Tierra de nadie

La adaptación de las cucarachas

La adaptación al cambio climático que ahora defienden quienes antes lo negaban es una novísima y cuantificable aproximación al no hay mal que por bien no venga de toda la vida. Adaptarse es, por ejemplo, lo que ha hecho Bernie Ecclestone, el patrón de la Fórmula 1, al que unos ladrones le calentaron la cara y con su ojo a la funerala ha hecho el anuncio de una marca de relojes. Adaptarse es vender trajes de buzo a los isleños a los que se tragará el mar por efecto de deshielo o aparatos de aire acondicionado en Siberia si el calentamiento va peor de lo esperado. A diferencia del negacionismo, que no era gratis porque siempre había que untar a presuntos científicos para que refutaran lo evidente o pagar las conferencias de algún ex presidente malhumorado, la adaptación consiste en forrarse, y ya hay codazos para entrar al club.

Con este espíritu se ha llegado a la cumbre de Cancún, donde ya nadie defiende que el calentamiento global sea una patraña de los ecologistas, a los que habría que dar una medalla, aunque fuera de latón, ya que, con su insistencia, están a punto de lograr que los Gobiernos suelten algo de pasta con la que financiar esos proyectos de adaptación, como la venta de aspiradoras en los nuevos desiertos o la recalificación de los suelos abandonados por los glaciares para uso residencial.

Nada más cabe esperar de un cónclave en el que lo que se ventila no es evitar el fin del mundo, ni siquiera retrasarlo, sino conseguir limitar el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados, un objetivo imposible con los vagos compromisos de reducción de CO2 alcanzados en Copenhague. ¿Le importa realmente a alguien que aumenten las sequías o las inundaciones, que las olas de calor disparen los incendios, que la acidificación de los océanos acabe con la biodiversidad o que peligre la supervivencia de hasta un tercio de las especies de animales y plantas? Sólo si da dinero.

Como en el juego de la oca, cada tirada nos devuelve a la casilla de salida. No pasa nada por fracasar en Cancún, porque siempre nos quedará Durban (Sudáfrica) para volver a fracasar en 2011. Entre tanto, se ha acuñado una nueva distinción climática entre adaptados e inadaptados. Los que tenemos dificultades para adaptarnos miramos con asombro a las cucarachas, que sobreviven a todo.

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