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Alberto Garzón 'dry aged'

Sato Díaz

Alberto Garzón 'dry aged'
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, bebe agua durante una Comisión de Sanidad y Consumo en el Congreso, a 16 de junio de 2021.– E. Parra / EUROPA PRESS

Vivimos en la moda, nos dejamos llevar por los impulsos colectivos, nos apropiamos de costumbres que hoy nos parecen de toda la vida cuando tan solo las llevamos practicando unos pocos días. Somos nosotros y nuestras circunstancias orteguianas. Aunque las circunstancias en estos tiempos tienen mucho que ver, no solo con el aspecto material, sino también con lo simbólico, lo discursivo y lo marketiniano, es decir, también se pueden describir, como un relato. ¿Angus, rubia gallega o wagyu? ¿New York, T-Bone o Porterhouse? ¿Tal vez ojo de bife o entraña? ¿Muy hecho, poco hecho o al punto?

Pedro Sánchez, lo tuvo claro: al punto. La respuesta del presidente del Gobierno sobre la propuesta lanzada esta semana por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, para reducir la carne en nuestras dietas (en consonancia con lo que recomienda la ciencia por nuestra salud y la propia del planeta) pareció espontánea, pero en el dirigente socialista poco hay de improvisado. "Al punto", dos palabras que pretendían conectar rápidamente con ese sector de población que ya ha normalizado cenar chuletones los viernes por la noche, elegir el grado de tueste en parrilla de los mismos, cuando no el tipo de carne, origen de la misma y corte más gustoso. No solo somos consumidores de un producto, lo que mola es ser también expertos en el mismo.

El presidente abrió la veda de la cacería contra el ministro comunista y los predadores de dientes afilados, ansiosos de carne ensangrentada, han propiciado el gran ensañamiento público y político del verano (al menos de momento, que todo es susceptible de ser superado en el Grand Prix de la política). La crisis de Gobierno anunciada este sábado ha hecho correr un tupido velo. Pero las reacciones a la campaña de Consumo de estos días han igualado a socialistas y populares, como antaño, como si el Régimen del 78 hubiera de llamarse ahora el régimen de la carne roja. Y he aquí, quizás, por donde le ha salido el tiro por la culata a Sánchez, pues el PSOE es hoy, a ojos de la gente concienciada, un partido menos ecologista, menos verde y menos comprometido con la lucha ante la emergencia climática que hace unos días. Construir una imagen en política cuesta mucho, destruirla, tan solo unos segundos, quizás dos palabras: "Al punto".

Cómo sería la marabunta contra Garzón que los silencios atronadores de muchos compañeros de filas y dirigentes de Unidas Podemos se hicieron demasiado largos frente al griterío de adversarios políticos. Quizás los asesores estaban calibrando si el de IU se acababa de quemar en la parrilla o si aguantaba la cocción. Hasta hace unos días, Garzón era un ministro del que poco o casi nada se hablaba, que pasaba desapercibido, lo peor que puede ocurrirle a un político en la era de la adicción comunicativa. Esta semana ha ganado una presencia notoria y, aunque la caverna mediática se empeña en hacer de él carne para la picadora, el de IU es hoy un poco más símbolo para ecologistas, para aquella gente que cree que las instituciones públicas han de velar por la salud de las personas y del planeta.

La polémica del chuletón ha servido también para situar a IU (la coalición izquierdista nacía en 1986 ya con un relevante componente ecologista) dentro del imaginario del espacio político verde en disputa. La visibilidad de Garzón de las últimas jornadas y la beligerancia con la que los sectores conservadores han disparado (como si una pieza de caza menor se tratara) contra él también le aúpa como rostro del liderazgo colectivo que se ha de ensayar en Unidas Podemos una vez que Pablo Iglesias se apeó de la política diaria e institucional.  

Si el éxito de una campaña de comunicación se mide en el impacto que esta genera en la sociedad, la campaña del Ministerio de Consumo ha funcionado, a pesar de que en el tablero polarizado para ganar adeptos haya que ganar enemigos. Hoy, hay más consciencia ciudadana sobre las implicaciones que tiene para la salud y la huella ecológica que deja el consumo abusivo de carne. El grueso social atisba mejor la diferencia entre lo que es ganadería intensiva y extensiva y las consecuencias de las mismas. Además, las formas son también hoy un bien en sí mismas, y frente a las barrabasadas que hemos podido escuchar desde los atriles públicos contra un representante electo por la ciudadanía, Garzón no ha alzado la voz, ni ha recurrido al grito o al desprecio. Ha explicado, ha celebrado la pedagogía y se ha recorrido los platós y las redacciones para dar la cara, tal y como recogimos en Público en la primera entrevista tras la presentación de la polémica campaña, justo antes de que la guerra del chuletón estallara.

A Garzón, a pesar de los pinchazos recibidos durante las últimas jornadas, le ha salido bien la semana comunicativamente hablando. Una vez conocida la remodelación del Gobierno, podemos afirmar que le pillará en su despacho del Paseo del Prado la entrada en vigor, el próximo septiembre, de la regulación de la publicidad de las casas de apuestas en las retransmisiones deportivas. Garzón, que era un ministro crudo hasta ahora, ha madurado en seco (dry aged) en la última semana.  Este tipo de maduración consiste en conservar la carne en unas condiciones de humedad y temperatura controladas para lograr mantener el mejor sabor primario de la misma. La remodelación del Gobierno hace que "la guerra del chuletón" parezca algo del siglo pasado. Pero fue hace pocas horas cuando estaba en el candelero. Las modas pasan, pero algún poso consigue permanecer.   

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