Dominio público

Como si no fuéramos todos enemigos de España

Gabriela Wiener

Escritora y poeta

Veníamos diciéndolo, que lo catalán no te quita lo racista. No es nada personal, es que a veces simplemente hay que decirlo más porque se nos olvida. Cuando escuchas aquello de que fueron los castellanos yo siempre les saco el virrey Amat y Junyent, nacido en Vacarissa, un municipio ubicado en la comarca del Vallés occidental, limítrofe con el Bages y el Bajo Llobregat. ¿De dónde creen que sacó la pasta para construirse el palacio de la Virreina, ese edificio suntuoso y rococó de las Ramblas donde primero acabó sus días la viuda y ahora se exhibe arte contemporáneo decolonial? Pues de las Indias, claro, de su virreinato en el Perú y Chile.

Entonces, cuando escuchamos atribuir de la boca de Ignasi Garcia Plata, secretario de Políticas Educativas de la Generalitat, los malos resultados del informe PISA, que sitúan al alumnado catalán muy por debajo de la media de España y de la OCDE –con caídas de más de 20 puntos en materias como las matemáticas o la comprensión lectora– a una "sobrerepresentació" d’alumnat nouvingut en els exàmens fets a Catalunya", no sorprende.

Resumen: un país obsesionado con su extranjeridad, su propia lengua y diferencia, se ve en aprietos, va y charneguea de lo lindo. Es lo que han hecho desde siempre las élites catalanas. Pregunten a Los otros catalanes. Lo hacen esta vez con migrantes, para colmo del Estado español, adolescentes de 15 años, no más. Como si no tuvieran suficiente los menores migrantes con dejar sus países, sus casa, con llegar, con la obligación de adaptarse, de asimilarse junto a sus familias y soportar la incomprensión, el desprecio, la condescendencia. Como si no bastara con tener que aprender la lengua y a veces las lenguas para existir. Ahora encima son los chivos expiatorios de la incompetencia de todo un sistema educativo, y ala, a cargar con la responsabilidad de su mala fama. Inaudito.

Estaba yo el otro día dando una charla en un evento sobre comunicación igualitaria y una profesora universitaria con un cargazo académico me hizo la pregunta delante de sus alumnos y alumnas: "¿Pero qué podemos hacer para que las personas migrantes y racializadas vengan a estudiar a la universidad? Es que hacemos todo para atraerlas a nuestras aulas y cada año el índice es bajísimo y no lo entendemos. Ya no sabemos qué hacer, se escapa de nuestras manos" Me quedé perpleja. Rodeada de alumnado casi cien por ciento blanco, le pregunté cuántas maestras de origen migrante no blancas había en esa universidad. Ninguna, me dijo. No más preguntas, su señoría.

Explotas a sus familias, las mantienes en la irregularidad y en la pobreza. Les machacas en la escuela porque no hablan bien el español, les aislas en la clase de los complejos y problemáticos porque retrasan al resto. Le convences toda su vida académica de que no sirven para la academia y de que se vayan a hacer algo técnico. No conocen en todos esos años una sola maestra negra, ni un profe asiático, ni árabe, ni latinoamericano en los que verse representados y soñar con algún día ser como ellos. Les demonizas a ellos y a sus familias en los medios, en las calles, en los discursos políticos en el Congreso. Los discriminas por su religión. Les insultas en el metro, les llamas terroristas en las plazas públicas al lado de Colón. Y cuando te toca hacer una rueda de prensa para explicar tus cagadas y salir airoso en una pruebita para europeos con complejos dices "es que los migrantes...". ¿Y a mí me lo preguntas? ¿El racismo? El racismo eres tú.

Así pues, la justificación por las malas calificaciones en PISA de Cataluña no fue un: vamos a mejorar y hacer de la inclusión educativa y diversa nuestro sello internacional, vamos a invertir más en educación pública, a contratar más docentes y a capacitarlos contra la desigualdad. Fue: Racismo, xenofobia y clasismo, porque es lo que nos sale bien. Charneguear, para que se entienda. Charnego el mestizo, el forastero no adaptado, que no habla la lengua o la habla mal. Que no lee. Aunque sabemos que fue y es un término usado despectivamente contra la población migrante de otros territorios de España en Cataluña y sus hijos, puede servir para explicar "en catalán" la realidad de quienes han recorrido mucho más que kilómetros para que les echen la culpa por PISA, la violencia de género, los robos, el desempleo, las crisis, el ascenso de la ultraderecha y el fin de la raza blanca. Porque vienen a quitarnos nuestros trabajos, nuestras mujeres y el primer puesto en el cole. Esto último mejor dejadlo a Castilla y León, son los primeros en PISA y votan a Vox. ¿De qué educación hablamos?

Además, ¡Como si no fuéramos todos enemigos de España, amigues!  A mirárselo, eh.

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