La última década –concretamente los últimos 13 años- Catalunya ha vivido una etapa a caballo de dos grandes revoluciones sociales, la protagonizada por el 15-M y otra de identidad propia como ha sido el Procés independentista. De carácter muy diferentes y expresiones y consecuencias absolutamente dispares, pero las dos de un gran calado transformador. El 15-M tuvo como máxima expresión la alcaldía de Barcelona para los comuns de Ada Colau. El Procés un reparto del país prácticamente hegemónico que situó a ERC, Junts y la CUP al frente de la mayoría de alcaldías del país y que relegó al PSC a sus feudos del área metropolitana de Barcelona, nada menospreciables pero reductos al fin y al cabo. Pues bien, podemos decir que las elecciones municipales de este domingo han puesto el punto y final a esta etapa protagonizada por el 15-M y el Procés.
Las elecciones municipales dejan en Catalunya múltiples interpretaciones que no se enmarcan estrictamente en la dinámica estatal de los dos bloques ideológicos del resto del Estado de izquierdas y derechas. Tienen mucho más que ver con el final de etapa que decíamos. Y tres ejes marcan ese escenario. Primero, el excepcional resultado del PSC, que a pesar de no ganar en Barcelona recupera capitales importantes con fuerza como Tarragona y Lleida y se impone en un feudo de Puigdemont como es Girona. Además de reforzar su ya habitual fuerza en el área metropolitana de Barcelona.
Los socialistas se han beneficiado de múltiples factores. Entre ellos la meteórica subida del prestigio de la marca PSC que ha conseguido un partido que el Procés había dañado internamente de forma considerable, pero que ha resistido por su gran capacidad de generar liderazgos como el de Salvador Illa y otros varones y varonesas territoriales de Catalunya. Pero también la absorción de una buena parte del voto de Ciudadanos, partido que queda fuera del mapa político catalán, en un fenómeno de trasvase a los socialistas que no ocurre en otras partes del Estado. Y, finalmente, las políticas de Pedro Sánchez respecto al conflicto político independentista han tenido su efecto también en el empuje que ha obtenido el PSC. Los socialistas cogen fuerza de esta forma como principal baza para un PSOE que afrontará las elecciones generales muy tocado después de estas municipales.
En segundo lugar la caída de Colau, que pierde la alcaldía cayendo a la tercera posición a falta del recuento del voto por correo y deja a En Comú Podem en una situación de futuro delicada. Una derrota aún más agria si tenemos en cuenta que se produce frente a su antitético rival, Xavier Trias. Colau ganó en 2015 contra todo pronóstico a Trias. Y ahora el candidato convergente recupera la alcaldía encarnando los valores convergentes y de una Barcelona conectada a los principales poderes fácticos y económicos que los comuns han combatido durante estos 8 años. Habrá que analizar bien este fenómeno, pero está claro que Colau y los comuns no han resistido la ofensiva por tierra, mar y aire de muchos poderes de dentro y fuera de la ciudad que han situado como principal objetivo de estas elecciones descabalgar a Colau de una alcaldía tan importante, política y económicamente, como Barcelona.
Los comuns también deberán realizar una profunda reflexión de las contradicciones internas que les ha generado el Gobierno municipal con un PSC abierto a las políticas sociovergentes de crecimiento sin límite. La aceptación de los votos de Manuel Valls hace 4 años para mantener la alcaldía han tenido su peso pero lo que habría pasado en un Gobierno con Esquerra es ya pura nostalgia. Habrá que esperar a ver los posibles pactos que definan la alcaldía que tiene a Trias como primer aspirante. Collboni luchará por obtenerla a costa de acuerdos con BComú y ERC, aunque los republicanos son muy reacios a gobernar con los socialistas. Pero en cualquier caso, la tercera posición de Barcelona en Comú y la victoria de Trias dejan a Colau fuera de juego y deberá decidir ahora su futuro político, en la ciudad o fuera de ella.
Por su parte, la tercera clave estaría en la caída en picado de las fuerzas independentistas. Una realidad que tiene como principal damnificado a Esquerra Republicana. Los republicanos no solo han tenido una debacle en Barcelona pasando de ganar hace 4 años con 10 concejales a la mitad de representación, sino que han retrocedido en votos en Catalunya a la tercera posición detrás del PSC y Junts. Y han perdido alcaldías claves como Tarragona y Lleida. Mientras en Junts, la victoria de Trias en Barcelona es un bálsamo interno como partido. Pero a nadie se le escapa que Trias no es el exponente del independentismo más explícito con una campaña en que no ha dicho una sola vez la palabra independencia, la estelada no ha estado presente y ha evitado las fotos con líderes de Junts como Laura Borrás. Y hay que añadir derrotas importantes como la de Girona. A la CUP no le ha ido mucho mejor en su reducido espacio electoral en los municipios catalanes. Probablemente, el independentismo dispondrá de muchas alcaldías en la mayoría de municipios catalanes, pero ninguna ciudad importante. El Procés tiene pues en estas elecciones un punto de inflexión y los tres partidos deberán entrar en una profunda reflexión sobre cómo afrontan sus aspiraciones independentistas a partir de ahora sin una estrategia unitaria definida y una guerra interna virulenta dentro del independentismo que ha desgastado a todos por igual.
Finalmente, el último eje que marca las elecciones municipales en Catalunya es la entrada de la extrema derecha en los ayuntamientos catalanes. Hasta ahora los concejales de extrema derecha se contaban con una mano y a partir de ahora serán algunos centenares. La mayoría son de Vox, pero también en algún municipio como Ripoll con victoria del independentismo de extrema derecha, un fenómeno puntual pero con más fuerza de la esperada. Si bien es cierto que Vox no tendrá una fuerza equiparable a otros lugares del Estado, resulta obvio que su entrada en decenas de ayuntamientos normaliza la extrema derecha españolista institucionalmente en Catalunya, después de su llegada al Parlament en las pasada elecciones del 2021. Un fenómeno al cual hay que añadir una sensible recuperación del voto del PP, con la mayoría absoluta de Xavier García Albiol en Badalona cómo máximo exponente.
Definitivamente, habrá un antes y un después de las elecciones municipales de este domingo en Catalunya. Habrá que esperar hacia dónde se dirige el país, pero está garantizado el impacto en las próximas elecciones generales y seguro que en un posible avance de las elecciones al Parlament previstas para el 2025 por el duro desgaste que supondrán para el Govern de Esquerra Republicana y la presidencia de Pere Aragonès. Pero todo esto llegará después de los pactos y de la constitución de los ayuntamientos con alcaldías que a pesar de algunas victorias habrá que ver quién las ostenta.
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