Dominio público

Odio al valenciano

Miquel Ramos

El ahora presidente de la Comunidad valenciana, Carlos Mazón, en un mitin de la pasada precampaña electoral del 28M, entre banderas españolas y valencianas. E.P./Rober Solsona
El ahora presidente de la Comunidad valenciana, Carlos Mazón, en un mitin de la pasada precampaña electoral del 28M, entre banderas españolas y valencianas. E.P./Rober Solsona

Imajinen que me pomgo ha esrivir hesta columna hasi, como me hapeteze, porque considero que la RAE no tiene la berdat avsoluta. Les sangran los ojos, ¿verdad? Pues es exactamente lo que hizo el recién estrenado Conseller de Educación valenciano, José Antonio Rovira (PP), pasándose por el forro la normativa oficial del valenciano. Dijo eso, que el ente normativo del valenciano, la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), no tenía la verdad absoluta. Y tan pancho. Están los negacionistas de la pandemia, del cambio climático, los de los chemtrails , los reptilianos y los annunakis, y los valencianos tenemos a estos esperpentos de representantes públicos que se creen por encima de la verdad, del bien, del mal, y de la ortografía.

Para quien no sepa de qué va esta fantochada, se trata de un falso conflicto creado por la derecha y el nacionalismo español que se basa en defender que valenciano y catalán son lenguas distintas, en contra de lo que dice la academia y hasta el mismo Estatut de Autonomía valenciano. Para afianzar este relato, se inventaron hace años una normativa propia, absolutamente castellanizada, y no reconocida por nadie más que por ellos (y que ni ellos mismos usan), para separar al máximo el valenciano del catalán. Es el ‘valenciano’ que usó la Conselleria de Agricultura, en manos de Vox, en sus redes la pasada semana, y que desató otra vez la falsa polémica sobre este cansino teatrillo.

Pero como no, la ultraderecha siempre está dispuesta a desenterrar viejas momias que les sirvan como espantajo y como despiste en su batalla contra los consensos democráticos. Y el fantasma del anticatalanismo ha sido y es siempre un monstruo rentable, y más todavía contra valencianos y baleares. Porque el anticatalanismo ha servido para eso: para ir también contra valencianos y baleares, entorpeciendo constantemente la normalización de la lengua y la cultura propia bajo la acusación de catalanistas, extranjerizándolo o tratando de reducirlo a la jaula folclórica, al hogar, a la intimidad. Porque lo odian. Les avergüenza. Les parece inútil y les molesta que se siga hablando, pero más aún que sea de uso oficial. Por eso salieron a protestar contra el requisito lingüístico para la función pública, contra la enseñanza en valenciano, y por eso nunca lo usan, aunque tengan el defecto de hablarlo en casa, como admitió (y tildó así, de defecto) la actual alcaldesa de València, María José Catalá (PP), cuando le afearon que lo usase en un mitin de su partido.

Al final, así han acabado los principales líderes y militantes del movimiento conocido como blaverismo y sus patrocinadores: defendiendo ya por fin abiertamente lo que durante décadas se empeñaron en ocultar: que odian el valenciano y que lo van a eliminar de lo público. Es exactamente lo que justo esta semana ha hecho el nuevo gobierno balear, cargándose el requisito lingüístico en las islas, y es lo que llevan haciendo tanto ese gobierno como el valenciano en numerosas publicaciones oficiales: todo en castellano.

Ellos, que decían representar ‘lo valenciano’, pretenden establecer por ley qué significar ser valenciano a través de una Ley de Señas de Identidad, que pasa por mantener encendida la polémica. Para usarla cuando quieran despistar de otros temas, o cuando quieran agitar el cansino debate identitario que creíamos ya superado. De hecho, fue el propio PP el que sentenció el asunto hace ya 25 años con la creación de la Academia Valenciana de la lengua, que acabó reconociendo que catalán, valenciano y balear son la misma lengua, y que hoy es la autoridad oficial a la que se somete todo representante público vía Estatut d’Autonomía y el juramento de cumplirlo y hacerlo cumplir. Algo que no están haciendo los diputados que han escrito en cuentas oficiales como les ha dado la gana, y que no se atreverían a hacer nunca en castellano.

Pero el PP siempre juega a dos bandas: crean un organismo oficial amparado por el Estatut que reconoce la unidad de la lengua, pero agitan el fantasma del secesionismo lingüístico para alimentar el conflicto y a los coprófagos que viven de él. Y aquí llega VOX, que no tiene ningún compromiso ni con la verdad, ni con la ciencia ni con nadie más que con su cartera, para hacer lo que le venga en gana, sacudir de nuevo el muerto para que dejemos de hablar de cómo se han subido el sueldo nada más llegar, y de cómo van a estar toda esta legislatura dando la nota mientras se reparten el pastel con el PP.

Vox al menos lo ha dejado claro. Tras la desautorización del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, a la Conselleria de Agricultura por escribir mal en valenciano y recordar su compromiso con la AVL, la ultraderecha anuncia que se pasa al castellano y que abandona el valenciano. Es perfecto. Sinceridad ante todo. Es de lo que en el fondo iba todo esto. Solo hay que repasar la historia de este movimiento, ver quiénes y cómo lo han ejecutado, para entender para qué y a quién ha servido. Atacar el valenciano y cualquier intento de normalización, esto es, a quienes escribían, cantaban o lo usaban de forma normal. Por eso las bombas y ataques constantes contra librerías, contra escritores, contra comercios que rotulaban en valenciano, contra grupos de música que cantaban en valenciano, contra encuentros y manifestaciones que defendían el valenciano, contra festivales de cine en valenciano, y una larga lista de actos de violencia, de boicot y de criminalización durante décadas de todo lo que pretendía normalizar su uso, bajo la acusación de ser ‘catalanistas’.

Estos hechos están sobradamente documentados en libros, tesis doctorales y documentales sobre la llamada ‘Batalla de València’ y lo que vino después, que fue la fagocitación de todo este movimiento reaccionario por parte del PP para acabar sacrificándolo en el altar de la AVL. Sin embargo, el bicho siempre ha estado ahí, como el viejo antisemitismo y las teorías del enemigo interior, y la ultraderecha que hoy gobierna junto al PP se ha empeñado en resucitarlo. El PP, que juega a dos bandas: reconoce la unidad de la lengua y la autoridad de la AVL mientras no para de hacer guiños al secesionismo y de mostrar su matriz anticatalanista y antivalencianista.

Porque su objetivo final en todo este teatrillo es relegar la lengua al folclore, evitar que se escuche fuera de casa, que se enseñe en los colegios o que aparezca en los rótulos. Porque poner brunch en la carta queda muy bien, pero esmorzar es de paletos.

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