Dominio público

El Senado, una trinchera y varias cacicadas

Ana Pardo de Vera

Pese a los buenos resultados del PP en las elecciones generales del 23 de julio (137 diputados en el Congreso) con respecto a las anteriores de 2019 (89 escaños), la democracia parlamentaria que rige la formación de Gobierno ha negado a Alberto Núñez Feijóo una suma suficiente con Vox, Coalición Canaria y UPN para poder entrar en La Moncloa. Además, por su necesidad de pactar con la ultraderecha, el Partido Popular se ha convertido en un repelente de formaciones antifascistas, nacionalistas o independentistas.

Unos metros más allá de donde se encuentra en Madrid la Cámara Baja, sin embargo, el Senado ofrece al PP un panorama diferente, en el que sentirse cómodo con una holgada mayoría de 120 senadores electos más los 23 de los que dispone gracias a la designación autonómica, es decir, 143 de un total de 265 escaños. El PSOE, sin embargo, que todo apunta a que repetirá en el Poder Ejecutivo con el Gobierno de coalición solo ha conseguido 73 senadores el 23-J, a los que suma 19 por designación autonómica y que convierten a su grupo parlamentario en el líder de la oposición del Senado con 92 escaños, con 51 de diferencia con respecto al ganador.

Total, dicen por ahí, "para lo que sirve el Senado ...". Y es verdad que la Cámara Alta, más allá de dilatar plazos del Congreso, la aprobación del techo de gasto o la aplicación del 155 de la Constitución (no deberíamos mentar a la bicha ahora), carece de influencia decisiva en el Poder Legislativo y para el Ejecutivo, aunque como pretende el PP, puede convertirse en un arma de oposición masiva para el Gobierno. En eso, precisamente, trabaja el PP antes de que haya una investidura presidencial: en cavar una trinchera lo suficientemente honda y en absoluto legitimada para torpedear el trabajo de Pedro Sánchez en caso de que al presidente en funciones le salgan bien sus planes para noviembre.

Que el PP no necesita grandes motivaciones para ejercer el rodillo cuando tiene mayoría absoluta lo sabemos porque la historia de sus mandatos está ahí y la hemeroteca llena de despropósitos tan dramáticos como la participación de España en esa mentira universal que fue la invasión de Irak en 2003. Ahora, a la chita callando y con decisiones menos traumáticas que la de apoyar a George Bush Jr. en su delirio bélico, el Partido Popular va sembrando de minas el Senado -ya que estamos en modo war- para entorpecer o boicotear, si es posible, la actividad de la oposición socialista en esta Cámara. Y no llevamos ni dos meses desde que se constituyó la Mesa del Senado, presidida por Pedro Rollán; vamos, que ni Gobierno pleno tenemos.


El PP ha decidido por su santa mayoría, en primer lugar, que no se respete la proporcionalidad de la representación parlamentaria recogida en el artículo 51 del Reglamento del Senado y ha dejado al PSOE sin dos de los diez senadores que les corresponden en las comisiones, donde se acordó que habría 3o parlamentarios a repartir -insisto- proporcionalmente entre todos los grupos. Es más, al partido de Feijóo no le ha parecido mal dar un senador más al grupo independentista de ERC y Bildu, que pasa de uno a dos, pero al PSOE le quitan dos porque el PP se lo guisa y el PP se lo come. Los socialistas, naturalmente, ya han reclamado el cumplimiento del reglamento, pero aún no han recibido respuesta del partido mayoritario.

Lo más ilustrativo, no obstante y al margen del daño que el recorte de representantes en las comisiones pueda a hacer al grupo socialista que dirige Eva Granados (PSC), ha sido la cacicada del reparto de escaños que ha tenido a bien hacer el PP en el hemiciclo donde se celebran los plenos del Senado y la sesiones de control al Gobierno. Les prometo que si no hubiese visto la imagen de esa distribución, no lo habría creído. Y aquí se la dejo, fíjense bien.

El Senado, una trinchera y varias cacicadas


Es conocido el momento comunicativo que vivimos, donde las imágenes vuelan a la velocidad de la luz y provocan mayor impacto que las palabras en la mayoría de las ocasiones, incluso, sin que nos demos cuenta de este efecto. Hay que reconocer tanta habilidad como mala baba a quien fuera que se le ocurrió sentar, justo en el tiro de cámara del presidente del Gobierno cuando responde desde su escaño a los y las senadores, al grupo de ERC y Bildu detrás en lugar de a la dirección del grupo socialista, a senadores del PSOE respaldando a su líder, como se ha hecho toda la vida. El resultado de la imagen final del hemiciclo canta tanto sobre las malas artes del PP que deja muda a Bianca Castafiore, toda vez que la decisión la tomaron los de Feijóo con su mayoría absoluta y sin encomendarse a ni a dios ni al diablo.

Y ya que vamos de cómics y hemos citado a un personaje de Tintín no queda menos que compadecer al PSOE del Senado, pues si el PP empieza así, ¿qué será lo siguiente? Eva Granados, en el papel de un Asterix que llega bien curtido del Parlament del procés, tendrá trabajo esta XV legislatura contra "esos malditos romanos" del PP si se confirma el Gobierno PSOE-Sumar. Y falta por conocer a el/la sustituta de Javier Arenas al frente del grupo mayoritario, pues dicen que el exministro de Trabajo con Aznar no es lo suficientemente duro en trincheras y fortines como los que está montando Feijóo contra Sánchez. Agárrense que vienen curvas.

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