A mi bola

El Barça... de Guayaquil

Un "gol de mierda", así calificó Messi el estrambótico gol de Rojas que, en el arranque de la segunda parte y en colaboración con Banega, adelantó a Bolivia. La pregunta es recurrente: ¿cómo habría que calificar según el diccionario de Messi el fútbol de Argentina? El empate, con sabor a triunfo en Bolivia y a derrota en Argentina, fue la consecuencia del sólido sistema defensivo de los bolivianos, pero, sobre todo, de la inoperancia de los anfitriones. Y eso que la cosa aún pudo ser mucho peor si Romero no llega a ganarle el mano a mano a Martins en el minuto 68 y, por supuesto, si Agüero no comparece a tiempo para establecer la igualada con un gran gol. A diferencia de Messi, el Kun estuvo menos, pero apareció más. Será la costumbre de tantos años de soledad en el Calderón.
Mientras la prensa de Bolivia destacó como una "hazaña" el empate, en Argentina no templaron gaitas. De Messi se dijo que anduvo por todos lados y por ninguno. El azulgrana lo intentó, se ofreció, pero fue una sombra. Su opaca actuación no permitió a Argentina imponerse por lo criminal, pues para hacerlo por lo civil a la Albiceleste le faltan demasiados
argumentos. Cuando un equipo carece de fluidez colectiva, la consecuencia lógica es que se pierda en intentos individuales. Esa sensación de vacío táctico apunta a Batista, que aún tiene tiempo para reaccionar, pero poco crédito futbolístico.
Sólo el golazo del Kun, que saltó del banquillo por Lavezzi para convertirse en el héroe de la noche, salvó a la Albiceleste de una caída histórica. "Hay cosas que mejorar, pero no son muchas", se defendió Messi. En otras circunstancias y, sobre todo, en otras latitudes, las palabras del 10 tendrían efectos tranquilizadores para la crítica y para la grada. Sin embargo, vestido de albiceleste,

Messi no inspira tanta confianza. Sus prestaciones no son las del Barça, principalmente porque Argentina no es el Barça. Batista quiere imitar a Guardiola, pero, para ello, primero hay que entender el fútbol de posición y no improvisarlo.
Un ejemplo: Mascherano se metía entre los dos centrales, pero estos no acompañaban el movimiento de abrirse, sino que se quedaban cerrados, lo cual no sólo no ayudaba a la salida del balón desde atrás, sino que facilitaba la de por sí efectiva presión de Bolivia. A partir de ahí, ni los laterales, neutralizados, ni Cambiasso, ni, sobre todo, Banega, eran capaces de hilvanar el juego. De este modo, los tres de arriba estaban aislados y sólo Messi se dejaba caer para enganchar. Demasiado lejos. Demasiado previsible.
Pudo ganar Argentina y también Bolivia, pero lo que no convenció fue el fútbol de la Albiceleste. Prueba de ello es que en los corrillos se escucharon las primeras comparaciones cargadas de ironía: Argentina juega como el
Barça, pero de Guayaquil. Tiene a Messi, pero le faltan Xavi, Iniesta... y el libro de instrucciones. El mismo que le falta a Del Bosque, aunque en su caso no le haga falta.

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