Ya sabemos cómo se las gasta el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ): lleva cuatro años en funciones, con una mayoría que no se corresponde con la soberana residente en las Cortes, pero aquí no dimite ni dios mientras el PP haga su trabajo, o sea, bloquear el acuerdo con el PSOE para esa renovación. El Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos se ha pasado la mayoría de su legislatura -y todo apunta a que la rematarán del mismo modo- con un Poder Judicial anticonstitucional que no corresponde a la mayoría legislativa y, por ende, ejecutiva. Es un despropósito antidemocrático cuyas consecuencias más graves para España, cuando llegue el semestre de la Presidencia de turno de la UE, el 1 de julio, todavía estarían por llegar.
Este jueves tuvimos noticia, a través de Ana María Pascual en Público, de que el susodicho CGPJ no tomará medidas disciplinarias contra el presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, porque no corresponden, por un lado, al haber prescrito si han pasado más de dos años desde que Navarro y el procesado secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, se enviaron los mensajes comprometedores (2019) y, por otro lado, porque Navarro, si invitaba a cenar a su casa -Vega Sicilia mediante- al número dos de Jorge Fernández Díaz en el Ministerio del Interior de Mariano Rajoy, vendría siendo uno de los suyos.
Sobre la prescripción, sabemos también que el magistrado de la Kitchen, Manuel García-Castellón (sí, el de la obsesión compulsiva contra Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Podemos y el azufre que les rodea, pero que se convierte en Mimosín con Dolores de Cospedal y sus reuniones con Villarejo en la calle Génova), habría ocultado los mensajes entre Navarro y Martínez durante tres años. Prescripción conseguida, pero sería sin querer.
Pongamos, que no es el caso salvo sorpresa improbable, que los mensajes que envió Martínez al presidente de la Audiencia Nacional fuesen de tito Berni. Dirán ustedes, "Pero si tito Berni es un mierdecilla de diputado, nada más, que ni es del Gobierno ni es nada ...". Es verdad, juega en otra liga: su corrupción es al modo Torrente -muy de moda estos días el personaje de Santiago Segura gracias a la exquisitez de los comportamientos y declaraciones de nuestros altos cargos, incluida la ¿broma? de Isabel Díaz Ayuso sobre sus consejeros trans-. Pero se supone que cuanto más altas las responsabilidades, más graves los delitos de presunta corrupción, ¿no? Por muy de guante blanco que se vean sus ejecutores, tan del Opus, tan de misa, tan del ángel Marcelo y tan de Vega Sicilia para cenar en las casas propias -esta debe de ser una recomendación de Alberto Núñez Feijóo, muy aficionado a los caldos de la bodega fundada en 1864 por Eloy Lecanda-, estando Villarejo por el medio, no hay corrupción cool que valga. Me da igual una cena de cuatro puteros en el Ramsés, el "churumbel" del general de la Guardia Civil del caso Mediador o el encuentro regado de vino caro en casa del presidente de la Audiencia Nacional, que se habría producido después de los mensajes Martínez-Navarro, una información en el marco de la trama Kitchen también desvelada por Pascual en Público.
La verdad, los mensajes de tito Berni al presidente de la Audiencia Nacional son inimaginables, no solo por el abismo de responsabilidades entre ambos, sino porque Fuentes Curbelo es del PSOE, no es de los suyos, de los de Navarro, García-Castellón y el CGPJ, en general. El exdiputado socialista tendrá otros contactos de cierto caché, como el general de la Guardia Civil encarcelado al que Rajoy hizo responsable de proyectos en el Sahel durante su gobierno, pero no es Martínez, al menos, el Martínez número dos de Interior de antaño, que hoy se pudre desesperado en el olvido de sus compañeros del PP, su otrora famiglia. Cuánta ingratitud con él y qué cuidados a Navarro, su compañero de Vega Sicilia, al que ahora salva el Poder Judicial con toda su cachaza. Al menos, espero que no fuera el exsecretario de Estado quien pagara las botellas. Angelito.
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