectores sociales se conviertan en intereses subjetivos, es decir, poner las bases para la movilización de esa amplia mayoría social, encontrando las líneas transversales que podrían servir de armazón ideológico a este conglomerado social. No se trata de buscar coincidencias de intereses, sino de definir ejes que puedan a la vez servir para que cada grupo se identifique con el conjunto, así como para diferenciar al conjunto de las posiciones conservadoras. Se trata de que todos ellos sepan que la próxima oleada conservadora acabará impulsando un modelo social raquítico, de "sálvese quien pueda", o como le llaman los conservadores americanos, de "capitalismo compasivo", y de que reaccionen ante ello.

Equidad, defensa de lo público, transparencia, austeridad, evaluación de políticas públicas, sostenibilidad, innovación, progresividad fiscal, igualdad de trato, participación ciudadana, laicismo, son algunos de esos objetivos movilizadores en torno a los cuales construir un proceso de rebelión social contra la dictadura del mercado, una auténtica alianza por el bienestar.

 

Manuel Gracia es diputado socialista por córdoba y vicepresidente primero del Parlamento de Andalucía

Más Noticias