Dominio público

Ucrania año dos: sin solución en el frente

Ruth Ferrero-Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.

Una casa destruida durante la ocupación rusa del pueblo de Posad-Pokrovske, al noroeste de la ciudad ucraniana de Jerson. REUTERS/Nacho Doce
Una casa destruida durante la ocupación rusa del pueblo de Posad-Pokrovske, al noroeste de la ciudad ucraniana de Jerson. REUTERS/Nacho Doce

Comienza el segundo de año de la agresión rusa de Ucrania y no sólo no se atisba ninguna solución a la guerra en el corto y medio plazo, sino que, por el contrario, todas las previsiones apuntan a que el fin de la misma está aún lejano.

La guerra imperial lanzada por Moscú no ha conseguido el principal de sus objetivos políticos iniciales, esto es, alcanzar el control de Ucrania. Primero, a través de una ofensiva que pretendió derrocar al gobierno de Kiev; después, lanzando una ofensiva con la intención de controlar sino todo, al menos los territorios que alguna vez fueron parte del Imperio ruso de Catalina la Grande, la Novoróssiya, es decir el Sur y el Este de la actual Ucrania. Este segundo plan tampoco le ha salido a Putin como tenía previsto. De hecho, hace meses que los frentes están estancados a la espera de la ofensiva prevista de cara a primavera por las dos partes. Además de no haber conseguido los objetivos en el campo de batalla, tampoco le ha ido bien a Moscú en otros terrenos. Si quería una frontera de la OTAN más alejada, ahora tiene más kilómetros, más países y más armas cerca. Si quería una Ucrania más desunida, ahora se encuentra con una ciudadanía que se ha unido contra la invasión de su soberanía. Si quería una mayor relevancia en Europa tal y como ha sido la reivindicación histórica de Rusia desde Pedro I, ahora tiene una Rusia más asiática. A la luz de estos datos no parece que las aspiraciones originales rusas se hayan cumplido en absoluto.  En este momento, y con unas circunstancias que impiden armar un discurso de victoria al Kremlin parece poco probable que en el corto plazo Rusia pudiera acceder a sentarse en una mesa de negociación.

Por su parte, Ucrania ha resistido más de lo previsto en marzo, y todo en gran medida gracias a la ayuda financiera y militar proporcionada por la OTAN y sus aliados. La figura de su presidente y, sobre todo, su discurso, ha estado insistentemente presente desde el comienzo de la invasión. Ha conseguido algo impensable: ha conseguido que la opinión pública del norte global no se haya olvidado de la guerra y apoye de manera incondicional su reivindicación. Hasta tal punto ha conseguido que su relato sea el relato dominante que hasta la propia UE ha olvidado su propia agenda para pensar sólo en la de Ucrania. Un relato que solo plantea una opción al fin de la guerra, la victoria de Ucrania. Una victoria que, entiende, sólo se podría contemplar una vez que todas las tropas de ocupación hubieran salido de sus fronteras reconocidas, al menos las anteriores al 24 de febrero.

Y en este contexto han sido muchos los debates que se han ido abriendo durante los últimos meses y a los que, lamentablemente, no se ha prestado la atención necesaria desde la opinión pública y publicada (que, habitualmente, se concentra en hechos que suelen ser una anécdota de lo que está sucediendo en realidad). Uno de esos debates es el que expuso de manera muy clara Jurgen Habermas hace pocos días y dónde planteaba algunas cuestiones sobre las que sería imprescindible reflexionar. Así, el filósofo alemán realizaba una interesante digresión sobre la disyuntiva que existe en occidente respecto a cuál es el objetivo de Europa en esta guerra, además del apoyo a Ucrania, que no pierda la guerra o conseguir una victoria sobre Rusia.  Y para eso es importante conocer el significado de ambas opciones, ya que en función de ello las medidas a adoptar serían sustantivamente diferentes y alargarían o reducirían la capacidad para encontrar una salida negociada a la guerra. ¿Con qué se conformaría Rusia? ¿qué aceptaría Ucrania y con qué condiciones?

Y esto nos lleva al otro gran asunto, la quiebra del derecho internacional. Parece una obviedad, pero no está de más repetirlo: la Federación de Rusia ha vulnerado el derecho internacional al invadir a un país soberano, Ucrania. El artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas así lo dice: "ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas (...)". Pero ese mismo artículo, tal y como nos lleva recordando Luigi Ferrajoli desde las Guerras en los Balcanes, no termina ahí, y sigue "hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales". A la luz de este artículo parece bastante evidente que Ucrania, según el Derecho Internacional, tiene el legítimo derecho a la defensa. Pero también es meridiano que la obligación de la comunidad internacional es ser proactiva en la búsqueda de una solución a esa agresión. Parece que el bloque occidental tiene muy claro la primera parte del artículo 51, pero tal y como señala Ferrajoli, no tiene tan claro que también es su obligación cumplir la segunda parte del mismo artículo.

Y así, con todos estos debates y reflexiones abiertos, iniciamos el segundo año de la guerra en Ucrania, un año que, a la luz de los últimos movimientos tácticos de las partes, está lejos de traer buenos augurios.

Más Noticias