Dominio público

El resultado de Sumar es bueno, valga la redundancia

Ana Pardo de Vera

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, en un acto en el Instituto de la Juventud, en julio del año pasado. E.P./Cézaro De Luca
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, en un acto en el Instituto de la Juventud, en julio del año pasado. E.P./Cézaro De Luca

¿Cómo es posible que después de la exitosa movilización de la izquierda el domingo 23-J para frenar a la ultraderecha haya tenido que tirar de este titular para mi artículo? Porque como decimos los periodistas citando a Chesterton, "el periodismo consiste esencialmente en decir 'Lord Jones ha muerto' a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo", y llegados a este punto, que cada una interprete como le venga en gana la cita del británico.

Los resultados de Sumar en las elecciones generales han sido buenos, primero, porque la izquierda en su conjunto ha conseguido frenar un Gobierno de PP y Vox (un Gobierno con fascistas dentro), al menos, de momento. Y este es un hecho que no se esperaba ni en los mejores sueños del electorado progresista en la noche del sábado 22 al domingo 23, donde pese a un encomiable esfuerzo final de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, y, sobre todo, gracias al poderío de un José Luis Rodríguez Zapatero brillante, seguro y reivindicativo en los campos más desfavorables, cundía una inseguridad y un temor lógicos, propiciados por un brutal arsenal mediático y demoscópico a favor de la (ultra)derecha. 

Sumar aspiraba a ser la tercera fuerza, por delante de Vox, y no lo ha conseguido por un 0,07% (menos de 20.000 votos) de diferencia y cerca de 700.000 votos sin escaños. Es encomiable ese logro, teniendo en cuenta de dónde venía Sumar, con un resultado pésimo de los partidos que integran la plataforma en los comicios autonómicos y municipales del 28 de mayo; con un desgarro interno aún supurante tras la disolución de Unidas Podemos y la integración de otras formaciones en Sumar; con un pulso interno entre la dirección de Podemos aliada de Pablo Iglesias y la propia Yolanda Díaz imposible de gestionar públicamente sin daños irreversibles; con un Unidas Podemos dividido y muy desgastado en las encuestas; con un adelanto electoral imprevisto de cuatro meses; con una campaña mediática e institucional infame contra la ley del solo sí es sí y el Ministerio de Igualdad, que tampoco gestionó bien la comunicación del impacto de las consecuencias penales favorables a reos; ...

Con todo eso, Sumar, una plataforma electoral complejísima y recién nacida con quince (¡quince!) partidos de izquierdas (¡de izquierdas!) ha estado a punto de sorpasar a un Vox en caída libre pero que venía de 52 escaños (¡52!). El resultado de Sumar no es, por eso, muy bueno; pero es bueno y, sobre todo, lo es para las mujeres y las minorías siempre en segundo plano, si no escondidas, porque sin esos 31 escaños, el PSOE con sus dos ganados el 23-J no podría hacer nada.


Es tan irreal la comparación que se pretende hacer entre los resultados de Unidas Podemos, Más País y Compromís en las generales de 2019 (38 escaños) con los actuales de Sumar (31) como decir que con la dirección de Podemos al completo liderando las listas, el resultado habría sido mucho mejor; sencillamente, y aunque nos haga la puñeta por razones variadas y todas comprensibles, porque con esa dirección, sabemos que Sumar no habría nacido como la conocemos hoy y el resultado sería peor según la pura matemática basada en el desgaste de Unidas Podemos desde las generales de abril de 2019 (se perdieron 29 escaños y cerca de 1,7 millones de votos desde 2016), la repetición de noviembre (se volvieron a dejar siete escaños y unos 700.000 votos, de 71 escaños a 35 en 2019) y el desgaste de la gestión del Gobierno y sus diferencias internas, entre PSOE y UP, pero también dentro de UP.

Una de las claves de estas elecciones -y hay muchas, y otras tantas por desentrañar aún- ha sido la desaparición de Ciudadanos y el voto útil al bipartidismo PP-PSOE para evitar a la ultraderecha en el Gobierno. Que se lo digan a un Bildu, con todo, victorioso (en Euskadi ha ganado el PSOE vasco), o a ERC en Catalunya, donde arrasó el PSC; mucho de ese voto, probablemente, volverá al independentismo vasco y catalán en autonómicas, aunque son contextos diferentes. Con todo, Sumar sacó dos escaños en Galicia, el feudo de Alberto Núñez Feijóo, quedando tercera fuerza tras el PSOE gallego (más voto útil a costa del BNG) y en Catalunya, los Comunes dieron una demostración de poderío dejando a Sumar de segunda fuerza tras el PSC. En Galicia, sobre todo, se abre una alternativa a la izquierda con posibilidades muy esperanzadoras en las autonómicas de 2024, ahora que al rey Feijóo se le ha revelado su desnudez ante toda España. En Galicia, no olvidemos, Podemos y las Mareas habían desaparecido.

Vuelvo al principio. ¿Por qué ese empeño de la izquierda en flagelar(se) después del éxito sin paliativos que ha supuesto el resultado del 23-J contra todo pronóstico (con permiso de José Félix Tezanos, presidente del CIS), después de los brindis, los abrazos y hasta las lágrimas de hace menos de 48 horas? Sumar es un instrumento de futuro que puede ser muy útil para el progreso en España y, sobre todo, para la lucha contra el retroceso que siempre aguarda su oportunidad. Lo que ha logrado la plataforma de Díaz en dos meses extraordinariamente difíciles y tras una legislatura de condiciones excepcionales, no solo por la coalición, es una proeza. Con 25 años siguiendo procesos electorales de todo ámbito en España, creo que puedo destacar su excepcionalidad aglutinadora y su potencial de crecimiento, aunque será el tiempo quien irá confirmando ambos (o no). Al fin y al cabo, hablamos de la izquierda, experta en azotarse con sus propios jirones.


 

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