Ecologismo de emergencia

El petróleo que teñirá el Delta del Okavango

Rosa M. Tristán

Cada vez quedan menos lugares en la Tierra tan asombrosos como el Delta del Okavango y sus alrededores, en el corazón de África. En realidad, no es un río que desemboca en el mar, como el Ebro, sino que el Kavango lo hace en una inmensa llanura por la que los cinco grandes (león, leopardo, elefante, rinoceronte y búfalo), entre otros muchos seres vivos, corren, cazan, se reproducen y viven ajenos a un mundo que cada día les acorrala un poco más. También hay comunidades humanas de indígenas seminómadas. La noticia de que en las cercanías de ese majestuoso lugar se preparan explotaciones petrolíferas, por parte de una compañía canadiense, ha desencadenado una campaña internacional que pretende ponerle freno y que viene a confirmar que ningún espacio natural está a salvo de la depredación empresarial, por más que sea Patrimonio de la Humanidad.

Nada podrá frenar el desaguisado, salvo esa presión internacional. No lo hará el Gobierno de Namibia, donde ya han hecho dos pozos de exploración de 2.500 metros, ni el de Bostsuana, donde el ministro de Minas, Lefoko Moagi, confirmaba hace unos días que la petrolera norteamericana Reconnaissance Energy Africa (Recon) va a seguir adelante, dándose por contento porque no lo hará mediante fracking. Es el todo vale frente a un combustible fósil que del que se benefician empresas de un país cuyo presidente, Justin Trudeau, se posiciona a la vanguardia mundial de la lucha contra el cambio climático. ¿Es ese el compromiso ambiental del que Trudeau y Joe Biden hablaron hace unos días? ¿Acaso lo que pase en África no importa? ¿O están evitando la mala imagen de una explotación petrolera del Ártico – Canadá tiene una moratoria de cinco años- para trasladarla a países dónde la protección ambiental es más laxa y sus gobiernos proclives a inversiones en aras de un supuesto desarrollo?

Cuenta Recon en su web que "descubrió’ una cuenca sedimentaria en el río Kavango y ha conseguido el 90% de una licencia de explotación del Gobierno de Namibia para un área de 25.341 km2. Es sorprendente la cantidad de minas que los canadienses tienen abiertas por el mundo, ya sea cobre en el Congo o Zambia, oro en Perú o plata en Guatemala y El Salvador. Ya he visitado zonas afectadas por unas cuantas. Al margen de todo impacto ambiental y social. En realidad, esta licencia africana se suma a una segunda sobre el mismo río en el noreste de Botsuana, con otros 8,990 km2 para explotar durante un cuarto de siglo. En total, casi el tamaño de Suiza.

Lo que se oculta debajo es un "sistema de petróleo activo’ a nueve kilómetros de profundidad en la cuenca, que dicen tiene condiciones óptimas. Sería, según los expertos, la única cuenca que queda por explotar a esa profundidad en el planeta y se estima que contiene 18.200 millones de barriles de petróleo. Se compara con la cuenca pérmica que se encontró en Texas. Claro, que hace 120 años no se sabía el desaguisado climático que causaría este combustible en toda la Tierra.

A comienzos de este año, Recon anunciaba que, aunque se denuncia que no se ha hecho público un informe adecuado de impacto ambiental, iniciaría el trámite a posibles alegaciones, pero éste no llega. Y, a la vez, acelera las obras y ha abierto ya dos pozos de exploración, según confirmaban activistas de Friday For Future (FFF). Están a 55 km al sur de la ciudad namibia de Rundu, la única zona con agua suficiente para la agricultura en uno de los países más desérticos del planeta.

Lo que vio hace unos días la activista de FFF Ina-María Shikongo en una visita a la zona es desolador. Los dos pozos tienen 2.500 metros de profundidad y se han hecho hoyos donde echan el agua utilizada que, según los geólogos consultados, está contaminada de radioactividad. Ese agua, explican, acabará en los acuíferos y en el sistema cerrado del Delta del Okavango, río abajo. No lejos, habitan los khoisan (bosquimanos), a quienes Recon trata de poner a favor construyendo algún pozo o con regalos. Todo muy colonial, muy antiguo. Pero aún funciona.

"La comunidad local está en la oscuridad porque no tiene pistas sobre lo que está pasando ni de sus impactos, incluso se han apropiado de tierras que no son de Recon", me cuenta Nicolás Elíades, uno de los portavoces de la campaña contra este desastre. "Sólo algunos comienzan ahora a escuchar y abrir los ojos al recibir información y entender que está en riesgo su tierra", apunta.

Mientras, las autoridades africanas insisten en los beneficios económicos que se obtendrán de un combustible fósil que será para exportar. Aducen que la operación no está dentro de un parque nacional, aunque la realidad es que si incluye la parte namibia de la iniciativa de conservación KAZA (Kavango–Zambezi Transfrontier Conservation Area), que aglutina territorios con diferente protección en cuatro países (Angola, Namibia, Botsuana y Zambia) en torno a los ríos Kavango y Zambeze. Recon Allí vive la mayor población de elefantes africanos (unos 250.000) y es una de las últimas fortalezas del perro salvaje (Lycaon pictus). Un paraíso para los visitantes de todo el mundo que se acercan al Delta y sus alrededores.

La preocupación por el impacto que la perforación de petróleo y gas tendrá en los cursos de agua interconectados de la cuenca del río Okavango no deja de crecer. "Hay mucho desconocimiento sobre los acuíferos en el área objetivo", explicaba recientemente Surina Esterhuyse, geohidróloga de la Universidad del Estado Libre de Sudáfrica en una entrevista. "En Botsuana, la cuenca del río Okavango es relativamente prístina, pero la exploración y extracción petrolífera podrían tener graves impactos en todo el delta y en los recursos hídricos en Namibia y Botsuana, dos zonas de gran escasez de agua", añadía Esterhuyse. A esa falta de agua y la mencionada contaminación, se sumaría el aumento del ruido causado por las perforaciones, pero también un incremento de la caza furtiva.

Dado que Recon no es una empresa de grandes dimensiones, la sospecha se cierne sobre una posible venta de la licencia a una gran petrolera, estilo Exxon Mobile, que está cerca, cuyo historial de desastre tuve ocasión de comprobar hace años en Camerún. En definitiva, un suculento negocio a costa de un tesoro en biodiversidad de los pocos que nos quedan (recordemos que apenas el 15% del planeta está protegido, excluyendo la Antártida).

Como colofón, sorprende encontrar en la web de Recon Africa que la misma compañía que apuesta por sacar a la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 en un paraíso de vida, afirme utilizarán para ello camiones "eficientes, de huella limitada y ecológicos". Sería cómico si no fuera trágico este ‘greenwashing’ . No menos llamativo es que el Gobierno canadiense, el mismo que recientemente anunció un sustancial aumento del impuesto de carbono para reducir un 40% las emisiones hasta 2030, no ponga cortapisas a explotaciones que tan claramente contradicen estos objetivos.

Si quieres apoyar esta campaña, ahí puedes dejar tu firma: https://www.salvalaselva.org/peticion/1231/industria-petrolera-pretende-sacrificar-la-naturaleza-en-namibia?mtu=511888644

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