El azar y la necesidad

Merkel y el asesinato de Sarajevo

Hoy, 28 de junio, se cumplen 99 años del asesinato en Sarajevo del príncipe heredero de la corona austriaca,  Francisco Fernando y de su esposa Sofía, por parte del serbio Gavrilo Princip. Este magnicidio marcaría el punto de partida de una de la guerras más terribles de la historia, la Gran Guerra, y de una profunda desilusión, la del fracaso del internacionalismo obrero. Los intentos de parar la guerra de los socialistas europeos no tuvieron éxito  y  en Francia  apenas tuvieron eco los gritos de "À bas la guerre, vive le socialisme international". Al final las izquierdas se incorporaron al gobierno,  a la Union sacrée, a la coalición en defensa de la patria, una patria que envió a morir a las trincheras a millones de trabajadores  mientras los hombres de negocios de los países contendientes se enriquecían a manos llenas. El historiador francés Marc Ferro explica muy bien en su libro sobre la Gran Guerra los movimientos de mercancías y capital entre los países contendientes. A través de los estados neutrales continuaron los intercambios entre los países de la Entente y los Imperios Centrales. Con el cemento fabricado en Francia se construyeron las fortificaciones alemanas, mucho más resistentes que las francesas,  gracias al chocolate inglés los germanos fabricaron la glicerina de la bombas que machacaron al ejército británico en el Somme. Los gobiernos conocían este movimiento tan poco patriótico de bienes y de capitales, pero hicieron la vista gorda, Bussines as usual, en expresión del primer ministro británico, el liberal Herbert Henry Asquith.  Los negocios son siempre lo primero.

Al final de la contienda las diferencias sociales se acentuaron, los asalariados y los pequeños ahorradores perdieron poder adquisitivo por culpa de la inflación, en contraste con la opulencia no disimulada de los especuladores que se habían aprovechado de las oportunidades de negocio que brindó la guerra.

Hoy, 99 años más tarde, aún sufrimos las consecuencias de aquella terrible guerra. Alemania se ha erigido en una despiadada directora del entramado europeo y dicta políticas económicas feroces para los ciudadanos de los países en recesión, incluso para los propios alemanes. El recuerdo de la hiperinflación que atacó a la república de Weimar y a la austriaca como consecuencia de las cuantiosas reparaciones de guerra impuestas por los vencedores está vivo en los mandatarios alemanes, está muy vivo en la memoria de Merkel, que vive obsesionada por unos hechos que acontecieron mucho antes de que ella naciera. 99 años más tarde, las izquierdas y los sindicatos continúan siendo incapaces de establecer una estrategia conjunta que beneficie a la mayoría de los ciudadanos europeos, que evite las políticas de austeridad. Hoy, 99 años más tarde, los verdaderos triunfadores son los mismos que vencieron en la Gran Guerra, los especuladores que se enriquecen con la miseria de sus conciudadanos. Bussines as usual.

 

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