Dominio público

Si quieren nos dejan sin luz

Gloria Santiago

Los expresidentes Felipe González (i) y José María Aznar, en una imagen de archivo. - Eduardo Parra/ EUROPA PRESS
Los expresidentes Felipe González (i) y José María Aznar, en una imagen de archivo. - Eduardo Parra/ EUROPA PRESS

Hay una canción de Los chikos del maíz que mucha gente conocerá. Se titula Mi novia es de derechas. Uno de los versos dice: "Ella se siente libre, yo oprimido".

Me extraña que alguien se sienta libre ante la amenaza de las eléctricas de cerrar las centrales nucleares y suprimir de golpe un 20% de la energía del país. La realidad llega de un tiro: ante las élites poderosas, nadie es libre.

En la que sería su última campaña electoral estatal, Pablo Iglesias subió al escenario y señaló que hay gente fuera del Gobierno que manda más que el Gobierno. Habló de élite, de grandes empresarios y de fuerzas de la cúspide que manejaban hilos lo bastante pesados como para convertir en títeres a presidentes del gobierno. Las eléctricas entran en esa lista.

Pero vamos a ponerle nombre propio a esto. ¿De quién hablamos cuándo hablamos de "las eléctricas"? En este país se han ido incorporando a los consejos de administración de grandísimas empresas importantes excargos públicos. Por Endesa han pasado muchos, entre ellos José María Aznar y Luis de Guindos (PP), también Elena Salgado (PSOE). En otra puerta giratoria llegó a Iberdrola Manuel Amigo, que había sido consejero de economía en la Junta de Extremadura por el PSOE. A Felipe González lo colocaron en Gas Natural-Fenosa. Las eléctricas no son un ente impersonal, son una extensión del clientelismo político, que ha campado a sus anchas por España.

Según la ley, son servicios esenciales los "necesarios para el mantenimiento de las funciones sociales básicas, la salud, la seguridad, el bienestar social y económico de los ciudadanos, o el eficaz funcionamiento de las instituciones del Estado y las Administraciones Públicas". Parece que la electricidad entra en esa lista.

Ahora tenemos que aguantar los llantos de las eléctricas porque no quieren que les quiten los "beneficios caídos del cielo". Su reclamación es una grosería. Hablamos de más de 2.600 millones anuales a costa de impuestos a la gente y que ahora el gobierno quiere redirigir a consumidores y pymes.

Las eléctricas y las manifestaciones durante el confinamiento en la calle Serrano de aquellos pijos enfadados me suena a lo mismo: a rabieta. Cuando la clase privilegiada reclama mantener sus privilegios no protesta, hace chantaje.

Unidas Podemos lanzó un paquete de medidas para bajar la factura de la luz. Faltaba que el PSOE estuviera por la labor y por fin resulta que sí se podía. Como también se pudo subir el salario mínimo y crear un escudo social de protección frente a la crisis de la pandemia. Hemos atravesado los límites de lo que parecía imposible, otra vez. El New York Times hilaba fino calificando a Podemos como "un partido comprometido con la protección de los hogares más vulnerables". Es fácil estar del lado de la gente cuando no tienes intereses por arriba.

Si las eléctricas finalmente cumplen su amenaza podrían dejarnos sin luz ni calefacción el tiempo que les dé la gana. Unos pocos peces gordos poniendo en jaque al bienestar y a los derechos esenciales de un país. Bienvenidos a la realidad de la privatización de los servicios esenciales. Pero ojo, porque el Código Penal recoge una figura que podría servirnos. El artículo 281.1 regula el delito contra los consumidores por detraer del mercado materias primas o productos de primera necesidad, con la intención de desabastecer un sector del mismo, de forzar una alteración de precios, o de perjudicar gravemente a los consumidores.

Tanto si cumplen su amenaza como si no, simplemente por el mero hecho de haber lanzado un pulso al gobierno y menospreciar la soberanía popular, debería echarse mano al 128.2 de la Constitución. En salvaguarda del interés general y para proteger a la población podría intervenirse el mercado eléctrico y por fin contar con una empresa pública, como ya tienen muchos otros países europeos.

La privatización de los sectores prioritarios para el bienestar de la gente como la sanidad, la educación o la energía es un robo autorizado por el bipartidismo. Conlleva asumir aquí que la prioridad del servicio no vas a ser tú, van a ser sus beneficios. De ahí nuestro empeño en apuntalar lo público. No tiene más vuelta que la protección de las familias.

Pablo Iglesias lo dijo en esa ya histórica campaña del 2019: hay quienes mandan más que el Gobierno. La élite poderosa es la novia de la derecha y también lo ha sido del Partido Socialista, ellas se sienten libres y les gusta hacernos notar que los de abajo somos los oprimidos. Ahora si quieren nos dejan sin luz. Como podría ser que un día, ante un gobierno maniatado por arriba, las presiones externas nos dejen sin colegio gratuito o sin sanidad pública.

Lo cierto es que -esto va a doler- nos hayas votado o no, sabes perfectamente que si ahora resulta que se puede bajar el precio de la luz es porque Unidas Podemos está en el gobierno. Y eso significa que la soberanía popular está por primera vez en un gobierno garantizada.

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