Cuando Jaime Mayor Oreja era ministro del Interior acuñaba frases como "el efecto llamada". Con su propaganda intentaba alertar a la sociedad contra los inmigrantes, al tiempo que su jefe, José María Aznar, se negaba a reconocer a más de un millón de extranjeros sin papeles que sufrían una atroz explotación y proporcionaban grandes beneficios a pistoleros y traficantes de ébano. El propio Mayor Oreja supo que sus hermanos emplearon a algunos sin papeles en arreglar las vallas y los jardines del recinto de una finca familiar cercana a Madrid en la que edificaron sus casas. Luego, cuando Rodríguez Zapatero entregó permisos de trabajo y residencia, le llovieron las críticas. Lógico. Todavía le siguen acusando de convertir la "reagrupación familiar" en un coladero. Pero desde 2004 hasta el 16 de marzo pasado, 13.326 viejitos han podido venir a España para vivir con sus hijos.
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