Dominio público

Sálvese quien pueda (con dinero público)

Ana Pardo de Vera

Directora corporativa y de relaciones institucionales de 'Público'

Cuanto más liberales se jactan de ser los/as políticos -mucho mejores que esos socialcomunistas que solo buscan ciudadanos subvencionados (votantes futuros) y un Estado intervencionista, dónde va a parar- más claman por el dinero público hasta para comprar el pan. Cuanto más liberales se declaran, menos impuestos dicen cobrar cuando gobiernan, más libremercado juran defender y más insisten en privatizar los servicios públicos, más se rasgan las vestiduras porque los progres bolivarianos del Gobierno de Sánchez no dan dinero "a empresarios", grandes o pequeños, para mantener su negocios abiertos, particularmente aquellos vinculados directa o indirectamente al turismo, nuestro puntal económico.

La obsesión de estos (neo)liberales contra el Gobierno de coalición les ha llevado ahora a la desesperación más absoluta, cuando una pandemia -y en algunas zonas más, un temporal de nieve y frío- se lleva por delante todos sus principios thatcheristas y carecemos de recursos suficientes para hacerles frente, con especial incidencia, en una sanidad pública consumida por los recortes ideológicos del PP, sobre todo, pero también de un PSOE sumiso a esa misma ideología de los poderes europeos y mundiales con la crisis de 2008.

Oigo y leo siempre con gran interés a estos liberales económicos, sobre todo a los incondicionales de la ex primera ministra británica, de la Dama de Hierro, epítome del libre mercado y el individualismo que nos ha traído hasta aquí, a España y al resto del mundo. Los seguidores de Margaret Thatcher tuitean e instagramean sus frases constantemente, contundentes como ésta que dijo en un discurso en la BBC en 1975, cuatro años antes de llegar al 10 de Downing Street: "A aquellos que están tentados a girar hacia la izquierda permítanme decirles esto, en palabras atribuidas a Abraham Lincoln: tú no puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte".

Me he acordado de esta frase y de los thatcheristas españoles cuando el Gobierno, patronal y sindicatos han anunciado la prórroga del acuerdo sobre los ERTE hasta el 31 de mayo este martes, casi al mismo tiempo que hablaba sobre los toques de queda la presidenta de Madrid, thatcherista declarada y hasta apodada la Dama de Hierro por  The Times cuando decidió ir contra las normas del Ejecutivo central contra el coronavirus al principio de la segunda ola, después del alegre verano español. Isabel Díaz Ayuso, siempre con sus empresarios, ante las peticiones de mayores restricciones por parte de científicos, epidemiólogos y sanitarios otra vez desbordados, pero también de presidentes autonómicos de su partido, como el de Castilla y León, entre otros, ha sentenciado, muy tatcherianamente que "para arruinar a la hostelería", no cuenten con ella. Como si Alfonso Fernández Mañueco o Ximo Puig pretendiesen arruinar a la hostelería.

Se quejan los liberales de que el Gobierno está dejando de lado a los empresarios (parece que la CEOE y la Cepyme también, si nos atenemos al acuerdo de los ERTE con el Gobierno y los sindicatos), a los emprendedores "que madrugan", como dice Vox, por no permitir su apertura en una situación de 200, 300 ó 400 muertos diarios. Diarios. Si todos fuéramos como Ayuso, podríamos decir que dando la vuelta a la retorcida frase de la presidenta, su significado sería que prefiere la enfermedad y la muerte antes que la ruina, como si esa dualidad no estuviera ya suficientemente superada. Un ejemplo: hemos sabido que las cadenas Meliá, Riu y Barceló han tenido que cerrar 25 de sus 47 hoteles en Canarias por falta de turistas; de poco ha servido su apertura si la falta de salud y la prevención del virus no ha traído visitantes a las Islas. No hay economía sin salud, ni salud en la pobreza.

Estoy segura de que ni el Gobierno quiere la ruina de la hostelería, uno de nuestros grandes motores económicos (Sánchez no solo sería malvado, sino que también sería imbécil), ni la Dama de Hierro patria quiere contagios y muertes. Solo recordar a la presidenta madrileña y a todos los liberales que piensan como Thatcher y Lincoln, que los ERTE no solo ayudan a los trabajadores a no ser despedidos, sino que ayudan también a sus empleadores, a los empresarios, a los emprendedores "que madrugan" a tirar para delante. También el acuerdo con los autónomos y las ayudas, líquidas o no, a establecimientos de ocio, en proceso aún.

El diálogo social, el acuerdo ídem, y no una cuestión de fuertes sobre débiles o viceversa, es el que resuelve las cosas con la imprescindible intervención (sí, "intervención") del Gobierno de un Estado que debe ser fuerte y debidamente financiado por todos los ciudadanos y en función de sus ingresos bajo el parámetro más democrático: el del interés general, colectivo. Retorcer el relato sobre el odio del socialcomunismo (más socialdemócrata que nunca) al empresario no casa de ninguna forma ante hechos tan contundentes como el acuerdo fajado con horas, sudor y convicciones de Yolanda Díaz y la mesa de diálogo social. Ahora, confinen y vacunen a destajo. Estamos muy cansadas.

Más Noticias