Dominio público

Defender la amnistía como una trinchera

Sato Díaz

Jefe de Política en Público

Defender la amnistía como una trinchera
Vista del la pintura del presidente español y candidato del PSOE a la reelección Pedro Sánchez y al expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont, dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy, en la plaza de las Glòries, a 8 de septiembre de 2023, en Barcelona, Catalunya (España). David Oller / Europa Press

"Los de la ceja". Así se tachó por parte de la ingeniosa derecha española a una serie de artistas e intelectuales que en las elecciones de 2008 mostraron su apoyo a José Luis Rodríguez Zapatero. Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Sole Giménez, Joaquín Sabina, Fran Perea, Concha Velasco, Miguel Bosé... cantaban la Defensa de la alegría, un poema de Mario Benedetti de 1978 al que el propio Serrat le puso música en 1985. Terminaban el vídeo subrayando, con sus dedos, sus cejas; ese rasgo físico tan significativo de ZP. "Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables".

Hoy la izquierda socialdemócrata anda dividida y las llamadas a filas son cada vez más frecuentes, de nuevo, frente al independentismo catalán. Y eso que este cada vez se encuentra más fraccionado y encogido y la independencia es cada vez un anhelo menos preciado para el pueblo catalán.

Los votos de los siete diputados de Junts, que rinden obediencia a Carles Puigdemont (enemigo público número 1 del español de pulserita), son imprescindibles para que se pueda reeditar una investidura de Pedro Sánchez. Esta se celebrará una vez fracase, previsiblemente, la de Alberto Núñez Feijóo, y es el primer paso necesario de un nuevo Gobierno de coalición progresista entre PSOE y Sumar. Tanto Junts como ERC reclaman, para negociar con el PSOE, una amnistía que afectaría a 1.432 personas encausadas por la represión al procés en centenares de procesos judiciales abiertos. ¡Y aquí arde Troya!

Felipe González y José María Aznar están, hoy, en la misma bancada y se disputan el puesto número 1 del ranking de español del año. El expresidente del PP lidera la reacción (y lleva de cabeza al propio Feijóo, que no le sigue el ritmo) contra los independentistas, llamando a la movilización al nacionalismo español, el cual se inventa una España herida de muerte. Una España en la UCI que no existe.

González y Alfonso Guerra remueven las conciencias de un viejo socialismo que cada vez tiene menos predicamento dentro del actual PSOE, alineado con Sánchez, que sale vivo cuanto todos le dan por muerto. Lecciones diarias llegan desde una atalaya sevillana situada por encima del bien y del mal. La operación está clara: fracturar al PSOE y que le tiemblen las piernas a su líder por el enorme ruido generado por parte de la derecha mediática.

Las radios, los principales canales de televisión privados y las portadas azuzan un mensaje que es más viejo que Matusalén: ¡que se rompe España! Las derechas vuelven a las calles, en Madrid, en Barcelona... Las asociaciones policiales y de guardias civiles, preparadas para actuar. Todavía no se ha manifestado ningún reservista. Algunos obispos preparan homilías...

Este ruido exagerado ya sonó en muchas otras ocasiones. En febrero de 2019, por ejemplo. Sánchez había llegado al Gobierno meses atrás con una moción de censura victoriosa a Mariano Rajoy. Se ponía en práctica en el Congreso la mayoría plurinacional y progresista que hoy, con algunos cambios, puede mantener al socialista en la Moncloa. PP, Vox y Ciudadanos (Descanse En Paz) se concentraron en la Plaza de Colón de Madrid.

Los independentistas reclamaban al Gobierno diálogo para solucionar el conflicto político catalán (todavía no se llamaba oficialmente así) y un relator independiente que coordinara los encuentros. El ruido ensordecedor amplificado por el eco dentro de la caverna madrileña hizo que a Sánchez le temblaran las piernas: Ferraz se negó al relator y se rompió el diálogo. Los independentistas tumbaron los Presupuestos del Gobierno, el cual disolvió las Cortes y convocó elecciones.

El resultado de aquellos comicios de abril fue similar: si Sánchez quería gobernar tendría que llegar a un acuerdo parlamentario con las fuerzas soberanistas y un pacto de gobierno con Unidas Podemos. Tras una repetición electoral, llegó el primer Gobierno de coalición progresista de la actual etapa democrática a finales de 2019.

Cada vez que en la pasada legislatura se reunía la mesa de diálogo y negociación entre Gobierno y Govern de la Generalitat volvieron a subir los decibelios. Mucho ruido y pocas nueces. Después de la tormenta, llegaba la calma, y no pasaba nada: indultos, eliminación del delito de sedición, modificación del delito de malversación...

Hoy, más de lo mismo con la amnistía. Mientras tanto, en Catalunya, el independentismo se desinfla y el PSC de Salvador Illa se consolida como primera opción política. El conflicto político se apaga pese a que la derecha española echa leña al fuego. Dicen las malas lenguas que al nacionalismo español le interesa una Catalunya en llamas, un independentismo en auge. Que el ritmo no pare, no.

Y, sin embargo, el PSOE aguarda. Algunas voces reputadas del grupo PRISA endurecen su discurso contra los indepes. Ferraz enfría las opciones de tener un acuerdo de amnistía antes de la investidura de Sánchez y arrastra con ello a Sumar. Jaume Asens tiene que hacer malabares en sus declaraciones. La amnistía, a la dirección socialista, parece resultarle solo un medio para lograr la investidura. La amnistía no da la sensación de ser una convicción para los estrategas de Moncloa.

Hay encuestas que dicen que al PSOE le iría mejor con una repetición electoral y seguro que Moncloa maneja muchos datos al respecto. Sin embargo, de producirse nuevos comicios, si PP y Vox no lograran la absoluta, incluso si Sánchez obtuviera mejores resultados...  nada indica que el PSOE no tuviera que volver a contar con los independentistas, con ERC y Puigdemont, para gobernar.

Es tiempo de hacer pedagogía, de explicar por qué es necesaria una amnistía que aleje el conflicto catalán de la represión y lo sitúe única y exclusivamente en el terreno de la política. Defender la amnistía como una trinchera. Defenderla del escándalo y la rutina, de las miserias y los miserables, de las dulces infamias y los graves diagnósticos, de los ingenuos y de los canallas... que diría Benedetti. Seguramente, "los de la ceja", en esto, no estarán todos de acuerdo.

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