Dominio público

Carlson, Fox News y nuestro pan de cada día

Miquel Ramos

Periodista

Carlson, Fox News y nuestro pan de cada día
Imagen de archivo de Tucker Carlson

"Tenemos uno o dos puntos sencillos y repetimos, repetimos, repetimos. Y al final llega un punto en que la gente acepta la verdad que le es más familiar. Es lo que hacemos en la Fox", dice un irreconocible Russel Crowe interpretando a Roger Ailes, fundador de Fox News. La miniserie La voz más alta (2019) explica en ocho capítulos la creación de la cadena en 1996 propiedad del multimillonario Rupert Murdoch, su influencia política y el carácter déspota y manipulador de Ailes. Este presidió y dirigió el ente prácticamente hasta su muerte, meses después de ser despedido tras ser denunciado por ex trabajadoras de la cadena por abusos sexuales, caso que también se explica en la película Bombshell (Jay Roach, 2019).

El caso puso el foco no solo los abusos de Ailes y el silencio del resto, sino también en su manera de presentar, retorcer y manipular la información, aunque la salida de este productor no supuso el fin de la desinformación y la toxicidad de la cadena. El papel de Fox News no solo en la victoria de Trump, sino en la normalización de la desinformación, de la mentira y del insulto constante ha servido de inspiración para otros comunicadores de derechas, que han visto en esta cadena y en sus insolentes estrellas un modelo a seguir a esta parte del Atlántico. Más aún cuando ésta consiguió liderar las audiencias durante años. Y un personaje como Trump, promocionado por Fox News, llegó a ser presidente de los EEUU.

Parece que muchos sueñan estos días con que la salida de la Fox de otro ser despreciable y tóxico para la profesión como el presentador Tucker Carlson, signifique un cambio de rumbo más ético de la cadena. Su salida se produce por haber dado pábulo a las noticias falsas sobre fraude electoral tras la derrota de Trump en 2020, aun sabiendo que mentía, y que, tras una demanda, le acaba de costar a la cadena 787,5 millones de dólares. No se va por ser un mentiroso y un manipulador. Eso ya lo sabían. Y posiblemente por eso estaba ahí, porque lo hacía bastante bien.

La salida de Carlson es consecuencia de este golpe económico al grupo empresarial, no de su mala praxis periodística ni de su falta de cualquier ética y deontología. Porque si algo ha caracterizado a Fox News desde su creación es ese estilo de Ailes, donde la verdad importa menos que lo que tú quieres que sea verdad. Y para conseguirlo, hay mil formas de hacerlo sin jugarse una demanda, o al menos sin acabar perdiéndola o teniendo que negociar para evitar un daño mayor a la empresa.

Nos hemos acostumbrado a convivir con la desinformación y a aceptarla como parte del menú diario que se sigue sirviendo sin inspección ni sanción alguna. Las fronteras entre las líneas editoriales y la manipulación son cada vez más finas. No hace falta mentir ni manipular datos, pues hay formas mucho más sutiles de llevar a la audiencia a tu marco reiteradamente hasta que acepte ‘la verdad que le es más familiar’. ‘Tenemos que dirigir las noticias, no solo informar’, decía Russel Crowe en La Voz Más Alta. Y como sucede en el caso de Fox News, en España debe entenderse que el papel, la estrategia y el estilo de los medios es inseparable de la política, de ciertos personajes políticos y de sus estrategias y campañas.

"Y otra cosa que están haciendo y que ya no ocultan y ya empieza a venir en los programas electorales y lo venimos avisando desde hace tiempo: el fomento de las drogas." Ayer, el PP de Madrid colgaba un video en sus redes de un mitin de Ayuso acusando a la izquierda de fomentar el consumo de drogas y del narcotráfico, para entrometerse en nuestro Estado de derecho para debilitarlo. "Miren cómo está Canadá’, dice la presidenta. Y para rematar, acusa a Podemos de decir que tener una vivienda es franquista. El tuit es respondido por varios usuarios con humor, o recordando la detención por conducir ebrio de Miguel Ángel Rodríguez, director del Gabinete de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

El vídeo de Ayuso sobre las drogas me saltó en Twitter de casualidad, pero hay decenas de miles de ejemplos similares que ilustran cómo se retuerce la verdad y cómo se trata de idiota a tu público. En los EEUU, Donald Trump nos dejó una buena muestra de ello, siendo él mismo un producto televisivo que acabó instalándose en la Casa Blanca, precisamente por esa espectacularización a la que ha sido conducida la política y esa intromisión constante en lo público de quienes se sirven de ello para su propio beneficio o su propio ego.

El problema es creer que tanto Carlson como Trump, que Ayuso o Abascal, viven en una realidad paralela, se creen sus propias mentiras o son estúpidos. Son personas inteligentes, bien asesoradas, que no dan un paso en falso y miden muy bien lo que dicen, cómo, cuándo y para qué, y que han aprendido a que las emociones venden y estimulan más que las informaciones. Pasa en la política como en el periodismo, y no es nuevo, sino que es el estilo que se ha instalado desde hace tiempo. Y sigue siendo un negocio rentable.

Si Carlson ha caído, es por la magnitud del daño que hace a la empresa, no a la sociedad a lo largo de su carrera periodística. Y quien ha podido tumbarlo ha sido otra empresa. Y no por cuestiones éticas sino económicas. La desinformación, la toxicidad, la manipulación y la chabacanería disfrazada de información o de política siguen siendo rentables. Y van a seguir siendo impunes a pesar de la salida de Carlson. Este debería ser el foco del debate y lo que nos debe hacer reflexionar sobre el periodismo y la política, más allá de las cabezas que rueden por distintas razones, mientras la maquinaria del fango y la mentira sigue en marcha con otros rostros o con otros nombres.

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