Tierra de nadie

Bienvenidos al infierno

Bienvenidos al Apocalipsis. Apunten esta fecha porque es el inicio de la desintegración de la nación española tal y como la conocemos. Los socialistas se disponen en cualquier momento del día a aceptar la autodeterminación de Cataluña y Ábalos, que para algo es el ministro de Fomento en funciones, estudia ya cómo será la frontera fluvial del Ebro. En el País Vasco esos mismos socialistas ultiman a la chita callando con el PNV cómo incluir el derecho a decidir en el nuevo Estatuto, es decir la independencia de Euskadi. En Navarra, la también socialista María Chivite se ha sentado con Bildu a negociar los presupuestos de la Comunidad, en lo que se da por descontado que será el primer paso para la anexión del territorio por parte de sus vecinos del norte. Aragón resiste pero porque está Lambán guardando el fuerte, y entiende que la jota, a diferencia de la sardana, no necesita ser exaltada desde una nación propia. Así está el panorama.

Para colmo, tal y como nos advertía Aznar el otro día, por primera vez desde la República los comunistas entrarán al Gobierno, pero no unos comunistas cualquiera, sino comunistas chavistas jaleados por el independentismo. Y para terminar de joder el Perú están esos inmigrantes que harán de España, o de lo que quede de ella, una sociedad multicultural que no respetará los valores de Occidente y generará más radicalismo cuando desaparezca la siesta, que adormecía mucho, y la tortilla de patatas se vea desplazada por el cuscús y el kebap. Hagamos pues las maletas y salgamos ordenadamente por la Junquera si es que los CDR aún no nos han cortado esta vía de escape.

El gran culpable de este acabose es, por supuesto, Pedro Sánchez, que se ha creído que por el mero hecho de ganar las elecciones tiene derecho a buscar el apoyo de otros partidos para sacar adelante su investidura, algo que demuestra palmariamente su disposición a hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder. Pero es que no es sólo eso. Es que se empeña el tío en ser él mismo el candidato, en vez de apartarse para que algunos de los viejos socialistas, que esos sí que tienen un proyecto para España, forme Gobierno con el apoyo de las fuerzas constitucionalistas, tal que el PP y Ciudadanos, siempre dispuestos a acudir a la llamada de la patria si no es Sánchez el que toca la bocina.

Lo de Sánchez es pura ambición embutida en 1,90 metros de altura. Vale que haya ganado las elecciones dos veces seguidas, pero eso no le da ningún derecho a intentar desbloquear la situación política pactando, de entrada, con otra fuerza de izquierdas y no con la derecha de toda la vida que sabe de memoria dónde está cada ministerio y, lo que es más importante, la combinación de la caja fuerte.

Luego están los independentistas, cuyo proceder es incomprensible. ¿Acaso no saben que el del PSOE es uno de sus submarinos nucleares que ha logrado burlar las defensa del Pearl Harbor de la Moncloa y, una vez dentro, ha cambiado el colchón del dormitorio? ¿Ignoran que su misión secreta es dinamitar España y trocearla para que Puigdemont pueda volver de Waterloo como presidente de la República catalana y a Urkullu le bailen aurreskus como el primer lehendakari de una Euskadi soberana? ¿A qué viene eso de imponer condiciones y amenazar con elecciones permanentes hasta que un día gane Vox y les envíe a sus cruzados?

Lo sorprendente es que aún queden españoles que, lejos de temer un Gobierno de coalición de la izquierda, aplaudan la iniciativa. Lo raro es que una parte significativa de la población piense que ha llegado el momento de intentar resolver el conflicto territorial y hacerle un traje nuevo al país que no estalle por las costuras. Lo increíble es que haya quien opine dentro del independentismo que no hay traición alguna en buscar algún tipo de entendimiento porque la mitad de la sociedad no puede imponer su criterio a la otra sin que todo salte por los aires. Lo realmente asombroso es que la mayoría no perciba que estamos a las puertas del infierno, aunque por su manera inconsciente de tomar cañas en los bares quizá barruntan que no habrá un mañana.

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