El mapa del mundo

No se olviden del número cuatro

Las conferencias de prensa de los entrenadores después de un partido raramente son ejemplos de elocuencia. Los periodistas no se alejan del manual y sus interlocutores ofrecen las respuestas prefabricadas de costumbre. Pero a veces sí hay momentos reveladores.

Cuando EEUU perdió la semifinal del Mundial de Baloncesto de Japón ante Grecia, el entrenador Mike Krzyzewski hizo una rápida descripción de los méritos del equipo contrario: "Creo que el número cuatro estuvo espectacular en la primera parte, el número siete fue espectacular en la segunda, y el número quince consiguió canastas increíbles al final de cada posesión en la segunda parte".

¿El número cuatro? Es toda una ventaja que los deportistas lleven un número impreso en la camiseta, pero ¿no se supone que un entrenador debe conocer al equipo contrario? Si no conoces de verdad al adversario, ¿cómo puedes derrotarlo?, se preguntaban algunos periodistas norteamericanos después del partido. Con razón dijo el jugador Shawn Battier que no tenían respuestas para el juego que ofrecieron los griegos. La arrogancia y la ignorancia son indistinguibles en muchas situaciones.

Lo que vale para el baloncesto vale también para la guerra y otras formás más pacíficas de relaciones internacionales. La simple demostración de fuerza bruta y de calidad pueden llevarte muy lejos, sea con un mate de LeBron James o con una ofensiva de la 82 División Aerotransportada. Pero al final el contrario siempre juega, siempre tiene la opción de hacer su movimiento. Y no utilizará las armas favoritas del rival, sino que buscará una estrategia que maximice sus puntos fuertes y se aproveche de la vulnerabilidad del enemigo.

Invadir Irak con la premisa de que las tropas iban a ser recibidas como libertadores y que los iraquíes aceptarían de buena gana ser colonizados durante un tiempo para que el nuevo país fuera remodelado y convertirse así en el 51 Estado de la Unión ha tenido consecuencias más graves que no saber atacar una defensa zonal o desconocer que Papaloukas (sí, el de la camiseta con el número cuatro) era el mejor base de Europa.

Desde entonces, el prestigio de EEUU se ha desmoronado por todo el mundo, y eso incluye también a sus aliados. Es difícil reprochárselo. El concepto de "coalition of the willing" (coalición de los voluntarios) suponía un desprecio absoluto por las instituciones internacionales de las que forman parte los países occidentales.

La idea de tener aliados se convirtió en un simple detalle funcional. Más parecían siervos cuando Rumsfeld alardeaba de que en el futuro EEUU escogería a sus socios en función de las circunstancias, del país amenazado o del nivel militar de los soldados extranjeros. Washington impondría las reglas del juego y los demás se conformarían con estar en el banquillo hasta que les avisaran de que podían saltar a la cancha durante unos minutos.

Todo ese proyecto imperial se ha hecho cenizas, lo que no quiere decir que a partir de ahora EEUU vaya a tener una política exterior similar a la de Suecia. Muchas cosas van a cambiar cuando el futuro inquilino de la Casa Blanca jure su cargo. Es difícil deducir qué tipo de presidente serán Obama o McCain utilizando como argumento sus promesas de campaña. La retórica nacionalista y el deseo de satisfacer los más bajos instintos de los votantes son habitualmente malos consejeros.

Obama ha hecho saber a sus asesores que no quiere que la política del miedo sea la base de la relación de EEUU con el mundo. McCain juega el papel del clásico halcón, pero ha demostrado que no quiere dinamitar la existencia de Naciones Unidas ni ve a los aliados como simples súbditos. En el tema del cambio climático, el senador de Arizona ha superado la etapa de negación de la realidad que ha caracterizado a la Administración de Bush.

La visión unilateral de la política exterior ha sufrido claras derrotas en los últimos años. EEUU parece consciente de que necesita a los demás en varios frentes políticos y militares. En la guerra de Afganistán, la reconstrucción de Irak o la crisis económica internacional, Washington no tiene todas las respuestas ni los medios necesarios para afrontar solo esos problemas.

La difusión del informe norcoreano sobre su programa nuclear y la simbólica demolición de la torre de refrigeración de su mayor central nuclear, ocurridos esta semana, son triunfos de la diplomacia y, como tales, pequeños pasos adelante alejados del concepto de victoria definitiva sobre el mal manejado con tanta frecuencia como irresponsabilidad por los neocon. Ésa es la materia prima de las relaciones internacionales. Conocer tus limitaciones puede ser más efectivo que la demostración permanente de tu fuerza.

La derrota aviva el ingenio de las mentes lúcidas. Al presentar los nombres de la selección norteamericana que competirá en los Juegos Olímpicos de Pekín, Mike Krzyzewski no se dejó abrumar por el brillo de las estrellas. Continúan siendo los mejores jugadores del mundo y ahora quieren demostrar que también pueden ser el mejor equipo. No habrá medalla de oro, dijo Krzyzewski, a menos que mostremos el respeto debido a este deporte y al resto del mundo. Los políticos pueden tomar nota.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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