El mapa del mundo

Paradoja y paranoia en la retirada de Kosovo

Cierto nivel de secretismo es casi inevitable en la diplomacia. Lo malo es cuando la cautela se convierte en un cerrojazo completo y no ya los ciudadanos sino hasta algunos ministerios no se enteran de que España está a punto de dar un paso decisivo. Por no hablar de nuestros aliados europeos y de EEUU. A estos últimos sólo les queda leer los periódicos.

Hace sólo dos semanas, el ministro Moratinos dijo que no había llegado el momento de reducir el número de tropas en Kosovo. Había que mantenerlas porque estaban llevando a cabo "un papel satisfactorio". Se ve que hasta los conflictos más enconados pueden solucionarse por arte de magia en 15 días. Al anunciar la inminente retirada de las tropas españolas de Kosovo, la ministra de Chacón dio la misión por finalizada: "Los objetivos de la misión están cumplidos, habéis traído paz y estabilidad a esta parte del mundo".

España ha dejado a sus aliados literalmente colgados de la brocha. Al bajar la vista, han visto cómo Chacón se alejaba con la escalera. Si España cree que ya no queda nada por hacer en Kosovo, ¿a qué se dedicarán los militares de otros países que no han dado muestras de estar a punto de hacer el petate?

La decisión del Gobierno de Zapatero no es absurda ni caprichosa. Habrá quien piense que llega un año tarde porque era casi inevitable desde el momento en que la mayoría de los países de la UE decidió reconocer la independencia de Kosovo, proclamada de forma unilateral. Pero por entonces los ministerios de Defensa y Exteriores prefierieron enterrar las discrepancias con los aliados. 22 de los 27 estados de la UE aceptaron a la nueva Kosovo. Nadie podía obligar a España a dar ese paso y por tanto nadie le habría reprochado que abandonara una misión que había cobrado ya un cariz completamente diferente.

La versión oficial consistía en afirmar que las tropas de nuestro país se encontraban allí para colaborar en la reconstrucción de Kosovo, olvidando que la reconstrucción pasaba desde ese momento por la independencia. Al menos, así lo veían los kosovares. Cualquier avance de la situación política y económica de la antigua provincia serbia sólo podía redundar en un reforzamiento de la independencia.

España estaba defendiendo en la práctica la soberanía de un país cuya independencia no había reconocido.

La paradoja pasaba a ser paranoia por la influencia de Kosovo en el siempre taquicárdico debate sobre nacionalismos habitual en España. Casi desde el primer momento voló sobre el ambiente el peligro de este "precedente". ¿Precedente? No creo que Catalunya y Euskadi hayan pasado por una guerra en los noventa, hayan sido ocupadas por fuerzas de la OTAN, tengan el apoyo de EEUU y lo hayan correspondido albergando una de las prisiones secretas de la CIA. La vía kosovar hacia la independencia pone el listón demasiado alto.

Las primeras reacciones de los aliados demuestran que han sido cogidos por sorpresa por la decisión española. Ahora tocará el masaje diplomático de costumbre para atenuar los daños a la relación con Washington, precisamente ahora que comenzaba una nueva era.

Ha sido un portavoz del Departamento de Estado el que ha dado la respuesta más furibunda. La versión oficial de que todos habían sido avisados resulta poco creíble. Es la primera vez que la Administración de Obama tiene que reconvenir en público a un aliado, y además sobre un asunto que no está en sus prioridades.

La política exterior no es un campo propicio para las ocurrencias o las noticias inesperadas. Hay tantos aliados implicados que conviene tener claros los intereses, marcar los límites de hasta dónde se puede llegar y mantener las líneas de comunicación siempre abiertas. Ser previsible está bien visto en las relaciones internacionales.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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