El dedo en la llaga

El siguiente, por favor

Discutir sobre el mal llamado "problema vasco" –ni se trata de un solo problema ni es exclusivamente vasco– suele ser empresa tan desagradable como poco rentable. Lo más frecuente es que ni siquiera haya ocasión de discutir, en sentido estricto. O una de las partes o las dos consideran mucho más gratificante insultarse y llamarse de todo, dando por hecha la mala fe del oponente, cuyos argumentos no se evalúan, sino que se desdeñan, sin más, para no entretenerse con zarandajas y pasar a lo esencial, que es la trifulca. Una revista satírica vasca reflejó hace años esa aburrida y descorazonadora querencia con un titular que decía: "¿Y para qué vamos a dialogar, si podemos resolverlo a hostias?".

No me estoy refiriendo a la dificultad insuperable que presenta mantener un debate intelectual con alguien que te amenaza con matarte o con arruinarte la vida. Hablo de gente sin militancia específica, que se ha ido fanatizando –no sin ayuda, eso es cierto– hasta cubrirse con una coraza que no deja el menor resquicio a las razones que se le puedan dirigir, sea en un sentido o en el otro.

Con frecuencia, en lo único que se ponen de acuerdo ambos bandos es en considerar que quienes tratamos de abordar el problema en su contradictoria complejidad no somos sino perversos cómplices encubiertos del otro.

Hace años, cuando regresaba al trabajo tras las vacaciones de verano, solía redactar una octavilla contando mis andanzas del mes anterior. Sacaba medio centenar de copias. Cuando alguien me preguntaba: "¿Qué tal el veraneo?", le daba una seguía trabajando.

Llevamos tanto tiempo diciendo todos lo mismo cada vez que vuelve a ocurrir lo mismo que ganas me dan de hacer lo propio: tener hecha una octavilla-tipo, y a quien me pregunte le paso una copia en la que cuente que en todo este conglomerado de pendencias se entremezclan factores históricos e innumerables afrentas y agravios que han producido heridas jamás cicatrizadas, y que jamás nos saldremos de esa espiral si no aceptamos acotar los diferentes conflictos por separado, proporcionando a cada uno soluciones realistas, fruto de concesiones mutuas, etc.

Y a esperar la siguiente.

Más Noticias