Ecologismo de emergencia

Euskadi, el medio ambiente no espera

Juantxo López de Uralde, Miren Gorrotxategi y David Soto

Vista aérea de Urdaibai, en Bizkaia, Euskadi.-Mikel Arrazola
Vista aérea de Urdaibai, en Bizkaia, Euskadi.-Mikel Arrazola

Los datos meteorológicos de 2023 son estremecedores: según Aemet, la temperatura máxima de promedio en Álava creció en 2,5 grados en relación a los datos de los últimos 50 años. En Llodio se alcanzó en agosto un récord de 43,5 grados de máxima. En Bizkaia y Gipuzkoa no se llegó a tanto, pero sí se produjeron medias muy altas en comparación con el ranking histórico. Con estas subidas de temperatura, habríamos sobrepasado ya en Euskadi los límites de subida temperatura de 1,5 grados que nos abocan a un cambio climático catastrófico, según la comunidad científica.  

En estas circunstancias, el cambio climático, y las políticas que lo contrarrestan, deben ser mucho más prioritarias en los debates políticos en Euskadi con respecto al carácter secundario que ocupan en la actualidad. Es verdad que el Parlamento Vasco aprobó, antes de cerrar la legislatura, una Ley de Transición Energética y Cambio Climático, pero en ningún caso esa ley cierra el debate, por diversos motivos: el primero es que la ley es claramente insuficiente, poco ambiciosa, y está elaborada de la mano del oligopolio energético. Pero, además, y sobre todo, la urgencia del cambio climático obliga a estar vigilantes y en acción permanente tanto en la mitigación, como en las políticas de adaptación. 

Uno de los espacios en los que es mas necesaria la acción decidida en materia climática es en las ciudades. Numerosos estudios invitan a trabajar para transformar las urbes: por un lado, cambiando la movilidad urbana, reduciendo emisiones y promoviendo los medios de transporte y las zonas de bajas emisiones; y, por otro, promoviendo la renaturalización urbana. Contrasta esta llamada a la renaturalización con las políticas arboricidas que estamos viendo en las capitales vascas: desde la destrucción del parque de Manteo en Donostia para la construcción del Basque Culinary Center, a la tala de árboles en Salburua, en Gasteiz, pasando por las talas en Deusto... Nos preguntamos cuáles son las políticas de adaptación urbana que se están planteando las autoridades del PNV y del PSE para las ciudades vascas. 

En cuanto a la movilidad, el disparatado proyecto del TAV continúa degradando nuestro medio ambiente y no sólo no mejora, sino que ha empeorado el transporte colectivo. El ferrocarril convencional sufre de un deterioro progresivo mientras se siguen invirtiendo ingentes cantidades de dinero público en un TAV que se retrasa año tras año.  


Si el cambio climático debe ser una prioridad, Euskadi debe dar un paso adelante en la defensa del patrimonio natural. Hasta ahora, las políticas de conservación de la naturaleza han sido defensivas: se ha tratado de evitar en lo posible la destrucción de, al menos, los espacios naturales más valiosos. Para nosotros es necesario cambiar el enfoque, y pasar a una ofensiva en la que la renaturalización impregne todas las políticas. En este sentido hemos propuesto, por ejemplo, que para salvar Urdaibai se dotaré de personalidad jurídica propia al conjunto del espacio natural. Es necesario, por supuesto, parar el proyecto del Guggenheim impulsado por el PNV en la reserva de la biosfera, pero hay que ir más allá para garantizar el blindaje definido de uno de nuestros espacios naturales más valiosos.  

En este sentido, nuestra apuesta de largo plazo por las energías renovables no nos hace perder la perspectiva: los espacios naturales no deben albergar plantas de producción energética. La implantación de renovables debe hacerse con sensatez y no cometiendo el error de ignorar, una vez más, los valores de nuestros espacios naturales. 

Nuestro territorio alberga la especie de mamífero europeo más amenazada: el visón europeo. Este tesoro de nuestra fauna simboliza la presión a la que están sometidas las especies salvajes, que merecen vivir en nuestro entorno. Su presencia nos enriquece y nos acompaña: defender la biodiversidad es un objetivo al que no podemos renunciar. De ahí que defendamos también la presencia del lobo en nuestro territorio, y su máxima protección. 


Otra de las asignaturas pendientes para el medio ambiente vasco es el de la calidad de las aguas. Nuestros ríos siguen sufriendo vertidos "incontrolados" con demasiada frecuencia. A pesar de nuestra reclamación de más y mejor depuración, los proyectos de depuradora siguen yendo a paso lento. En cuanto a los humedales, el 70% de las zonas húmedas en Álava están en mala situación ecológica, según un estudio reciente. 

La política de residuos urbanos del PNV y PSE ha promovido la incineración frente a la reducción, la reutilización y el reciclaje. Construir incineradoras ha sido una hipoteca que condiciona el futuro de las políticas de residuos. La privatización de la gestión de residuos tóxicos vivió su máxima tragedia con el hundimiento del vertedero de Zaldibar que se llevó por delante la vida de dos trabajadores. Hace falta un giro en las políticas de residuos que ponga el bien común por delante de los intereses empresariales. 

Pero la degradación ambiental en Euskadi viene de lejos. Llevamos años bajo el régimen de un nacionalismo que se llena la boca de patria, pero ignora el territorio, lo desprecia y permite con sus políticas que se destruya. Esto tiene que cambiar. No podemos seguir esperando que, haciendo lo mismo de siempre, o apoyando a quienes siempre han gobernado pensando primero en sus intereses y no en los del territorio, algo vaya a cambiar. El cambio en Euskadi está al alcance de la mano. Y ese cambio, que pasa por un futuro gobierno de izquierda, será decisivo para nuestro medio ambiente. De ahí que nuestras propuestas, vayan encaminadas a ese giro en las políticas verdes en lugar de seguir mirando para otro lado: pasemos a la ofensiva, el medio ambiente no puede seguir esperando.


Más Noticias