Dominio público

Dorothy Counts como inspiración antirracista

Serigne Mbayé

Diputado de UP en la Asamblea de Madrid

Dorothy Counts como inspiración antirracista
Dorothy Counts.- Flickr

Dorothy Counts es una chica que fue símbolo en la lucha contra la discriminación: fue la primera estudiante negra en un instituto y la recibieron con escupitajos e insultos.

En la foto se ve a Dorothy Counts entrando a su instituto en su primer día de clase. A su alrededor, la gente la insulta y la escupe. Era la primera estudiante negra en un instituto al que hasta la fecha sólo habían asistido blancos. Ella, junto a toda una comunidad que daba pasos hacia delante, se atrevió a cruzar esa frontera y no fue bien recibida. En mi primer día en la Asamblea de Madrid, a la que acudí porque la ciudadanía así lo quiso, me recibió un discurso de la señora Monasterio señalándome como ilegal y criminal. No eran escupitajos, pero, desde luego, no era ni mucho menos una bienvenida. A los negros migrantes, al parecer, no se nos espera en las instituciones. Quieren que paguemos toda la vida un peaje por no haber tenido papeles: una mera cuestión administrativa, como una multa de tráfico, que no puede convertir a ninguna persona en ilegal por más que ellos insistan.

Volviendo a la Cámara autonómica donde trabajo, me sorprende cómo el Partido Popular y Vox siguen con sus discursos racistas, machistas, y aporofóbicos sin ninguna vergüenza. El racismo sirve para conseguir votos y ese es su único objetivo, aunque tenga consecuencias graves sobre nuestras vidas. Cada día, como a Dorothy Counts en la foto, viene alguien a gritarnos que este no es nuestro lugar. En mi caso, y contando con una posición privilegiada, recibo ataques constantes de la bancada del PP-Vox porque no soportan que un inmigrante llegado en patera, después mantero y ahora español haya llegado hasta la Asamblea de Madrid. Soy todo lo que intentan evitar con la aprobación de leyes como la de extranjería o el Real Decreto 16/12, que excluía a las personas migrantes de la Sanidad pública. Por eso cuando hablo se revuelven en sus asientos. No soportan que esté en la Comisión de Cultura hablando del modelo cultural del Partido Popular, de tauromaquia, o pidiendo explicaciones a Toni Cantó.

Este odio y este rechazo lo recibimos cada día en diferentes maneras y dosis, que se acumulan y causan dolor. El pasado 15 de marzo se cumplieron tres años del aniversario de la muerte de Mame Mbaye. Nos conocimos en la patera que tenía como destino Canarias, luego nos reencontramos en el barrio de Lavapiés y éramos compañeros en la lucha contra el racismo. Vender en la manta era la única forma de ganarnos el pan. Pasados los años, él seguía sin conseguir sus papeles que le hubieran podido abrir la puerta a una vida más digna. No tener papeles significa estar excluido de la atención sanitaria, de la educación formal, del empleo, etc. Por supuesto, tampoco podía recibir ningún tipo de ayuda. No tenía más opción que seguir vendiendo en la manta, actividad que se volvió a contemplar como delito con la reforma del Código Penal que el PP aprobó en 2013 gracias a la mayoría absoluta de la que gozaba entonces. Durante una persecución, su cuerpo corrió más de lo que podía soportar intentando huir de la policía y falleció en la Calle del Oso dejándonos desolados.

Además de la violencia de no tener papeles, sufrir racismo cada día es duro. No te alquilan una habitación porque "no soy racista, pero...", el personal de seguridad te sigue por el supermercado, la policía de paisano te para de camino al trabajo y, por si fuera poco, tienes que alegrarte porque en tu país no tendrías asistencia sanitaria. Y así un sinfín de cosas que en los casos más extremos puede llevar a la violencia física y a la muerte. No podemos olvidar a Lucrecia Pérez o a Younes Bilal, ambos asesinados por motivos racistas.

Los discursos de odio de la derecha van más allá de lograr vídeos virales en redes sociales: quieren favorecer y legitimar las políticas que nos llevan a la marginalidad tengamos o no papeles para que sigamos en el lugar de la sociedad que ellos quieren que ocupemos, es decir, para que trabajemos sin derechos en empleos que ellos nunca querrán. En un lugar como Madrid, donde la educación pública está tan deteriorada y segregada, ¿qué futuro le espera a la juventud más precaria que además sufre racismo?

Los discursos que nos criminalizan y nos deshumanizan justifican que se nos trate como ciudadanos de segunda. ¿Cómo se entiende si no que los trabajadores del campo vivan en condiciones de miseria? ¿Cómo se explica la indiferencia ante las miles de personas que pierden la vida al año en el Mediterráneo? Europa asiste a esto sin inmutarse, y la normalización de estas realidades es un fracaso colectivo de la humanidad.

Muchas personas, día tras día, recibimos el rechazo racista que recibió Dorothy Counts. De forma más o menos sutil o en mayor o menor grado. Quienes lo sufren se verán reflejados en su cara y sentirán la inspiración y compañía necesaria para su lucha. Quienes nunca lo hayan sufrido en carne propia tienen la obligación de mirar esa foto y preguntarse de qué lado están. Si es del lado de Dorothy, la siguiente pregunta es cuánto están dispuestos a luchar.

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