Dominio público

Estopa y la alegría de la clase trabajadora

María Corrales

Estopa y la alegría de la clase trabajadora
Jordi Évole posa junto a  el grupo Estopa durante la presentación de la nueva temporada de su programa, a 7 de febrero de 2023, en Barcelona / Europa Press

El nuevo estreno de Lo de Évole se podría describir como la versión corta de un On The Road cerca de la cincuentena. Aquello de "comerse la noche, cacho a cacho, gramo a gramo" ha quedado desplazado por conversaciones sobre la familia, la comodidad de los moteles de carretera y la preocupación por los madrugones. No es un viaje de descubrimiento al estilo Kerouac, sino la excusa de tres amigos para rememorar el pasado y dejar fluir la conversación sin el pedal del reloj al que está sometida la vida adulta.

El programa es nostálgico porque pensar en la importancia que han tenido los Estopa implica necesariamente preguntarnos dónde estábamos cuando hace 24 años la raja de tu falda sonaba en los bares con la misma intensidad que lo hace hoy la sesión de Quevedo y Bizarrap en el pub de carretera donde Évole se desmaya. Con una salvedad, y es que no me parece arriesgado afirmar que los hermanos Muñoz han sido una rara avis de las últimas dos décadas y que, muy probablemente, dada la mutación del márketing en la industria musical y cultural, esto seguirá siendo así.

Sin embargo, sería absurdo pensar que los de Cornellá son únicamente una reliquia del pasado. Un gran ejemplo de ello fue el momento en el que los hermanos aparecieron en el concierto de C. Tangana del Sant Jordi y el público estalló de tal modo que casi redujo la figura del cantante madrileño a la de mero telonero. Unos meses después, fue Rosalía la que reivindicó a los Estopa desde ese mismo recinto abarrotado, solamente unas semanas antes de que Alizz la elevara a ella y a los Muñoz al nivel del mayor patrimonio del Baix Llobregat. Por todo ello, cabría preguntarse: ¿qué tienen los Estopa de eterno y universal que consigue que todo el mundo les adore?

Mi pareja me dijo una vez que Nasío pa’ la alegría era el mejor himno que se había hecho nunca a la clase trabajadora. Yo no sé nada de música, así que éste me parece un buen punto de partida para bucear en la respuesta a nuestra pregunta. Si empezamos por el título, éste ya tiene su enjundia; toda la vida diciéndonos que somos poco más que nuestra relación con el trabajo, reclamaciones materiales arriba, reclamaciones materiales abajo, y van los Estopa y te dicen que no, que no has nacido para trabajar, sino que lo que te define es haber nasío pa’ la alegría. Y no en una canción, no, te lo repiten en toda una discografía donde la fábrica aparece esporádicamente como espacio de alienación e infelicidad en algún que otro tema como pastillas de freno.


Merece la pena, sin embargo, detenernos un poco a pensar cuál es la alegría de la que estamos hablando. Lejos del goce hedonista e individual, la alegría de los Estopa es siempre una alegría en común. La de pasear por el barrio "hacia ningún lugar", dar un rodeo, y pasarse la tarde con los amigos bebiendo cerveza en el bar. La de levantarse feliz un día de sol para irte a la plaza con la guitarra. La de la sonrisa que se dibuja en la cara de cualquiera que se ha enamorado de la vecina del portal del al lado. La de que cada fin de semana en el pueblo no tenga nada que envidiarle a las vacaciones de verano. Y es que más que con una relación, está claro que para los Estopa, ser de clase trabajadora tiene más que ver con las relaciones en plural. Por eso condenan al que se exilia en el lavabo y se separa del grupo, porque aislarse y acabar solo es, para los hermanos Muñoz, la manera "más tonta de acabar con pena y sin gloria".

No deja de ser sorprendente que dos personas que han triunfado tanto sigan midiendo el éxito, a día de hoy, como la capacidad de haber construido vínculos fuertes. Toda la conversación con Évole está atravesada por el brillo orgulloso en los ojos de quién está convencido de ser un buen padre, un buen hermano, un buen hijo, un buen amigo, un buen enamorado y, además, de contar también con el respeto de su barrio. En una sociedad en la que la presión meritocrática hace mella en la salud mental de muchos hijos e hijas de clase trabajadora, me atrevería a decir que esto lanza un mensaje de alivio: el de que el reconocimiento y la mirada de los tuyos es igual o más importante que el de un mundo mal repartido desde el primer mes de enero.

Los Estopa tienen algo que seguir diciéndole a la gente precisamente porque son uno de los mayores exponentes de lo que significa la humildad. La humildad, no como sinónimo malentendido de clase trabajadora, sino como el valor que le permite a uno aceptarse como un ser incompleto que no lo sabe todo y, por lo tanto, siempre dispone de algún hueco disponible para aprender, emocionarse o tejer algún que otro nuevo vínculo. Esta es, a mi entender, la mayor virtud que ha permitido a los de Cornellà escribir letras eternas hechas con el lenguaje universal del sentido común de los de abajo. Y este es, también, el motivo por el que son y seguirán siendo reivindicados desde el presente, seguramente, por muchos años más, sin que nadie pueda encerrar su música en el viejo baúl de las canciones de antaño que sólo reaparecen en el karaoke cuando, en realidad, todo el mundo ha dejado ya de escucharlas.


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