Xavier Ferrer-Gallardo
Investigador, Nijmegen Centre for Border Research, Radboud Universiteit Nijmegen y Universitat Autònoma de Barcelona
Las fronteras son, qué duda cabe, algo más que líneas estáticas trazadas sobre un mapa. Encarnan, también, procesos dinámicos de representación geopolítica. Escenifican las laberínticas relaciones de poder entre territorios, entre identidades.
En el transcurso de la última década, desde que en 2002 se produjera el ya célebre incidente del Islote Perejil, las temporadas de verano se han presentado agitadas en las tablas fronterizas hispano-marroquíes.
Dos han sido los argumentos principales de las piezas en cartel. Por un lado, la disputa sobre la soberanía de varios territorios situados en el litoral magrebí. Y por otro, la llegada de flujos de inmigración irregular en torno a los mismos.
Ya es habitual que, durante los meses de estío, en algún momento, la opinión pública en España y en Marruecos dirija su mirada hacia la cartografía periférica meridional/septentrional de sus respectivos países. Suele suceder algo. Suele haber función. ¿Sainete patriótico? ¿Tragedia inmigratoria? Se abre el telón, se encienden los focos y allí se dirige la atención mediática.
El lector, el espectador, cada cual desde su óptica, observa como discurre la acción sobre el decorado liminal. Se entretiene. Se indigna. Siente indeferencia. Se entristece. Se enorgullece. Le ciega el orgullo nacional. O, como cantaba Georges Brassens, se queda en la cama igual.
Sea como fuere, es evidente que, en 2012, la escena bulle con fuerza.
Como tiempo atrás ocurrió con Perejil, este año han sido las Islas de Tierra y Mar (junto al Peñón de Alhucemas) las encargadas de subrayar el componente caprichoso de la geografía fronteriza hispano-marroquí. Han protagonizado la enésima constatación veraniega del carácter enmarañado, de la naturaleza intrigante de dicha geografía.
Pese al refuerzo de la securización de sus perímetros fronterizos tras los sucesos de 2005, el goteo de accesos irregulares a Ceuta y Melilla nunca llegó a detenerse por completo. Así las cosas, durante los pasados meses de julio y agosto tuvo lugar un notable repunte en el número de entradas. La tensión y la angustia, en particular en el entorno de Melilla, sigue creciendo. Lo acaecido la pasada noche, cuando 160 ciudadanos subsaharianos han tratado de saltar la valla, así lo atestigua. Algunos observadores han comparado la situación actual con la vivida en 2005. Al mismo tiempo, se ha puesto de manifiesto el uso cada vez más habitual de vías alternativas de entrada a España a través de, por ejemplo, las Islas Chafarinas, la Isla de Alborán o el Peñón de Alhucemas.
Por otra parte, y casi en paralelo, el 29 de Agosto se estrenaba una nueva comedia épica fronteriza en el Peñón de Vélez de la Gomera. La incursión de activistas marroquíes estuvo amenizada con el tradicional despliegue de banderas, y con un arsenal discursivo bidireccional de reivindicación de soberanías.
En esta ocasión, marcando distancias con lo ocurrido en Perejil, cayó del guión la lírica trilliana. Ni al alba ni con tiempo duro de levante. Los "asaltantes" no vestían uniforme. Penetraron en el peñón en bañador y camiseta. Los "liberadores", por su parte, se encontraban ya en el escenario. Redujeron al "invasor" también en shorts y en manga corta.
Mientras se interpretaba el sainete en Vélez de la Gomera, una decena de inmigrantes subsaharianos permanecía en la isla de Tierra, sita a escasos metros de la costa marroquí, a pocos metros del otro peñón en disputa: el de Alhucemas. Nueva variante del drama de la inmigración irregular. Esperaban ser trasladados a Melilla o a la Península. El gobierno español se resistía a ello por miedo a establecer un precedente. El 2 de septiembre llegaron 68 nuevos inmigrantes al diputado terruño.
La espera, la tierra, el mar. El sol, la sal y la disputa bilateral. Existencialismo en los confines de la UE. Puro teatro fronterizo del absurdo.
Mientras tanto, la gran mascarada sigue interpretándose en los confines de la Unión Europea. Veintisiete estados se empeñan en normalizar, en naturalizar, el blindaje, fortificación y militarización de sus fronteras exteriores. Lo hacen en nombre de la justicia, la libertad y la seguridad. Se rasgan las vestiduras cuando aparecen grietas en los muros. Cuando la trama se complica.
Comentarios
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